Casi un año después de Entremundos ha visto la luz mi siguiente proyecto, en esta ocasión novela: La casa de los cerezos.
Y, como me gustaría convertir en sana costumbre, ha llegado el momento de compartir con vosotros el "libreto" de la función. Sin más:
LA CASA DE LOS CEREZOS en Samhain
Presentación:
Llega el público y se le anima a
sentarse. Cuando lo hace, de pronto, se apagan las luces y empieza a sonar una tormenta.
Rayos,
truenos y luego la lluvia, primero se escuchan y luego empiezan a proyectarse
en la pantalla.
PRESENTACIÓN ORDENADOR: Música de The Smiths:
How soon is now? Fotos de Madrid otoñal, del distrito y del barrio. Mientras, leo la
siguiente introducción:
Aquel tiempo ha quedado para siempre grabado a fuego
en mi memoria. Aquel otoño extraño del año 81, aquella Navidad rara y especial,
distinta de cuantas había conocido hasta el momento. Y aún me sorprende algunas veces la exactitud con la que recuerdo todos los
detalles, el grado de nitidez con que aparecen dibujados en mi memoria incluso
los aspectos menos importantes.
El escenario de mis recuerdos, el telón de fondo que sirve de decorado a
aquellos días, es un Madrid alfombrado de hojas amarillas; lluvioso, húmedo y
no obstante resplandeciente, como en uno de aquellos días de luz radiante que
nos regala de vez en cuando el otoño, estación que, por otra parte, creo que es
la que mejor le sienta a esta ciudad, de primaveras efímeras y veranos
tórridos.
Un Madrid que luce
esplendoroso por efecto de los colores estacionales, idealizado por el paso del
tiempo; que no envejece porque ha quedado suspendido de aquellos días y se
muestra engañosamente inmutable.
Corría el año 1981. Yo tenía por
aquel entonces trece años recién estrenados y acababa de mudarme, junto con mi madre y mi
abuela, a Manoteras, un barrio de Hortaleza, en la periferia de Madrid, que no
sé el número que ocupaba en una larga, larga lista de destinos que habíamos
recorrido desde que tenía noción de ello. Manoteras, uno de esos suburbios
modernos, de aluvión, que se habían ido creando en la ciudad en los años 50 y
60, como resultado de los planes urbanísticos que habían definido las afueras
de la capital.
Al principio me
sentí allí una especie de exiliado. Mucha animación no es que tuviera la zona,
por no tener no tenía casi ni tiendas. Pero pronto mi afición por lo fantástico,
y ese sentido de la aventura que me había auxiliado en tantos trances de
aburrimiento y monotonía, acudieron en mi rescate. Con tremenda facilidad
empecé a interesarme por el entorno y a convertirlo en escenario de
descubrimientos e historias imaginadas.
Había rincones en
el barrio y parajes deteriorados que habían visto días mejores, donde me
gustaba perderme. Había también una zona conocida como El Querol donde aún se
levantaban un montón de casas bajas, un colegio abandonado, un bar, una
chatarrería e incluso una lechería que vendía leche sin envasar. Era un terreno
sin asfaltar con más aspecto de pueblo que de zona urbana, o al menos para mí,
que lo más rural que conocía era algún retazo apenas memorable de alguna
excursión a Cercedilla.
Fue allí donde empecé a recolectar los primeros rumores que habrían de
ponerme sobre la pista de un apasionante misterio. Fue allí donde comenzó
realmente la aventura. El primer paso en la larga serie de acontecimientos que
me devolverían algo que yo había perdido sin saberlo.
Música
Escena teatral (música de Expediente X)
(Narrador.
Empieza cuando la música baje un poco) Tenía que
descubrir como fuera el misterio que pesaba sobre aquella casa. Y la única
manera de hacerlo era entrar de una vez y enfrentarme con lo que habitaba en la
oscuridad. Eso que había creído intuir aquella vez tras los cristales.
(A
la vez que lee, Daniel se acerca al escenario despacio, aparca la bici, sube el
peldaño y se queda delante de la puerta de papel, pintada de verde)
Continúa leyendo: La casa se encontraba en una calle tranquila que no
era de paso. Llegué muy temprano y, asegurándome de que no hubiera nadie
mirando, emprendí el asalto. (Aquí acaba tu parte por ahora)
(Al
mismo tiempo que el narrador lee, D mira hacia todos los lados,
asegurándose de que nadie le observa, y luego saca una piedra del bolsillo. Rompe el papel que hace de puerta, —RUIDO DE CRISTALES ROMPIÉNDOSE— deja que los trozos caigan al suelo y
camina despacio hacia el fondo del escenario. Se para un momento y mira a su
alrededor, como inspeccionando la casa. Luego se da la vuelta, para desandar el
camino, y se topa con el señor Antón, que ha llegado hasta el
borde del escenario y se ha parado unos pasos delante del escalón. Lleva un
bastón.
Los actores en plena función. |
(Sr. Antón): —Eh, tú, chico, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Has venido
a robar?
(Daniel): —Nnn, no, señor —avergonzado—.
Estaba... estaba mirando. —Traga saliva y se explica,
pero se nota que es mentira—: Pasaba por la calle y vi la puerta
abierta...
(Sr. Antón): —¡Y un cuerno! La puerta no estaba abierta, claro que
no: he oído el ruido de los cristales hace nada. Le has dado una pedrada, de
eso estoy seguro —con severidad.
(Daniel se queda callado, sin saber qué decir. Puede mirar para abajo, restregar un pie
en el suelo…)
(Sr. Antón): —¿A esto es a lo que os dedicáis los chicos ahora? ¿A
hacer el gamberro? (Y luego, con ironía) Supongo
que es más divertido que ir al colegio, que es donde deberías estar si no me
equivoco.
(Daniel) —No señor, eso es verdad. Pero no soy ningún
gamberro, eso no. (Un poco enfadado): Es la
primera vez en mi vida que hago algo así, y ha sido por una buena razón.
(Sr. Antón): —Ah, ¿sí? ¿Y qué razón es esa? Si me permite usted la
pregunta —con cierta ironía, pero mirando a Lucas con
interés.
(Daniel): —Pues verá usted, me he enterado de que en esta casa
hay fantasmas, y he querido entrar y verlo con mis propios ojos para descubrir
el misterio y que la casa quede libre. (Más animado):
Como en las películas, ya sabe.
(El Sr. Antón no dice nada pero le escucha atentamente. Ya le mira más amable. Daniel habla entonces, bajando un poco la voz con tono de misterio): —En esta casa pasan cosas raras. Yo he visto, incluso,
al propio fantasma.
(Sr. Antón): —Claro. Y supongo que hasta habrás hablado con él,
¿no, señor detective de...?
(Suena
un golpe y se interrumpe. Los dos miran hacia arriba, como si el ruido viniera
de allí. Permanecen parados, junto a la pantalla donde proyectaremos el vídeo.
Se acercan los dos entre sí, de pronto más amigos. Entonces en la pantalla se ve una
pelota que baja por los peldaños de una escalera, a la vez que suenan los golpes
de los rebotes).
ESCENA DE AL FINAL DE LA ESCALERA
(Daniel,
susurrando con cierto susto): —Es como en
esa peli: «Al final de la escalera».
(Se
miran intrigados y luego se vuelven a mirar a la pantalla otra vez.
—Nuevo golpe—. Se asustan y el Sr. Antón coge a Daniel por los
hombros, en gesto de protección. Levanta la garrota como si fuera
un arma, y dice hacia la oscuridad):
—¿Quién anda
ahí?
(Se
apagan las luces. Música de Expediente X).
(Fin).
Se encienden las luces y habla el presentador: Rafa González.
Cuando termino, le doy el pie a M. José:
Aprovechando que tenemos aquí a la
portadista de la novela, la pintora M. José Perrón, le vamos a pedir que nos cuente cuál ha sido el proceso de la creación
de la portada, como ya veréis, muy interesante.
Presentación de M. José, hasta el
min. 1. Ahí se apaga la música (dejando las imágenes) para que hable ella.
Siguiente paso: “ruegos y preguntas”. Aperitivo. Y títulos de crédito.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCronicón... óle, óle y óle... Te debo un besazo cuando te vea, maja. Enhorabuena de verdad y acuérdate avisar cuando tengas ejemplares disponibles, vale?
ResponderEliminarNuevamente, gracias. Lo cierto es que yo lo disfruto enormemente (quizá la que más jajajajaaaa), así que me encanta hacer estas cosas.
ResponderEliminarEn cuanto a los libros, ya los tengo. Luego te mando un privado ;-)