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viernes, 20 de febrero de 2015

Hijas de Lilith

Lilith - John Collier

De la mano de Erika Bornay y el ensayo del que os hablaba en la entrada anterior (¿Quién teme a la femme fatale?), seguiremos indagando en el mito de la femme fatale y, sobre todo, en su génesis.

Desde la Antigüedad se nos ha enseñado a pensar en la mujer como portadora del mal. Siempre, en todas las épocas, ha existido algún prototipo femenino causante de calamidades sociales, responsable de la perdición del varón y de su extravío. En general, cualquier mujer no sumisa se ha convertido en la encarnación del mal. Y, producto precisamente del deseo que encarnaba, se ha hecho acreedora a una serie de atributos que pretenden contrarrestar ese poder que, según ellos mismos dicen, ejerce sobre el varón.
         Ejemplos tenemos de todos los colores. Eva, vencida por la tentación, que dio a comer a Adán del fruto prohibido. Helena de Troya, que desencadenó una guerra. Pandora, que abrió la caja de las desdichas. Circe, Medusa, Salomé... Betsabé, Dalila...
         Pero antes de todas ellas hubo otra. Una criatura que sentó las bases de la rebelión y la independencia, y fue por tanto demonizada. Convertida en el ser más abyecto que podría llegar a ser una mujer. La enseñanza está bastante clara.
         Hablo de Lilith, la primera mujer de Adán según la tradición hebraica. Lilith, a diferencia de la Eva bíblica, fue hecha del mismo material que el primer hombre, por tanto, sintiéndose su igual nunca aceptó renunciar a una serie de derechos y exigía ser tratada por su compañero como un igual, sin aceptar someterse a él ni siquiera durante su unión carnal.
         Un día en que Adán trató de imponerle su voluntad por la fuerza, Lilith huyó de él y abandonó el Edén, pronunciando en voz alta el nombre prohibido de Yahvé. Ni las súplicas del esposo ni la orden directa de Dios le hicieron cambiar de opinión. Se fue a vivir al desierto y allí se unió con un demonio, Asmodeo, con quien engendró toda una legión de diablos.
         Podemos decir que Lilith fue la primera femme fatale de la Historia. Rebelde e infiel, fuertemente sexual y de una sensualidad perturbadora. Se la describe siempre con una larga cabellera rizada, rubia o pelirroja y se la representa usualmente desnuda, y en inquietante intimidad con criaturas reptilianas, usualmente serpientes.

SALOMÉ, DE LOVIS CORINTH

No es de extrañar que este mito fuera recuperado precisamente en la misma época del surgimiento del prototipo de la vampiresa o la mujer fatal. Aunque, según Erika, habría que hablar más propiamente de resurgimiento, pues se trata del mismo arquetipo, revestido con diferentes y más actualizados ropajes.
         A finales del siglo XIX la sociedad estaba inmersa en ciertos cambios que, conjugados entre sí, hicieron renacer el perfil de mujer fatal, mujer que acarrea el mal.
         - En primer lugar tenemos que considerar la alarma social que produjo la aparición de los movimientos feministas. Ha surgido una New Woman que reclama derechos y se cree capacitada para votar. Que está dispuesta a luchar activamente por lo que quiere: un espacio en la vida pública y en el mundo laboral, acceder a la Universidad,  salir de casa... Y esto inquieta profundamente al establishment masculino, que ve en la mujer una amenazante rival que compite con ellos en campos que secularmente habían sido solamente suyos.  
         - Como deriva del feroz capitalismo de la revolución industrial, que concentra en las ciudades y en condiciones paupérrimas de hacinamiento y falta de los medios más básicos una ingente población, la prostitución alcanza cotas nunca vistas. Con la consiguiente propagación de enfermedades venéreas, de las que, como era de esperar, se responsabilizó solamente a las prostitutas, sin tener en cuenta que eran ellas las primeras víctimas.
         - Otro aspecto importante a tener en cuenta fue el efecto que tuvieron las teorías de carácter profundamente misógino de conocidos pensadores y filósofos de gran prestigio, tales como Schopenhauer, Nordau, Wininger o Nietzsche. Hubo otros que, como Lombroso y Ferrero, desde supuestos falsamente científicos trataron de establecer la naturaleza criminal latente en la mujer, proporcionando la base ideológica para esas misóginas y sexofóbicas actitudes machistas que prevalecían en la sociedad.
         - Por último, añadamos también los efectos derivados de determinadas obras artísticas y literarias, que definirán el mito tanto en su aspecto externo como en el interno. Aparece por primera vez en la literatura el prototipo de la mujer adúltera, que cede ante la pasión olvidando las virtudes a las que debería entregarse por naturaleza. Al mismo tiempo, se le asignan a esa naciente figura de mujer seductora y sin escrúpulos atributos constantes, tales como su sensualidad agresiva y extrema, su sofisticación, el maquillaje marcado, el cabello largo y abundante, las curvas generosas que no se esconden.
         Todo ello acabará por definir de manera categórica esa imagen de la mujer como una criatura tentadora capaz de poner de relieve la naturaleza animal del hombre, de nublar su razón y convertirlo en una víctima del desenfreno hasta llevarlo a la ruina más absoluta.
         

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