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viernes, 11 de junio de 2021

RELATOS: el amor por la sorpresa

  

O, en mi caso, el odio, ya os lo adelanto (no lo iba a dejar para el final, claro, que entonces sería sorpresa). 

Recién acabado el Polidori (http://www.ociozero.com/foro/viii-concurso-homenaje-a-john-william-polidori), y con la satisfacción de haber obtenido un muy digno...

...con mi relato «La mina» (al que tendré que cambiarle el nombre porque a la mayoría le pareció de lo más sosaina), toca hacer un repasillo de una cuestión que una y otra vez me salta a la cara cuando de escritura y relatos se trata: la obligación de que un buen relato, para serlo, deba aportar determinadas dosis de sorpresa; esto es, que bien el final (lo deseable) o la propia trama resulten inesperados y nos descoloquen un poco.

No es la primera vez, ni será la única, que le señalan a una obra mía una falla en ese sentido. Incluso, siendo este el caso, cuando se trata de una obra que el lector-crítico aprecia y considera salvable por otros parámetros. Pero siempre está presente esa especie de decepción por que el relato no gire brusca y perceptiblemente al final, por que «se vea venir», por que la trama resulte demasiado «tipo» (lo que yo digo universal).

Pues bien, no sé si tendrá algo que ver con ello el hecho de que a mí no me van especialmente las sorpresas, así en general, y pienso que están muy sobrevaloradas. Porque a mí lo que de verdad, de verdad me gusta es que algo largamente deseado llegue por fin. Y encima la literatura me parece expresión de la vida misma, inmersa en ella y, por esa razón, con sus mismas reglas.

Imaginad que habláramos de sexo, supongo que en ese caso habría más gente dispuesta a coincidir conmigo. Las cosas van en una determinada dirección y queremos que acaben por ese mismo camino, sin ruptura o trama alternativa. Estoy segura de que habrá pocos que digan: no, hombre no, a mí dadme sorpresas y en el último momento que se desvíe la atención, qué sé yo, a lo que hay en el florero del cuarto, a la conversación del vecino de abajo, a un calambre repentino o al cuadro del Cristo cayendo sobre la cama.

O pensemos también en la carta a los Reyes Magos, cuando lo mejor es recibir precisamente aquello que hemos pedido y que deseamos con todo nuestro corazón. ¿Es mejor que en vez del camión rojo flamante y maravilloso que esperamos nos traigan un par de calcetines? O, ¡sorpresa!, tú pediste montar en globo, pero como tenemos que sorprenderte... ¡Te hemos traído un curso de macramé! ¿A que esto no te lo esperabas?

Creo que por esas filias y fobias mías mis finales suelen ser lo que yo llamo «de cumplimiento», es decir, la cadena de acontecimientos que conforma la trama suele culminar en un final para mí coherente. Si es esperado o no me importa poco, yo lo que quiero es que sea lógico y aporte algo, que transmita algo. Como, por otra parte, toda la historia en sí.

Ese es precisamente otro punto para mí fundamental y que influye de alguna manera en esto de la sorpresa sí o sí. Como cualquiera de las Artes, la literatura tiene un aspecto estético importante. Pero para mí no tiene sentido si se limita a ello. La literatura es lenguaje, comunicación, y si está hueca y es un mero ejercicio estilístico alejado de la vida y de sus realidades, si es ajena al mundo interior del autor/a, no es lo que yo quiero. Así que, desde este punto de vista, que es el mío, de poco serviría poner el acento en construir un mecanismo sujeto premeditadamente a determinadas reglas y que persiga de antemano determinados efectos si va en detrimento de la historia que quiero realmente contar.

En vez de ello, lo que yo hago es dar voz a lo que tengo dentro, crear un relato (una historia, una novela) vivo con su propia coherencia interna que transmita algo, que aporte algo al lector, a su pensamiento, a su realidad y a su vida, porque eso es lo que yo quiero cuando leo las obras de otros.

Puede parecer que cuando hablo de aportar algo me esté refiriendo a cosas grandes y no es cierto. Basta una idea, una emoción, un punto de vista que no habías considerado antes, incluso un pensamiento o una opinión que sacuda tus creencias y te haga iniciar un debate interno.

En esa misma línea me planteo lo de las «historias tipo» que, vuelvo a repetir, yo definiría más bien como universales.

Estrictamente, casi cualquier trama (CUALQUIERA) se puede reducir a un argumento tipo:

- Chico conoce a chica (o chico a chico, chica a chica, chique...), se enamoran, tienen problemas y... A-siguen juntos (si es comedia romántica) o B-se separan (si es drama).

- País 1 se enfrenta a país 2. A-gana 1, B-gana 2 o C (más raro)-ambos perecen. Todo suele depender de la nacionalidad del autor.

- Opresores vs. oprimidos (que no deja de ser un poco la opción anterior aunque sin naciones). A-ganan los opresores (si uno es un pesimista de mierda) o B-ganan los oprimidos (si uno es, por el contrario, un Ser de Luz como yo).

 - Trama divina: un dios manda algo, si A-los fieles obedecen, van al Cielo o B-los fieles son más de pecar y acaban en el Infierno.

- Trama aventuras: se descubren cosas (la selva esmeralda, un manuscrito muy viejo o la vacuna de la viruela) y la cosa acaba A-bien o B-mal.

¿Qué debemos consider entonces? Pues cómo se varíe esa trama básica (universal) en esta historia que tengo delante y qué me está contando a mí personalmente, qué le está aportando a mi concepción del mundo ese relato en concreto. Igualmente, la forma o estilo especial de ese autor/a que hará que el fondo me llegue mejor o peor.

Nota: Esto último hace referencia a algo obvio: para ser Literatura un escrito deberá aportar también a nivel formal. Si es algo que no menciono más veces, o de manera más explícita, es porque, salvo muy contadas ocasiones, no me suelen poner pegas en ese aspecto. Mi «cruz» viene más bien de la supuesta falta de punch o incluso de originalidad temática.

Dicho todo esto, y ya totalmente desahogada y más libre, tengo que acabar diciendo que el concurso y el funcionamiento del foro de OZ, han sido, como siempre, una gran experiencia; y que me llevo un montón de aportes sobre mi relato y un montón de lecturas estupendas.

         Como decimos en OZ: ¡Larga vida al Polidori! Y, si no lo habéis hecho antes, reenganchaos a ese concurso fantástico cuanto antes, porque es posible que tenga próxima edición ¡este mismo julio!