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lunes, 4 de marzo de 2013

Pócimas y Recetas

Hoy traigo un relato entero que es especial para mí. Es bastante incalificable en cuanto a género literario y tengo curiosidad por saber qué efecto os causa. Así que si alguien se anima a "viviseccionarlo" tiene completa libertad para hacerlo, y todo mi agradecimiento :-)
**Eso sí, aviso que es largo XD


2.000 d. C. Cronología de la Tierra
por L. G. Morgan

¾Habrá que decidir –dijo la entidad denominada B.
       ¾Muy bien, propongo una votación para evitar más dilaciones –aprobó la entidad llamada c.
       ¾De acuerdo –fueron asintiendo los demás.
       ¾Una última cuestión –reclamó L, el miembro del consejo que había sido el primero en llegar-. ¿Qué número hace el último mesías que hemos mandado? Lo digo porque, como ya sabéis, para los seres humanos todo lo que tiene que ver con lo que llaman numerología adquiere una importancia enorme. Podríamos ocuparnos de que fuera algo simbólico.
       ¾El último mesías era el 113 –contestó k-, que para la mayoría de culturas terrestres se asocia con catástrofes o cambios drásticos. Pero no creo que debamos preocuparnos por eso, según su cronología están a punto de alcanzar una fecha de simbólica cifra. Ya sabéis, les gustan los conceptos redondos.
       Una vibración de regocijo recorrió la onda de energía que aglutinaba a su vez las energías de las entidades, en esa formulación de sus esencias.
       En realidad, aquello era solo una diversión más, desde luego, se recordaron todos en el silencio de sus mentes. No tenía mayor importancia. Pero en todos los juegos gran parte del atractivo está en definir unas reglas y unos resultados posibles. Si no la cuestión pierde encanto, ¿qué importa entonces un final u otro? Además, proporciona mayor aprendizaje una experiencia controlada de algún modo que el puro azar obrando por ley de probabilidades.
       ¡Uy!, de nuevo se colaban conceptos humanos. ¿Tanto les había marcado esa dimensión concreta? Era, eso sí, uno de sus lugares de recreo favoritos. Y aunque primitiva, una escuela que a más de uno le había reportado interesantes conocimientos.
       Lo que Es les dejaba obrar a su antojo, estaban ya tan cerca de Ello...
       Ahora estaban reunidos para decidir si aquel continuo espacio-tiempo que llamaban Universo había tocado a su fin.
       Las ventajas eran numerosas. Las enseñanzas posibles de un “fin del mundo” eran infinitas, en cualquier estado del ser que pudiera darse. La evolución de las almas se saltaba varios pasos, a veces, con experiencias tan esclarecedoras, y que hacían tanto por la toma de conciencia sobre lo importante y lo irrelevante.
       ¾Mi voto es: Fin del Mundo –dijo k, interrumpiendo de este modo los impulsos eléctricos que configuraban el pensamiento de todos ellos.
        ¾El mío también –decidió otra entidad que había permanecido inactiva instantes antes, era la llamada x
       ¾Opino igual –se añadió otra “voz”, la de q
       ¾Totalmente de acuerdo –opinó B
       ¾Pues a mí me gustaría esperar un poco hasta estar seguro –contradijo c-, quizá si escucháramos más opiniones... alguno que tenga experiencia de campo más reciente.
       ¾Podríamos llamar a unos cuantos entre los últimos mesías –apuntó L, que no se acababa de quitar la cuestión de encima.
       ¾Por mí no hay inconveniente –se sumó e al debate-. Tenemos tiempo.

Hicieron fluir energía y partículas entre ondas electromagnéticas de nivel a. En un continuum simultáneo otras ondas fueron sumándose a la principal, hasta engrosar un movimiento cíclico de periodo variable que quedó inmóvil al alcanzar su forma definitiva. Las explicaciones eran innecesarias. Todos eran parte del todo global. Tenían acceso a la energía mental de todas las partículas a la vez.
       L interrogó a uno de los entes de reciente incorporación, el ente inmaterial llamado Richard Bach en su última encarnación, cuando aceptó la tarea del denominado mesías número ciento trece. El cuerpo de Bach aún permanecía en la Tierra, pero su espíritu había logrado durante el sueño, acudir a la llamada que le había convocado.
       ¾Te hemos reclamado –explicó L-, porque queremos saber tu opinión y necesitamos disponer de tu reciente experiencia, para terminar de dilucidar la cuestión que nos ocupa, y que es acabar con el campo de entrenamiento que llamamos Tierra. Bueno, en realidad, lo que se ha planteado es incluso más amplio, hemos pensado acabar con toda la dimensión espacio-tiempo conocida como “universo”.
       ¾Si, lo sé –contestó el llamado Bach-. Todo lo que pueda serviros de mi conocimiento está a vuestra disposición.
       ¾¿Cuál es tu opinión entonces?
       ¾Mmmm... sabéis que tengo cierto apego, más que el general al menos, a la forma temporal de vida que estamos tratando. Siempre me ha resultado útil y, en algún caso, incluso muy placentera y divertida. Y si no, emocionante siempre.
       Pero mi opinión sobre el futuro de tal dimensión coincide con la vuestra. Creo que la capacidad de este mundo para seguir instruyendo entes inmateriales eternos se ha vuelto muy limitada. Me apoyo en los resultados visibles que arrojan las almas que vienen de vuelta. Cada vez más, solo los espíritus más primitivos deciden probar fortuna en este campo.
       Fiel a mi misión sin embargo, creo haber hecho ya todo lo posible por transmitir algo de la verdad. Aunque en ese aspecto temo haber fracasado.
       Los humanos son incomprensiblemente crédulos ante un montón de necedades, pero parecen totalmente impermeables a la voz de la esperanza y de la verdad. En general creo que son más afines a los mensajes angustiosos y catastrofistas.
       Así que sería más acertado, si lo que queréis es sacudir conciencias y favorecer crecimientos espirituales, hacer algo en plan hecatombe u holocausto multitudinario. Allí les gustan los gestos llamativos y los sufrimientos atroces. Sus almas responderán sin duda.
       ¾Sí, sabemos de tus perspicaces observaciones. Y también de las gestiones que llevaste a cabo para transmitir lo que tenías encomendado –dijo e-. Intentaste explicarles con tus libros todo lo que debían saber. Original, sin duda, la forma de presentarte.
       ¾Gracias –la entidad Bach sintió la satisfacción del perfecto entendimiento, en el seno de la mente colectiva-. Tomé la decisión de presentarme como escritor porque en la época terrestre en la que me tocó encarnarme, según su cronología, la comunicación de masas era, lo sigue siendo, un instrumento estupendo que se hace imprescindible para alcanzar el máximo auditorio. Podría haber elegido también el papel de periodista, claro está, pero creí que un escritor, al tener más prestigio, sería más efectivo de cara a la consecución de mis fines.
       Probé con “Juan Salvador Gaviota”, para explicarles la verdad de las cosas. Pero vi que resultaba demasiado metafórico.
       ¾Sí –corroboró e con tono reflexivo-. Parece increíble pero al encarnarse, la mayoría de los espíritus pierden por completo la intuición y el ingenio. No son capaces de comprender más que los aspectos superficiales y aparentes de la realidad, cualquier realidad.
       Puede deberse tal vez a las Leyes de Transformación –emitió algo parecido a un suspiro mental-, quizá sean inevitables esas pérdidas al pasar de un estado energético a otro basado totalmente en leyes físicas, definido por el tiempo y el espacio.
       Todos mostraron su conformidad con la hipótesis.
       ¾Y además de lo dicho –continuó Bach tras un instante-, el asunto se complica siempre, más aún, debido a que en general las formas humanas no recuerdan nada previo al nacimiento. Todos los seres humanos creen firmemente que lo son.
       Mi caso era distinto, como el de cualquier mesías de los que enviamos, porque ya me había encarnado antes unas cuantas veces. Sí, de todos es conocida mi atracción por el lugar Tierra. Por eso yo no olvidé nada, en todo momento fui consciente de lo que era.
       Por todo lo dicho, elegí un medio concreto que me pareció ser el que gozaba de más posibilidades de éxito. Libros y libros. Y como el mensaje de las gaviotas no pareció llegarles, lo intenté de otras formas. Pero sin mucha más suerte.
       ¾Pues con “Ilusiones” se lo pusiste tan claro como era posible –trató de consolarle B-. Al menos sin revelar lo que tenemos prohibido, y que todos aceptamos. Siempre estuvimos de acuerdo al definir las reglas: no podemos mostrarnos en otra naturaleza que la de la dimensión donde existimos en cada momento.
       Pero en tu libro tratabas de explicarles la verdad, que el universo no es más que ilusión, que puedes expresar allí la realidad, si lo deseas, pero que no es la realidad misma. Y que el objetivo de la vida es ser feliz...
       ¾Sí, sí, sí. Aprender y divertirse, se lo dijo muy claro –intervino x, que parecía saltar de incontenible energía-. “Somos las nutrias del universo”, les dijiste, eso es muy bueno. Que la auténtica familia no es de sangre, que la criatura espiritual que llevas dentro te guía por la vida, que si justificas tus limitaciones las tendrás...
       ¾Pues no se enteraron de nada –respondió Richard-. Si acaso unos pocos.
       ¾Tal vez si hubieras intentado una cobertura más tradicional –se preguntó q, dentro de la mente colectiva-, algo más del estilo del visionario convencional...
       ¾Sí, ya entiendo, más como el mesías llamado Jesucristo. Milagros, multitudes alrededor, mensajes orales y en vivo... y una muerte espectacular para que te recuerden. Me lo planteé, no creáis, pero pienso que en esta época no hubiera dado resultado. Hay sectores importantes muy escépticos respecto a mensajes de este tipo, cualquier cosa que les recuerde a la religión despierta sus recelos inmediatamente.
       ¾Además –intervino entonces k, que llevaba tiempo inactivo-, Xto tampoco logró transmitir lo que se proponía. En su tiempo le entendieron unos pocos, pero con el paso del tiempo esa facción fue barrida por la corriente mayoritaria, que acabó con cualquier resto de significado que pudiera quedar en el mensaje primitivo.
       Creo que el enfoque místico o filosófico no da resultado allí. Tal vez fuera distinto si hubiéramos probado otro.
       ¾Oh, pero ya lo hemos hecho –contestó c-. Que se manifieste, por favor, la entidad llamada en la Tierra Julio Verne.
       ¾Estoy aquí para lo que deseéis –contestó Verne-. Pongo la experiencia de mi última encarnación a favor del debate.
       En primer lugar he de dejar claro que me inclino en cualquier caso por la solución final que se ha propuesto. Coincido con Bach en el valor mediático que tienen en la Tierra las catástrofes y, también por simple diversión, me encantaría contemplar en el universo un cataclismo colosal que acabara con todo. ¿Habéis pensado en las posibilidades que se nos abrirían entonces para diseñar de nuevo cualquier otro mundo que sustituyera a este?
       Pero en fin, la decisión será de la mayoría. Mientras, y por si sirve de algo, contestaré a la pregunta sobre el tono de mensaje más efectivo.
       Yo, al contrario que Bach o que Xto, o que Mahoma o Buda, enfoqué el asunto con otro lenguaje y otras perspectivas que no eran, creo, ni filosóficas ni trascendentes.
       De todas formas se trata siempre, ¿no es así?, de despertar la conciencia de los seres humanos y mostrarles el camino. Cómo lo hace uno... bueno, es cuestión de ir probando.
       Pero una cosa es cierta, sea la época que sea, el mensaje que llevamos los mesías siempre parece chocar, incluso contradecir, lo que el mundo piensa o imagina. Vamos contra corriente.
       Bueno, no es que me queje, solo pongo de relieve las dificultades de la tarea. Y al fin y al cabo, las almas que logramos convencer experimentan un salto mayor, pues se mide con justicia el mérito y la dificultad del aprendizaje. Cuando la materia a estudiar contradice lo que se sabía, cuesta más hacerse con los conceptos, claro.
       De todas formas, tampoco yo tuve ningún éxito. En el mejor de los casos, fui ensalzado por mi enorme imaginación y gran ingenio. En el peor, me tomaron por un loco visionario, pesimista en mi concepción de un futuro regido por el dinero y la esclavitud tecnológica.
       ¾Si permitís otra opinión... –se dejó sentir otro ente recién llegado-. Es que pasaba por aquí y no he podido resitirme. –Era la entidad llamada en la Tierra Billie Holliday-. Solo quería aportar, en apoyo de lo que dice Verne, que mi manera de hacer llegar los mensajes fue también distinta, pero adecuada a la época y entorno social que elegí para mi inmersión. La música arrastraba multitudes entonces. Rompimos con todo, renovamos la escena artística... con el mismo resultado global que apunta Jules. Unos pocos reaccionan, eso sí, pero el radio de influencia siempre es demasiado corto.
       Aunque no es que importe, ¿no? El verdadero objetivo de nuestras misiones es el de mostrar las infinitas posibilidades que existen. No tenemos que salvar a nadie. Cada uno es libre de arruinar su vida, o de ser un perfecto ser humano feliz. O tener una vida plagada de éxitos o de sufrimientos atroces.
       En fin, my darlings, que solo quería ponerle un poco de variedad al tema. Seguid con lo que estabais haciendo.

En ese momento se hizo presente una subida de energía en un punto de la onda que formaban todos y se hizo patente una entidad que aún no había intervenido. Se trataba del ente que una vez fuera el mesías número quince, el Buda.
       ¾Quería intervenir en este punto –dijo- por presentar, como Billie, otro punto de vista, esta vez más exótico.
       Aunque me temo que mi conclusión final sea la misma que ya se ha mencionado: este mundo ha agotado su capacidad para progresar y servir de enseñanza a las almas que están en el ciclo de la evolución. Hace tiempo que avanza en círculos y, salvando los cambios aparentes, no se muestra distinto del que había en mi tiempo.
       Yo también traté de hacerles entender los pasos a seguir para progresar y alcanzar la felicidad, que alguien llamó nirvana, no sé por qué, tienen unas manías con los términos... En realidad el nirvana es la ausencia de sufrimiento y de deseos. Y todos sabemos que la felicidad no puede ser la falta de nada sino todo lo contrario, la culminación de lo que se es.
       Pero dejando de lado aspectos tan metafísicos, creo que podemos afirmar que el hoy de la Tierra no difiere, en cuanto a pensamiento y nivel del espíritu, del ayer que me tocó vivir. Sea pues llegada la hora de poner punto final a este continum que fue creado para un fin que no ha cumplido.
       ¾Parece que todo apunta en la misma dirección –resumió e-. ¿Alguna otra aportación?
       ¾A mi me gustaría añadir algo –se sintió la presencia del mesías número cinco, en la tierra la reina egipcia Hatshepsut, el único faraón mujer de la historia del imperio-. También estoy de acuerdo con la solución final. Solo quiero opinar sobre la forma de hacerlo.
       He de haceros notar una cuestión.
       Cuando yo viví en la materia, la primera vez, no fui consciente de mi encarnación. Mi misión consistió en trasmitir el mensaje con hechos. Yo me sentía impelida a obrar según mi propio convencimiento e intuición, aun en contra de lo establecido, y mi vida terrestre misma fue el mensaje que trasmitir.
       Por ello sé lo que puedan sentir todas las almas que se encuentran en el espacio-tiempo Tierra. No recuerdan que todo es ilusión. Por tanto se toman con gran dramatismo los acontecimientos que les suceden. Sufren, temen y se retuercen en agonía ante la tristeza y la muerte.
       Pongamos fin a su mundo, sí, pienso lo mismo. Pero advirtámosles antes.
       ¾A mi me parece bien –aportó su granito de arena el llamado mesías número veinte, en la Tierra Maimónides-. Mandemos señales. Grandes signos.
       Será tarea fácil, estoy seguro. Recordad lo que ocurrió antes del año 1.000 d. C., cronología mayoritaria de la Tierra. Una especie de histeria colectiva en algunos lugares. ¡Lo que se podría hacer ahora!, con la facilidad de comunicación que existe.
       De nuevo se aproxima el fin de otro milenio y el terreno está abonado. Todas sus teorías del milenarismo les hacen esperar con temor el año 2.000. Es un temor ancestral acerca del fin del mundo. Hasta los más racionales albergan en su interior resonancias del terror común.
       Si mandamos signos que cumplan los tópicos, y animamos los actos dramáticos que ellos mismos llevarán a cabo sin duda...
       ¾Perdonad una interrupción –intervino Bach-. Es necesario que regrese a mi cuerpo, si no lo perderé irremediablemente. Además, sabéis cuánto me gustan las sorpresas e imprevistos. Y aunque había decidido esta vez tener una muerte sencilla y poco ruidosa, ya he tenido bastantes de las otras, de ninguna manera me gustaría estropear el efecto dramático de lo que estáis planeando, así que me ciño al fin que ideéis. Eso sí, no quiero conocer más detalles. Aguardaré con impaciencia cuanto se os ocurra.
       En una partícula de tiempo la entidad Bach dejó de estar operativa y desapareció de sus conciencias. Reanudaron el debate como si nada.
       ¾Recapitulemos –se agitaron las micropartículas de L-. Todos estamos de acuerdo, es hora de obrar. Empecemos pues a divertirnos. ¿Qué deseáis?
       ¾Lo primero ha de ser mandar cometas –actuó la entidad x, poseída ahora de energía-. Siempre anticipan desastres. Mejor muchos, que sea algo realmente significativo.

Y hubo grandes signos en el cielo. De la mañana a la noche se dejaron ver radiantes cometas y estrellas fugaces. Y el firmamento estalló en cascadas luminosas nunca vistas. Y hubo colores inesperados donde siempre había habido azul tranquilizador. Y nadie comprendía lo que estaba pasando, como si una aurora boreal enigmática y colosal se hubiera adueñado del techo del orbe. Y los instrumentos de medida se averiaron y los científicos sufrieron colapsos y apoplejías y no hubo ya nada estable.
       ¾Ahora hagamos algún prodigio con el agua –dijo e– ya sabéis el poder que alcanza como señal, sus referencias históricas: las aguas del mar rojo separándose para dar paso a los israelitas, Jesús andando sobre las aguas..., o su alcance mítico: el hogar de Poseidón o Neptuno, el triángulo de las Bermudas...

Y los mares se alzaron en grandes olas. Y muros vítreos se elevaron sobre el horizonte en todas las costas. Y esperaron tsunamis que barrieran la tierra. Pero eso no sucedió. Y el temor creció aún más ante lo incomprensible. Y a nadie que supiera se podía preguntar.
       ¾Eclipses –añadió q-, donde haya luna, provoquemos un eclipse de luna. Y donde haya sol, de sol. Tienen misteriosos significados desde la antigüedad.

Y hubo fenómenos que los astrónomos no habían anunciado. Nadie tenía gafas adecuadas para presenciar los ocultamientos solares. Muchos se los perdieron sin más, ocupados en quehaceres que no dejan tiempo para mirar al cielo. Los pocos que, avisados por la repentina oscuridad, trataron de ver qué pasaba, no dieron con ninguna explicación.
       En los países de la cara oscura, nadie se fijó especialmente en la luna aquella noche. Y el tema “eclipses” fue poco o nada efectivo.
       ¾Plagas, sin duda –aportó q entonces, sin permitirse caer en el desánimo-, eso siempre funciona.

Y hordas de langostas cayeron del cielo, y los ríos se tiñeron de sangre, y las cosechas se calcinaron en los campos, al parecer por combustión espontánea.
       Y horribles tormentas surcaron los cielos. Pero no llovió agua sino ranas y mosquitos.
       Y las personas se cubrieron de un curioso aunque inofensivo sarpullido. Y los animales salvajes salieron de zoos y sabanas, de parques temáticos y circos, para invadir las calles de las ciudades y los campos de las urbanizaciones.
       ¾Y trompetas –añadió k-, siempre me han parecido muy significativas las trompetas del juicio. ¿Me permitiréis, no obstante, una leve modificación? En aras de la creatividad.

Y el aire trajo el estruendo apoteósico de música, que resultó sorprendentemente conocida. La trompeta de Louis Armstrong, el saxo glorioso de Lester Young y la perfecta y jazzística dicción de Lady Day, que arrastraba con elegancia infinita las hermosas palabras de Blue Moon, mientras una enorme luna llena azul cobalto se destacaba sobre todos los horizontes.

En la Tierra, Richard Bach alzó la cabeza y negó repetidamente chasqueando los labios. Eso no se iba a entender, pensó. Un humorístico fin del mundo no entraba en los esquemas de los seres humanos. Él lo sabía bien, uno no se tomaba la destrucción y la muerte con el talante de quien va de fiesta.

Y entonces los seres humanos, desconcertados, supieron que algo extraño sucedía. Y se dieron cuenta de que tenía que ser algo malo, dado que eran cosas que nunca habían pasado.
       Y un éxodo se formó desde cada punto habitado en dirección a los centros de las grandes ciudades. Y ríos de gente cubrieron cada camino y cada acceso, colapsando todo, y cada hueco libre fue ocupado por personas y animales  en movimiento.

Y las entidades que observaban en sus mentes cuanto acontecía sintieron que todo estaba bien. Y sus auras se agitaron y se aceleraron, contagiándose movimiento y actividad.
       ¾¿Qué falta? –se interrogó B con emoción- Seguro que necesitan algo más definitivo, de alcance general quiero decir. Claro –se respondió a sí mismo-, el temido efecto 2.000 del que tanto se ha hablado en los últimos tiempos. Y ya que sabemos cuánto aprecian sus máquinas los terrestres, y cuánto han llegado a depender de ellas, hagámoslo a lo grande. El Apocalipsis de la tecnología. Allá vamos.

Y todos los sistemas fallaron. Y los ordenadores murieron sin un suspiro de advertencia. Y el mundo se apagó. Y ya ninguna máquina, sencilla o compleja, funcionó nunca más. Y hubo grandes lamentos e innumerables gemidos de consternación. Y se lloró por las pérdidas como si de seres humanos se tratase.
       Y las muchedumbres alcanzaron en todo el mundo las sedes de los gobiernos. Y empezaron las luchas y los tumultos.
       Y fueron rescatadas todas aquellas armas que no precisaban de asistencia tecnológica. Y unos contra otros lucharon, sin distinguir al final amigo de enemigo, hasta quedar diezmadas las poblaciones de todos los lugares de la Tierra.
       Y los desfavorecidos tomaron las riquezas que antes se les habían negado, hasta quedar hartos pues, si todo acababa, si habían de morir, mejor hacerlo ahítos y satisfechos.
       Y hubo frenéticas oraciones. Y orgías multitudinarias de desenfreno nunca visto. Y suicidios en masa. Y penitentes desquiciados.

Richard Bach, espectador desde la Tierra, alzó la vista de nuevo al cielo, encaramado sobre la cima plana de una colina adonde había llegado horas antes con su pequeña avioneta. Y contempló con los ojos de su espíritu un más allá que solo él sabía a ciencia cierta que existía.
       Esta vez no había precisado planes de vuelo aprobados ni indicaciones de ningún controlador aéreo. Sabía que este vuelo iba a ser el último. Su avión había sucumbido como todo lo demás. Miraba en la distancia, allí era de día, el enjambre de personas que se desplazaban por cualquier camino de los que abarcaba la vista, al parecer sin un destino definido, y podía imaginar su angustia y su terror, su desconcierto.
       Sintió lástima por ellos. Aunque todo era solo ilusión qué fácil era olvidarlo. Cómo llegaba a sentirse uno sumido en la situación, sumergido en la profundidad de la desgracia, atrapado en medio de acontecimientos que creemos externos...
       Y sintió una punzada de duda. ¿De verdad era aquella la manera?

¾Y ahora... ¡paremos el planeta! –exclamó c, con todas sus moléculas sin masa apreciable desbocadas, bullendo de excitación-. Literalmente. Hagamos que la tierra cese su giro. Paralicemos también la traslación.

Y sucedió aún algo más. Algo que en un primer momento la multitud, sumida como estaba en cumbres de excitación peligrosas, no notó. La tierra se paró y fue como si el tiempo se detuviera. La mitad en sombra quedó para siempre en sombra, y la mitad con luz diurna conservó para siempre el mismo matiz de amanecida, mediodía o anochecer que tenía en ese momento concreto. Y algo imperceptible les hizo sentir que la vida misma se había detenido.
       ¾Llegó el final –la entidad L parecía haberse contagiado de la gravedad del destino que habían otorgado al planeta azul. Ni la agitación más mínima turbaba su esencia. Todo su ser se hallaba inmóvil, como si la vida lo hubiese abandonado-. Pongamos de una vez término a la tarea y que las almas recobren al menos la conciencia de lo que son. ¿De qué sirve prolongar la agonía?
       ¾¿Prolongar? –se extrañó q– Pero si el apocalipsis entero no ha durado ni día y medio, según el cómputo de la Tierra. Menos tiempo hubiera sido una absoluta chapuza. Cometas juntándose con los mares alzados, eclipses a ritmo de jazz, o eclipses de lunas azules... Mejor no lo podíamos haber hecho, creo yo. Eso sí, estoy de acuerdo en que no queda mucho más por hacer. ¿Tal vez el resto de la galaxia? Habrá que destruir todo lo que ellos creen que existe.
       ¾Sí, es inevitable –corroboró c-. Hay que llevar la función hasta sus últimas consecuencias. Propongo que vayamos estallando planeta a planeta hasta que no quede ninguno en el sistema solar más que la Tierra. Esto lo digo para que puedan seguir asistiendo como espectadores. Al menos los que queden.
       Luego, que se fusionen las estrellas hasta formar una inmensa bola de energía. Y por último, estrellas de otras galaxias se añadirán a la esfera de materia fundida que se habrá creado y que succionará todo lo existente. Entonces una luz cegadora viajará desde años luz de distancia hasta la Tierra, a través de algún agujero negro que permita acortar camino, y así la Tierra sabrá que habrá llegado el fin.
       Algo así como el big bang a la inversa. Lo último de lo que tendrán conciencia como seres humanos es de un instante infinitesimal de luz cegadora y calor abrasador. Y después... la nada. O el todo, según se mire. Porque habrán vuelto a “Ser”, libres de la envoltura engañosa de la encarnación. Y nos reiremos todos y comprenderán el sentido del Espectáculo Fin de Mundo que les hemos servido.

Y la Tierra se vio sacudida por fuertes temblores. Y sonidos espeluznantes llegaron trasmitidos desde la atmósfera como el eco, en un universo cada vez más vacío, de los estallidos planetarios.
       Y comenzó a verse un foco de luz mucho más ardiente y luminoso que el sol. Y en la mitad del planeta sumida en la noche, volvió a hacerse de día.
       Y nadie ni nada se movió más.
       Y supieron que era el fin...

¾Un momento, un momento –se dejó sentir en la inmensidad de su pensamiento el eco de la presencia del ente Richard Bach-.
       Todos los otros entes se hallaban completamente arrobados y absortos en la percepción de los últimos momentos de la dimensión llamada Universo. Solo un esfuerzo colosal de sus voluntades les permitió volver su atención al requerimiento del recién llegado. ¿Qué pasaba ahora?
       ¾¡Detenéos! Esto no puede acabar así.
       Ninguno daba crédito a la petición de Bach. ¿Pero qué le pasaba a este ente? Su vida mortal, sin duda, le había trastornado.
       ¾Sería contravenir los Principios más básicos del Plan –insistió-. No podemos hacerlo. No es nuestra elección sino la suya, ¿no lo comprendéis? Vamos a ver –porfiaba en su explicación-, cada cual debe escoger su destino, ¿no es así? Y diseña su vida terrestre como si fuera el guión de una de sus películas. Luego se sienta en la butaca, con las palomitas y tal... Y a disfrutar. Da igual drama o comedia, peli de terror o fantasías animadas, todo vale.
       Pues bien, el fin del mundo no puede ser cosa nuestra. Tienen que decidir ellos, que aún están en carne y hueso en un planeta del espacio-tiempo. Nosotros se lo hemos servido en bandeja, y os aseguro, yo que lo he visto, que ha sido algo grandioso. Pero no ha de ser su condena sino su oportunidad. Propongo –expresó con toda la firmeza de la que fue capaz- que sea su reacción al drama, que con tanta maestría hemos creado, la conclusión del mismo. Dejemos una puerta abierta. Si hay algún conato de resistencia, si se produce la más mínima intención de lucha y pelean por la supervivencia. Si tan solo algunos se atreven a desafiar al supuesto destino...
       Yo propongo que les dejemos salvarse.

Unos instantes de absoluta quietud siguieron a la formulación de ideas producida por Bach. Luego los pensamientos volvieron a fluir y se fusionaron y cobraron forma e intensidad. Las ondas mentales de la entidad L resumieron sin palabras el mensaje final que resultaba de aquello:
       Que así sea.

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