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miércoles, 30 de marzo de 2022

Encadenando lecturas...

 Con tanto gusto como antaño.


Llevo una muy buena racha lectora, como hacía años. Se han juntado varias circunstancias; unas afortunadas, como haber dado con tres libros seguidos fantásticos, de esos de quedarte enganchada sin remedio; y otra desafortunada pero igualmente útil, un catarro también como los de antes, que me ha dejado echa un trapillo por más de una semana, haciéndome buscar refugio del ingrato mundo en la lectura.

Mi primer paladín-salvador-delamierdadelcatarro ha sido «Neimhain. Los hijos de la nieve y la tormenta», primer tomo de la saga fantástica Neimhaim, de la escritora española Aránzazu Serrano Lorenzo.


Lo había comprado hace tiempo en una Hispacon y lo tengo dedicado por la propia autora (además, no veáis qué chulo, con sello sobre lacre y todo). Pero como es un tocho de cuidado (más de 800 páginas, aunque para mí, como lectora, eso es más un aliciente que una pega), no había encontrado momento de empezarlo. No es lo que te llevas de vacaciones, por ejemplo. La cosa es que ahora, que iba a tener tiempo de sobra, me parecía la ocasión perfecta para probar. Lo empecé... Y no pude parar hasta acabarlo. Adictivo. Súper entretenido. Bien documentado, con un trasfondo mitológico y cultural impresionante, con personajes de los que te encariñas sin remedio y un ritmo, al menos para mí, perfecto, que alterna descripciones de paisajes y estados anímicos con pura acción. Recomendable sin duda. Peeeeero... Aquí tengo que hacer una advertencia, pues este libro sin duda te obligará, como me ha pasado a mí, a hacerte con el segundo tomo, que es, por cierto, el último que hay publicado hasta la fecha.


Este tiene 769 páginas, o sea, que tampoco es para pasearlo mucho por ahí. También es totalmente adictivo. Quizá mi favorito siga siendo el primero, pero creo que es por el descubrimiento que supuso en cuanto al mundo de la autora, con esos paisajes y esa cultura sin duda vikinga, mezclada con gran acierto con otra que nos parece más druídica. Dicha combinación favorece, desde mi punto de vista, que la novela integre tan a la perfección los aspectos mágicos y fantásticos en el seno de los que parecen más «realistas». También es en la primera, lógicamente, donde asistimos al nacimiento de los personajes y de la Historia de esa civilización tan creíble. Por lo que, como cualquier arranque, tiene esas bazas a su favor.
         Este tomo aporta a cambio la llegada de nuevos personajes protagonistas y nuevos antagonistas, en marcado contraste, introduciendo elementos de otro tiempo y lugar, también con una base histórica muy fiel. Que aunque se escriba fantasía, se agradece cuando una autora o un autor son conocedores de la Historia y la Geografía reales y las usan para dotar de cuerpo y de verosimilitud a sus escenarios mágicos. Al fin y al cabo, todos los Mitos poseen un substrato real sobre el que se han construido, muchas veces con el objeto de servir de enseñanza o de fábula. 

Mi tercer encadenado ha sido «La búsqueda sagrada», de Lois McMaster Bujold, novela perteneciente a una saga a la que le dediqué una entrada en el blog en su momento, y que podéis leer en este enlace: La maldición de Chalion.
         Yo lo tengo en cuatro volúmenes (en otras ediciones los dos primeros tomos salieron en uno y hay, por tanto, tres libros). Y resulta que el cuarto, este de La búsqueda sagrada, lo dejé a medias, cosa que no recordaba, seguramente interrumpido por otra lectura que se me coló. Ahora era momento de resarcirme. Y eso he hecho.


Según avanzaba en la novela iba descubriendo-medio recordando que 
no tiene nada que ver con el resto de los libros, salvo lo que es el estilo de la autora, y esa época pseudo medieval característica de todo el ciclo de Chalion, que me encanta.
         Fue por eso que en su momento lo desplazó otro libro, porque viniendo de Paladín de almas, el tercero, que es mi preferido, se me hizo bola esta historia tan distinta que suponía arrancar de nuevo y que me alejaba de mi queridísima lady Ista de Chalion.
         Libre ahora de las reminiscencias de ningún otro libro, he podido disfrutar La búsqueda como se merece. Los mismos personajes interesantes y bien trazados a los que nos tiene acostumbrados McMaster Bujold. Y la misma filosofía sobre la religión (los cinco Dioses) y los imperios y luchas que se dan entre ellos. Pero todo narrado desde los conflictos internos de las personas, mezclando acción interna y externa.
         También, altamente recomendable.

Y hasta aquí mi cadena de lecturas reciente. Si sigue la racha ya os traeré mis nuevas impresiones. Mientras tanto: leed mucho y leed bien. Y disfrutadlo.

martes, 22 de marzo de 2022

MÁS TRÁGICA QUE LA BERTINI

Eso se decía en mi familia materna cuando yo era niña. Cuando nos poníamos excesivamente «dramáticos», bien fuera ante una comida que no nos gustaba o ante algo que nos mandaban y que no queríamos hacer; mi abuela o mi tío abuelo —con menos frecuencia mi madre o mis tías— te soltaban con mucha sorna la sentencia de marras: eres más trágica que la Bertini. Y aunque no conocíamos a Bertini, fuera quien fuera (ni se nos ocurría preguntarnos por ello), a los tres nos quedaba perfectamente claro de qué se estaba hablando. Por cierto, creo que a mí me lo decían con especial frecuencia, ¿por qué sería?

         Pues bien, hasta hoy mismo no he sabido quién inspiraba tan contundente enunciado. Buscando el significado exacto de otra expresión (en mi familia han sido siempre mucho de refranes y dichos), me he topado con la figura de una de las primeras divas de la escena cinematográfica, la italiana Francesca Bertini.

         A veces contemplamos el pasado como si fuera algo etéreo, desligado de la vida real y de su influjo. Pero en realidad todas las producciones artísticas, culturales o del pensamiento son hijas indudables de su tiempo, afectadas por lo que estaba de moda entonces, por los hechos destacables y los personajes más conocidos. Solo que, olvidados ya los elementos que les dieron origen, nos quedan solo esas frases, verdaderas píldoras concentradas de un tiempo que ya se fue.

         Con todos ustedes... La trágica e incomparable...


Francesca Bertini (Florencia, 5 de enero de 1892 - Roma, 13 de octubre de 1985) fue una actriz italiana de cine mudo, género en el que trabajó en más de noventa películas. Fue una de las más famosas estrellas del primer cuarto del siglo XX.         


De pequeña, fue adoptada por una pareja de artistas que estaba trabajando en Florencia: Arturo Vitiello​ y Adelaide Frataglioni. Le dieron el nombre de Elena Seracini Vitiello.

         Comenzó a interpretar pequeños papeles en el teatro desde niña, en Nápoles, donde vivía con su familia. En 1904, a la edad de 16 años, se mudó a Roma, donde mejoró sus dotes actorales e intentó entrar en la floreciente industria del cine en Italia.

         Durante los siguientes diez años Bertini forjó su carrera, deslumbrando a los espectadores italianos y extranjeros con su belleza y su gran proyección escénica. Sin embargo, fue la película «Assunta Spina» (1915), codirigida por la actriz conjuntamente con Gustavo Serena, la que la lanzó a la fama internacional. Con el apoyo de Serena, quien consolidó su prestigio con intensas campañas promocionales, se llegó a difundir el rostro de Bertini logrando que su imagen fuera reconocida como la estrella más rutilante del panorama del cine italiano.

La Bertini se destacó siempre por brindar un toque personal a todos los personajes que interpretaba. Su preocupación por el estilo, tanto en la gestualidad como en la imagen de su vestuario marcó la diferencia con otras actrices de la época. Se preocupaba hasta el exceso por imponer un estilo refinado y elegante para lo cual se implicaba en aspectos del rodaje, principalmente con el equipo de cámara y el responsable de la fotografía e iluminación. Consciente de lo que quería su público, intentaba por todos los medios no defraudarlo y brindar la imagen que ellos esperaban de ella. Bertini se convirtió en una estrella popular internacionalmente, y las mujeres de todo el mundo trataban de imitar su imagen sofisticada.

En apenas una década –entre los años 1915 y 1925, la actriz trabajó en más de setenta películas. Con Roberto Roberti, padre de Sergio Leone, coincidió en alguna de ellas, dirigiéndola con la habilidad necesaria para controlar su controvertida actitud, ya que la Bertini se ganó la fama de ser una intérprete complicada para ser dirigida por su exceso celo por cuidar todos los aspectos del rodaje.

         Su estilo para encarnar personajes femeninos de gran carga dramática fue el que mayor fama le proporcionó, al introducir en la pantalla mayor dosis de realismo y evitar los gestos ampulosos y las maneras exageradas de otras actrices de su época.

         Realizaba con la misma soltura la lánguida heroína decadente y la mujer común más de pueblo. Otros papeles importantes fueron Odette, Fedora, Tosca y La dama de las camelias.


Bertini entró finalmente en el cine sonoro, pero mientras tanto el cine italiano había cambiado mucho: estaban de moda las comedias llamadas de Telefoni bianchi*** y y entró en un período de crisis con el fascismo y la censura. Durante la Segunda Guerra Mundial el cine tuvo un verdadero impasse. Después de la guerra, una nueva generación de directores y actores jóvenes se hicieron cargo de la industria del cine en Italia. Sin embargo, Bertini todavía era considerada como muy popular y una de las mejores actrices vivas. A fines de los años cuarenta, la cinematográfica Fox Film Corporation le ofreció un contrato para ir a vivir a Hollywood, pero ella se negó: se había casado con el millonario banquero suizo Alfred Paul Cartier y se mudó con él a Suiza. Cuando murió su esposo, ella regresó a Roma, donde permaneció hasta su muerte.

         En 1976 Bernardo Bertolucci logró convencerla de que saliera de su obstinado silencio, aceptando un papel de monja en su película Novecento . Se permitió ser entrevistada en 1981 y esto fue adaptado para un documental de televisión en tres partes en 1982. Murió en Roma a la edad de 93 años.



«El gesto a lo Bertini llegó a ser un tópico obligado en las actrices de la época: la larga mirada, el ademán lento, el apoyarse en una columna, en una puerta, o coger una cortina junto a una ventana a contraluz. Pero ello era el pastiche fácil del juego de una verdadera actriz. Francesca Bertini era de una belleza fina, complicada, sugestiva. Pero era también una gran comediante, capaz de notables interpretaciones a través de su larga carrera». (Revista de cine Encadenados)

Solo que el público la prefería en su faceta trágica:

En septiembre de 1916, se le pregunta al público del cine-teatro Payret de la capital cubana en que género prefería a Francesca Bertini, si en el dramático o en el cómico. Triunfó el dramático. La intérprete de Assunta Spina era ratificada entre nosotros como la gran trágica. (Blog «Buena suerte viviendo»)


***Las películas del llamado género «Telefoni Bianchi ( pronunciación italiana: [telɛːfoni bjaŋki]; teléfonos blancos ) fueron hechas en Italia en los años 1930 a imitación de las comedias americanas de la época, en un agudo contraste con el otro estilo importante de la época, calligrafismo, que era altamente artística.

Características principales:

El símbolo más importante de estas películas son los decorados Art Deco, bastante caros, con teléfonos blancos (símbolo de estatus de la riqueza burguesa, generalmente no disponible para el público que va al cine) y los niños con rizos a lo Shirley Temple. Las películas tendían a ser socialmente conservadoras, promoviendo los valores familiares, el respeto por la autoridad, una jerarquía de clases rígida y la vida en el campo; todas posturas perfectamente alineadas con la ideología del régimen fascista .

miércoles, 16 de marzo de 2022

LAS CALLES SON NUESTRAS

Paco Garabato (El Salto)

Yo viví el 15-M. Con toda conciencia y toda percepción. Recuerdo haberles dicho a unos amigos, de esos realistas, poco entusiasmados con el movimiento y críticos con sus posibilidades de supervivencia, que fuera como fuera y acabase como acabase, había que estar ahí. Tenía la certeza de que vivíamos un momento histórico y de que la nuestra era una causa digna, hecha por la gente normal para todos, con la mejor de las intenciones. ¿Utopía? Sí, claro. ¿Y quién se resiste a vivir una, dure lo que dure? A seguir una estrella aun a sabiendas de que te vas a quedar al comienzo del camino. Ah, pero ¡qué gran avance solo eso!

Yo, igual que muchos, estuve en las marchas de los indignados como una indignada más. Formando parte de las columnas que se juntaron en Madrid después de recorrer cientos de kilómetros. Y luego en las marchas de las mareas, la verde, la blanca y la azul, que reunieron a gente de lo más diverso y acabaron contando con representación de todas las culturas y todos los estratos sociales, unidos todos en nuestra reivindicación de una situación más justa, unos servicios públicos reales y unas prácticas políticas honestas y realmente democráticas.




Queda poco de los logros y maneras del 15-M. El sistema y los poderes que lo sustentan lo han aplastado o pervertido en gran medida, tal como era de esperar. Igual que pasó con La Comuna de París, con el mayo del 68 francés, con el movimiento hippie o con los beatnik y tantos otros. El sistema tiene probados mecanismos para deshacerse de lo que lo amenaza, sea destruyéndolo directamente o fagocitándolo, una vez despojado de sus espinas.

Queda poco, pero siempre queda algo, siempre sobrevive alguno de los hallazgos de cada generación. Para mí lo más importante que aportó el 15-M, en lo personal y también a nivel de barrio y de distrito, fue que nos recordó que LAS CALLES SON NUESTRAS, de todos, de los vecinos y ciudadanos. Parece algo obvio, lo sé. Y sin embargo, lo habíamos olvidado.

         Habíamos perdido de vista que los políticos y funcionarios a su servicio son meros GESTORES del patrimonio de todos. Nos habían hecho creer que eran los dueños, los jefes, que tenían, no solo el poder, sino lo que es más importante, el DERECHO a mandarnos, organizarnos y controlarnos a su antojo. Esto no se puede, aquí no se debe, esto es obligatorio, tal cosa tiene esta multa... PORQUE LO DIGO YO. Sin necesidad de que me ampare la ley. Sin que haga falta actuar bajo el paraguas de ninguna de las sacrosantas instituciones que diré defender, pero que pervierto y contamino a mi antojo, según me convenga.









No, amigos, la verdad es que LAS CALLES SON NUESTRAS, vosotros solo las mantenéis para nosotr@s, en nuestro nombre y en nuestro beneficio, el de todos. Que sería también el vuestro si estuvierais a nuestra altura, la debida.

Pues bien, llegamos a recordar esta gran verdad, la reaprendimos y hemos seguido caminando bajo su amparo, en lo grande y, más a menudo, en lo pequeño, lo cercano. Ejerciendo nuestro derecho de actuar en el mundo de la manera en que cada uno podía. En el peor de los casos, guiados por la máxima de Sampedro, «si no puedo cambiar el mundo, al menos que él no me cambie a mí».

Malos tiempos para la lírica

Pero corren tiempos difíciles. Otra vez nos quieren arrebatar el espacio común, las calles y los lugares que hemos construido entre todas para todas. Cerrando, uno tras otro, los Espacios de Participación que tanta energía y esfuerzo cuesta levantar. Desgarrando el tejido social, enfrentándonos con mentiras que distraigan de realidades menos convenientes*. Y poniendo trabas de creciente importancia a la vida y la cultura en la calle. 

*En este sentido, y por poner un ejemplo, es paradigmática la campaña que hemos vivido en contra de la Okupación, cuya incidencia es mínima, según demuestran las estadísticas, y afecta en un porcentaje casi inexistente a la vivienda de propiedad privada; cuando el enemigo real que son los bancos, cuyo perjuicio sufrimos TOD@S todos los días, mantiene una imagen blanca y neutra.

Quizá tenga algo que ver que vivo en un barrio sin apenas infraestructura social y ninguna cultural. El caso es que la calle me parece el medio de convivencia, ocio y aprendizaje perfecto donde muchos compañeros y compañeras hemos ido creando con los años diversos proyectos que viven de verdad y con todas sus consecuencias ese Omnia Sunt Communia. Hemos creado espacios de contacto con la tierra donde poner en práctica valores ecológicos. Hemos hecho nacer y crecer plantas y árboles a la vez que hacíamos nacer y crecer sueños y proyectos. Hemos probado nuestras fuerzas y unido nuestros medios y, solo con eso, hemos comprobado que casi nada es imposible. Y ahora, escudándose cada vez en distintas razones, las autoridades quieren impedirnos que hagamos ninguna de esas cosas. ¿Tanto miedo os damos?

         Nos inundan con trámites y requerimientos en plazos exigentes, totalmente asimétricos. Nuestro tiempo, el de las personas que hacemos todo esto de manera voluntaria y gratuita, no vale nada. Y nuestro trabajo no se valora. Pero el tiempo y el trabajo de los funcionarios que cobran por su trabajo, al servicio del ciudadano, tiene prioridad siempre. Ellos pueden demorar la respuesta lo que quieran, pero nosotros tenemos que atenernos a plazos cortos y muy cortos.

         Aumentan las exigencias para conceder los permisos, de tal manera que a veces se hace imposible el desarrollo de ninguna actividad. Hasta tal punto que te planteas si no será ese el auténtico objetivo: agotar, desmovilizar y descorazonar a la ciudadanía. Y es que sabemos, lo hemos comprobado repetidamente, que nos quieren a cada uno metido en casa, sin mucha relación unos con otros, no sea que se nos vayan a ocurrir malas ideas y pensemos en protestar y, peor aún, unirnos en esa protesta. Salvo que sea para consumir. Entonces la cosa cambia. Si la actividad va a reportar beneficio económico para la empresa privada o sus satélites-amigos, entonces se alienta y se permite.


Todas estas trabas destinadas a frenar la iniciativa ciudadana, igual que la destrucción de los espacios comunes donde nos juntamos y aprendemos, son aplaudidas, o al menos toleradas, por una parte de la sociedad. Por un lado, porque son gente que se cree todos esos bulos (supuestas razones) que las autoridades difunden. Normal, cómo pensar que te van a engañar esas personas, supuestamente de mérito, que para eso están donde están (risas enlatadas), que han prometido velar por ti.
         En segundo lugar, nos crían, en muchos casos, para la competencia y la confrontación. Lo que es terreno abonado para no ir a favor de ningún interés común (de hecho, para ir decididamente en contra de todo lo que huela a comunitario).
         En tercer lugar, todas las medidas coercitivas que nos aplican se amparan, al menos al principio, en la SEGURIDAD. Bajo la excusa de la seguridad acaban con nuestra intimidad (cámaras, registros, fichas de todo y de todos), prohíben nuestra iniciativa, nos enclaustran en caminos estrechos prefijados... Y todo va colando.
         En último lugar, y este es el caso de la mentalidad funcionarial, seas o no funcionario: hay gente que solo se atiene a LA LETRA y desoye todo lo demás. Son literales, han renunciado a su propio criterio y a cualquier espíritu cuestionador y aplican estricta y literalmente, sin más matices, la ordenanza de turno.


Han ido atacando poco a poco, cerrando aquí, desmantelando allá, poniéndole pegas a ese y zancadillas a aquel... Y mientras parecía lejos algunos han querido creer que no les tocaría. Pero siempre llega para todos. Y hemos llegado a un punto en que si no reaccionamos, si seguimos encajando golpe tras golpe, diciéndonos que, al fin y al cabo, se dan con una sonrisa amable (en algunos casos), que de vez en cuando nos dejan caer alguna migaja, aunque no sea lo que queremos y necesitamos... El día que queramos reaccionar será ya tarde. Porque hay una cosa que está clara:


martes, 8 de marzo de 2022

NI DIOS, NI PATRÓN, NI MARIDO

En los últimos años del siglo XIX surgió en Argentina una singular publicación, hecha por mujeres para las mujeres. Se trata de La Voz de la Mujer, el primer periódico anárquico feminista redactado por mujeres de la Argentina y, posiblemente, también uno de los primeros órganos de expresión del feminismo anarquista en todo el mundo.


Su objetivo era acercar a las miles de trabajadoras de entonces la lucha por la construcción de una identidad autónoma dentro y fuera del hogar. Y su lema, «Ni dios, ni patrón, ni marido», lo reflejaba perfectamente.

La Voz se publicó en Buenos Aires durante los años 1896 y 1897, y en Rosario (Argentina también) en 1899, bajo dirección de Virginia Bolten***.

El periódico convocaba a las mujeres a rebelarse contra la opresión masculina, pero sin abandonar la lucha proletaria. Era crítico a toda forma de autoridad: eclesiástica, patronal, estatal y familiar. La propuesta final era la instauración del comunismo anárquico. En las páginas de su primer número ya se podía leer:

¡Salud Compañeras! La Anarquía
ya tremola el pendón libertador;
¡Hurra, hermanos queridos, a la lucha!
¡Fuerte el brazo, sereno el corazón!
Que no haya entre nosotras rezagadas.
Nuestra lucha es a muerte y sin cuartel;
¡Hurra! Hermanas queridas, otro esfuerzo.
¿Y quién duda que habremos de vencer?

La Voz produjo ciertas tensiones en el interior del movimiento anarquista (qué sorpresa, ¿verdad? Habría sido el único movimiento progresista en el que el feminismo no hubiera tenido problemas para ser aceptado); debido a que muchos compañeros consideraron algunas de sus manifestaciones como ataques al género masculino, algo que llevó a que las editoras tuvieran que «aclarar su posición» así:

Cuando nosotras (despreciables e ignorantes mujeres) tomamos la iniciativa de publicar “La Voz de la Mujer”, ya lo sospechábamos ¡oh, modernos cangrejos! Que vosotros recibiríais con vuestra macanística y acostumbrada filosofía nuestra iniciativa porque habéis de saber que nosotras las torpes mujeres también tenemos iniciativa y ésta es producto del pensamiento; ¿sabéis?, también pensamos.

Apareció el primer número de “La Voz de la Mujer”, y claro ¡allí fue Troya!, “nosotras no somos dignas de tanto, ¡ca! No señor”, “¡emanciparse la mujer?”, “¿para qué?” “¡qué emancipación femenina ni que ocho rábanos!” “¡la nuestra”, “venga la nuestra primero”, y luego, cuando nosotros ‘los hombres’ estemos emancipados y seamos libres, allá veremos” Con tales humanitarias y libertadoras ideas fue recibida nuestra iniciativa. Por allá nos las guarden pensamos nosotras. “¿No es verdad que es muy bonito tener una mujer a la que hablaréis de libertad, de anarquía, de igualdad, de revolución social, de sangre, de muerte, para que ésta creyéndoos unos héroes, os diga en tanto que temiendo por vuestra vida (...): ‘¡Por Dios, Perico!’? ¡Ah! ¡Aquí es la vuestra! Echáis sobre vuestra hembra una mirada de conmiseración (...) le decís con teatral desenfado: Quita, allá, mujer, que es necesario que yo vaya a la reunión de tal o cual (...) vamos, no llores, que a mí no hay quien se atreva a decirme ni a hacerme nada”.

Si vosotros queréis ser libres, con mucha más razón nostras; doblemente esclavas de la sociedad y del hombre, ya se acabó aquello de “Anarquía y Libertad” y las mujeres a fregar. ¡Salud!
"Apareció Aquello", artículo publicado en La Voz de la Mujer

(Aquí el texto en el periódico original)


La institución del matrimonio era uno de los principales blancos de ataque de las editoras, por considerar que era una herramienta de opresión más. Ellas lo querían todo: querían la emancipación y la libertad en todos los ámbitos, no solo en el laboral o el político. Así, defendían la idea del amor libre, definido como aquel que permite «que la unión termine cuando termine el amor» y que no se desprecie a una mujer que no quiera estar sujeta a ningún hombre o porque tenga un amante y críe dos, cuatro o los hijos que quiera.


Collage de Sofía Valenzuela

 Virginia Bolten, pieza clave en la concepción y redacción de «La voz de la mujer» y editora conocida de la versión rosarina del periódico.

El formato del periódico era de cuatro páginas y su tirada era de 1000 a 2000 ejemplares; su impresión y distribución semiclandestinas, debido principalmente a su defensa de la llamada acción directa. En la portada ya se avisaba a los lectores: «Aparece cuando puede y por suscripción voluntaria». El periódico se sostenía económicamente mediante listas de suscriptores y donaciones individuales. Y en pro de la transparencia, en la última página de cada número se declaraban los gastos de la edición.
         Las redactoras estaban en contacto con las famosas anarquistas Louise Michel, una de las principales figuras de la Comuna de París; y Emma Goldman, anarquista lituana de origen judío​​ apodada «la mujer más peligrosa de América»; según se asegura en el número 5 del periódico.

Las dificultades económicas conspiraron contra la viabilidad del proyecto, y las deudas llevaron al periódico a su desaparición. El último número se editó el 1 de enero de 1897 en Buenos Aires. Hay documentación que indica que fue publicado también, brevemente, en 1899, esta vez en Rosario, pero no se conserva ninguno de esos ejemplares.
         Fue reeditado cien años después de su desaparición, en 1997, por la Universidad Nacional de Quilmes. Esta flamante edición tiene prólogo de una de las plumas más reconocidas del feminismo, Dora Barrancos; una nota editorial de lo no menos prestigiosa María del Carmen Feijoó; y la presentación original del artículo Ni Dios, ni Patrón, ni Marido. Feminismo anarquista en la Argentina del siglo XIX, de la feminista francesa de origen pakistaní Maxine Molyneux, que en 1986 rescató los ocho originales resguardados por el historiador anarquista Max Nettlau, en el Instituto de Historia Social de Amsterdam.



El libro completo ha sido, a su vez, reeditado más recientemente, de forma autogestionada, con la participación de mujeres de diferentes lugares del mundo.

Un fragmento de uno de los artículos rescatados en el libro:
«Queremos hacer comprender a nuestras compañeras que no somos tan débiles e inútiles cual creen o nos quieren hacer creer los que comercian con nuestros cuerpos. Queremos libertarnos, rompiendo, deshaciendo y destrozando no sólo nuestras cadenas, sino también al verdugo que las ciñó. Ayer suplicábamos , rogábamos, mas hoy tomaremos lo que falta nos haga, cuando y en donde podamos tomarlo. Las noches de largo y hambriento insomnio las sustituiremos por las hecatombes de sangre de canallas. No tenemos Dios ni ley». Número 4, 27 de marzo de 1896


***VIRGINIA BOLTEN

Hija de Enrique Bolten, alemán, y de Dominga Sánchez, argentina, Virginia nació el 26 de diciembre de 1876 en Baradero, Argentina. Su padre había emigrado a Chile huyendo del régimen militarista alemán; más tarde se estableció en Argentina, donde conoció a la familia Sánchez, se enamoró y casó con Dominga y juntos tuvieron cuatro hijos, incluyendo a Virginia. Cuando los hijos fueron adolescentes, los padres se separaron.
         Tras criarse en San Luis, Virginia se trasladó a Rosario y se instaló en un barrio obrero. Pronto comenzó a trabajar en una fabrica de calzado y más tarde en la Refinería Argentina de azúcar. Entonces las jornadas eran largas, el trabajo mal pagado y cualquiera que se quejaba era visto con malos ojos. Pero a Virginia eso no lo importó, en toda ocasión alzaba su voz para revertir la situación Así comenzó su activa militancia.

Con veinte años Virginia encabezó, en 1890, la primera manifestación del Primero de Mayo realizada en la Plaza López. Llevaba una bandera negra con letras rojas y dio un encendido discurso que calo hondo en los asistentes. Dos meses después fue detenida por difundir propaganda anarquista y alterar el orden social, pero eso solo la fortaleció.

(Estos hechos concretos han sido puestos en entredicho por las últimas investigaciones, que avalan la idea de que naciera en 1876. Según esto, en 1890 Virginia habría tenido solo 14 años, lo que hace extraño semejante protagonismo. Aparte de eso, no hay evidencia contrastable de su presencia allí: ninguna fuente directa la cita en el acto en cuestión, como sí las hay del resto de hechos de militancia y activismo en los que se vio involucrada).

Durante los siguientes años su militancia no paró. Virginia arengó en varias ciudades con su discurso anarquista, concienciando a los trabajadores y enfatizando en la opresión que sufrían las mujeres obreras.

Hastiadas de pedir y de suplicar, de ser el juguete, el objeto de placer de nuestros infames explotadores o viles esposos, hemos decidido levantar nuestra voz.

Si vosotros queréis ser libres, con mucha mayor razón nosotras, doblemente esclavas de la sociedad y del varón; ya se acabó aquello de: ‘Anarquía y libertad, las mujeres a fregar’. ¡Salud!”

Virginia Bolten

En 1896 fundó el periódico anarcofeminista La Voz de la Mujer, pionero en su tipo y cuyo lema era: «Ni Dios, ni Patrón, ni Marido». También colaboró en las páginas de «El Rebelde» y «La Protesta».
         Tiempo después, hacia 1904, Virginia se trasladó a Buenos Aires. Allí formó parte del Comité de Huelga Femenino. Ya en 1907, participó en la fallida huelga de inquilinos como parte del Centro Femenino Anarquista. A consecuencia de esto fue deportada bajo la ley de residencia a Uruguay, donde continuó luchando por los trabajadores y los derechos de las mujeres. A partir de entonces Montevideo se convirtió en su refugio.
         Sus últimas acciones datan de 1923, cuando fue parte del Centro Internacional de Estudios Sociales, una asociación libertaria con sede en Montevideo.
         Hacia finales de los años 20 se unió al agrupación anticapitalista Principismo Battlista Avanzar, creada por el político uruguayo Julio César Grauert. Su casa funcionó como sede del comité.
         Bolten falleció con 84 años, en 1960, en el barrio Manga de Montevideo. Allí vivía discretamente junto con su marido, un anarquista de origen español apellidado Manrique.

La Voz de la mujer en el cine

La militancia de Virginia Bolten y su periódico La voz de la mujer son el tema central de la película Ni Dios, ni patrón, ni marido, estrenada en Argentina en 2010, dirigida por la española Laura Mañá y protagonizada por la argentina Eugenia Tobal.
         El guion fue escrito por Esther Goris y Graciela Maglie, quienes se basaron en el trabajo de Nora Usenky y Mariana Fontana, profesoras de Historia e investigadoras rosarinas.


He hecho un vídeo con el mismo contenido, algo más resumido. Lo pongo por aquí por si a alguien le viene mejor ese formato, ya que se puede ir escuchando mientras se camina o se va en el coche.



lunes, 7 de marzo de 2022

Rescatando entradas de un tiempo más oscuro


Hoy he repescado una entrada que no llegué a publicar. Es de 2020, redactada en lo más duro del confinamiento. Yo estaba terminando por entonces mi novela Barón Von Humboldt y, en paralelo, escribí una serie de entradas para el blog llamadas «El poder de la palabra», donde narraba unas supuestas peripecias como agente secreta en la Praga de la novela, la de la Segunda Guerra Mundial, a la que yo «viajaba» por entonces cada día, tanto al ir avanzando en la historia, que se desarrolla entre sus calles, como al consultar fotografías y documentales para contrastar un detalle o una ambientación concretas.
         El caso es que esta, que era la última y que coincidió prácticamente con el final del libro, se quedó sin publicar.
         Hoy he vuelto a leerla y no he sido capaz de borrarla, pese a que ha quedado totalmente desfasada. Pero —no sé si a otros escritores les pasará igual— a mí me cuesta horrores rechazar a cualquiera de mis «hijos» literarios, máxime cuando están, como este, ya conformados, aunque aún no hayan nacido. Así que aquí lo dejo, como reflexiones sobre una pandemia que se resiste a abandonarnos mucho más de lo previsto. Y sus paralelismos con otra gran crisis humanitaria dramática, esa vez causada por una guerra mundial.


EL PODER DE LA PALABRA 11

El regreso

Hace tres días que llegué a casa. Madrid, 16 de abril de 2020. Plena pandemia. Por unos días, más bien semanas, había podido olvidarme un poco de esto, inmersa como estaba en un peligro muy distinto. Hoy, sin embargo, todo ha vuelto a caerme encima de golpe, se diría que hasta con peso renovado. Me angustia no saber hasta cuándo durará esta hecatombe, que llegó sin casi darnos cuenta a sacudir nuestro mundo, nuestros mundos, de una manera tan increíble.
         ¿Sin darnos cuenta —dirá alguien—; es que acaso no hubo avisos? Claro, sí; sin duda. Pero cómo creer que esta vez, una de tantas, la alarma estaba justificada y se cumplirían los peores pronósticos posibles. Nadie está nunca preparado para algo así. Por más que quiera.
         Y vuelvo la vista a lo que he dejado atrás —que es lo que yo venía a contaros de primeras—, a esa aventura (literaria) sangrienta, ese terror distinto que vivieron otras gentes (algunas reales) que ya han muerto. Atrás en el tiempo, en otro sitio, pero en circunstancias demasiado próximas a las actuales. Solo hay que estudiar Historia para saber cómo se repite todo.
         Porque lo que nos está pasando no es «solo» una enfermedad. Aunque sea una como las de las plagas de Egipto. Es también la ruina de un sistema; son familias, miles, millones, que no saben lo que harán con su vida el día de mañana, cuando esto acabe, si es que acaba. Son sueños y esperanzas que se disuelven en la nada, empresas que se hunden; intentos, empeños que se truncan. Mañana... Bueno, no tiene pinta de que vaya a ser mucho mejor que el hoy. Así que, no hay huida hacia delante, no hay escape. Han muerto las certezas y nos movemos sobre arenas movedizas. Ni los gobiernos, ni las empresas del IBEX 35, ni los gurús financieros, ni los gurús ideológicos, ni los hombres de fe ni los escépticos. Nadie sabe nada, nadie se libra de esto, nadie está a salvo. El ángel de la Muerte dispara al azar y a cualquiera le puede tocar la china. O tal vez tenga un plan, solo que no lo conocemos.
         No me hagáis mucho caso, es que hoy lo veo todo negro. ¿Qué paralelismo podría haber entre esto y aquello sobre lo que escribo? Entonces era feudo de otro Jinete del Apocalipsis, la guerra (aunque sus hermanos el miedo, el hambre y la muerte no lo dejaban solo). Que no había venido de la nada. Nosotros ahora sabemos todo lo que iba a pasar, lo que pasó, cuánto duraría, cómo se iba a terminar. Pero antes de la guerra nadie pensaba que las cosas iban a discurrir de ese modo, nadie podía imaginar la duración ni el coste. Nadie supuso que las alertas estaban justificadas y se daría el peor escenario posible.
         Se venía de otra guerra, de la derrota (en el caso alemán), la humillación y los pactos desastrosos, aunque inevitables. Hambre, desigualdades, poblaciones desplazadas... Y mucho miedo. La sensación de incertidumbre era lo peor, ese sentimiento de andar en la cuerda floja que hace bienvenido al líder que promete seguridad. Aunque sea a costa de las libertades, aunque no escuche razón más que la suya. El que se dice imbuido de una misión, de una Idea, el que asegura prever un glorioso futuro, ese es el hombre al que seguirá la gente. Y el que promete pan, aunque no diga cómo se propone conseguirlo. A ese es al que escucharán. A costa de lo que sea.
         Por eso ahora, cuando todo se tambalea (Jinete Enfermedad esta vez, pero con enorme crisis económica y social aparejada), crece el peligro de que la masa se vuelva hacia los visionarios de turno. Por eso las medidas de aislamiento (necesarias) tienen el riesgo de dividirnos e impedir el ejercicio de la asociación y la colaboración. Menos mal que hoy, con las inmensas ventajas de la Red, estamos conectados aunque sea a distancia. Quizás eso nos salve en ese área.
         Para el otro, el aspecto económico y social, no hay otra solución más que el «Ingreso mínimo garantizado» para todos los ciudadanos que no tienen medio de subsistencia. Algo en lo que parece que (por fin) se está trabajando, aunque cuenta con los detractores de siempre.
         ¿Conseguirán una vez más frenar la justicia, evitar que se remedien desigualdades, silenciar a los más pobres, y también a los solidarios, los pacíficos, los que escuchan otras voces además de la propia? Habrá que confiar, contra toda razón, en que esta vez no lo logren. Aunque solo sea por dejar un resquicio de luz que nos diga que este túnel también tienen una salida.