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martes, 21 de enero de 2020

ESTUDIO EN NEGRO

José Carlos Somoza

josé carlos somoza

Terminada y disfrutada. Cien por cien Somoza, con los temas centrales que suelen estar presentes de un modo u otro en todas sus obras: el acto de la creación; el Arte; la complejidad psicológica de los personajes, diseccionados en toda su profundidad; el placer y el dolor, ligados a menudo; la intriga, el suspense y hasta el horror.
         Esta vez, sin embargo, la historia se inserta en un marco geográfico y temporal hasta ahora no explorado: una clínica mental para gente adinerada en el Portsmouth de finales del XIX, una ciudad portuaria llena de gente miserable y excluida, en claro contraste con unas clases pudientes y acomodadas, beneficiarias del comercio; que se encuentran y llegan a coincidir en los variados espectáculos que la ciudad ofrece como reclamo. Escandalosos Clandestinos, musicales, teatro de caridad, obras infantiles...
         La ambientación de la novela es igualmente fabulosa, y la intriga y el ritmo los ya habituales en la obra de quien es un fantástico escritor, capaz de muchos y variados registros. El libro, como objeto, es también muy chulo. Intercala anuncios y notas de prensa, y presenta como una especie de emborronado de papel antiguo.
         José Carlos Somoza, escritor al que sigo desde hace mucho tiempo y al que ya digo que valoro, tanto por su versatilidad como por la riqueza psicológica de la que siempre dota a sus personajes y tramas, hace además en esta novela algo que me encanta: entrelazar la realidad (personas, hechos y lugares reales) con la ficción y, en este caso, la propia escritura. Construye los antecedentes de un conocido mito, le da un origen y un sentido.
         En este caso, se trata de Sherlock Holmes, el peculiar investigador que encumbró el uso del razonamiento, la observación y la deducción en la resolución de los crímenes.
        En «Estudio en negro» Somoza se inventa un trasunto real para el personaje literario, recreando para ello un episodio de la vida de su autor, sir Arthur Conan Doyle. Enlaza títulos creados por este con momentos de la trama de la novela que tiene entre manos, recrea ambientes ya conocidos pero haciéndolo de manera novedosa. Y, respetando su esencia, es capaz de explicar a su modo y desde otra óptica propia la génesis y hasta la personalidad del famoso y excéntrico detective, haciéndolo más humano y proporcionándole así auténtica «realidad».
         Es decir, nos cuenta la Historia que pudo ser, haciéndola suceder a su modo y con sus parámetros, ejerciendo de auténtico demiurgo literario y demostrando una vez más que realidad y ficción pueden ser solo aspectos de una misma cosa, y que el límite que las separa es a menudo difuso y, si me apuras, perfectamente prescindible.

miércoles, 1 de enero de 2020

EL DÍA DE LOS PROPÓSITOS

Luego ya tendremos los restantes 364 para incumplirlos :-)

tren de Año Nuevo
Ya está aquí, ya llegó el 2020. Y con él, el momento de marcarse la hoja de ruta para los próximos meses.
         Este año, yo voy a fijarme objetivos a dos niveles: el literario y el personal. Para el primero...

año nuevo literarioOcho puntos para guiar mis pasos. Para que mis esfuerzos literarios confluyan en una dirección. Para no perder el Norte, algo que resulta sumamente fácil en medio de la vorágine cotidiana.

Y para el segundo nivel, el personal o interior, tengo propósitos quizá menos concretos, o mejor dicho, más difíciles de acotar y definir, pero no por ello menos útiles en cuanto a marcar el camino.
         Son todos aspectos de lo mismo: soltarse, aflojar, renunciar al control y fluir...

bruce lee

Sé agua

Este lema de Bruce Lee, pronunciado y explicado en una entrevista que le hicieron en 1971, en el programa «The Pierre Berton Show», refleja una forma de ver la vida típicamente oriental.
         Mientras que en Occidente se considera que el ser humano debe dominar sobre la naturaleza y modificarla a voluntad, en gran parte de Oriente la visión era otra: lo que hay que hacer es renunciar a la pretensión de domar el medio ambiente y en vez de eso hay que fundirse con él, evolucionando tal y como lo hace el planeta.
         Esto implica aceptar el cambio como algo natural y consustancial a la vida. Dejar de pretender tener siempre el control, fluir con la existencia, en la certeza de que nuestro yo profundo, nuestra intuición vital y básica, nos conducirá al sitio adecuado. 

Toda esta filosofía de vida se basa en el principio taoísta del Wu Wei, literalmente No-Acción. O cómo seguir el ritmo natural de la vida.


Se basa en la creencia de que el Tao («el camino» o «la vía») es la esencia innombrable del universo, el fundamento inmanente de su funcionamiento natural.
         El wu wei, o ‘no acción’, cree en la posibilidad de que el ser humano, como miembro indisoluble de los procesos cósmicos, pueda interiorizar esta esencia y construir su vida según sus dictados. Las cosas, una vez que esa fuerza inexorable es asimilada, se ordenan y se consolidan sin que nuestra voluntad deba intervenir en su consecución. Las actividades dejan así de ser una tensión de la conciencia.



Para mis propósitos, yo lo resumiría así: dejar de hacer para, en cambio, ser. Y asimilar que lo natural es el cambio, la destrucción es también creación, y nuestro cambio es el cambio del mundo.
         Asignatura, como podéis ver, nada fácil, pero que en algún momento hay que abordar, me parece a mí.

Y nada más (y nada menos). Feliz 2020 y que nos traiga retos cumplidos y retos nuevos para el que viene.