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miércoles, 30 de septiembre de 2015

Documentarse para escribir

Y esos felices hallazgos



Hay muchas páginas, cursos y talleres, donde tratan de proporcionar a los escritores (sobre todo a los principiantes o aficionados) las herramientas necesarias para acometer dicha tarea, a menudo imprescindible según sea el género en el que se vaya a encuadrar su obra. Muchos y variados consejos, más o menos estándar, para realizarla con la mayor efectividad.
         Bien, todo eso está muy bien y resulta sin duda muy útil, pero yo no vengo a hablaros de nada parecido. Como de costumbre, resultaría demasiado sistemático para mí XD
         De lo que yo quiero hablaros realmente es de cuando documentarse se convierte en un proceso mucho más misterioso y mágico. Cuando te dejas llevar a través del tiempo y del espacio, con el radar activado a plena potencia, para captar aquello que, precisamente, más necesitas saber.

Una de mis hijas ha empezado a estudiar el método científico este curso. Me va contando lo que aprende y eso me ha hecho recordar lo que yo sabía del asunto (pues era algo que nos machacaban a conciencia en una de las asignaturas de la facultad y, queriendo o sin querer, se me quedó grabado. A fuego y con letras mayúsculas). Entre las cosas que me han vuelto a la memoria hay algo tremendamente importante, y que resulta aplicable por completo al asunto que hoy nos ocupa, la tarea de documentarse por parte de un escritor.
         Todo empieza con una pregunta. Esa es siempre la chispa que enciende el resto.
         
Parece algo obvio pero os aseguro que no lo es. Yo estoy convencida de que hay gente que logra pasar por la vida sin encontrarse con ninguna pregunta que despierte su interés. O que al menos han adquirido la habilidad necesaria para sortearlas sin ningún cargo de conciencia.
         Si no miras el mundo y la vida con curiosidad, abierto a lo que sucede a tu alrededor no es posible que se produzca la pregunta, primero, y la "revelación", después, ese hallazgo feliz que constituye el objeto verdadero de toda búsqueda.
         Y por mucho método que aprendas, por mucho esfuerzo que pongas en su aplicación, si no eres, de corazón y por convencimiento, un "buscador", todo lo que obtendrás serán palabras huecas, datos muertos, paja o relleno para emborronar páginas y conseguir que tu obra adquiera el peso y el empaque necesario para servir de calzador de muebles desajustados.

Pero, ¿a qué viene todo esto? Sé (o confío) que el pobre lector sufrido que ya conoce mi método (o la ausencia de él) se estará diciendo, con sabia resignación, que tiene que haber algo, una partícula diminuta quizá, que ha desencadenado lo demás. Y así es. Mi encendida defensa del instinto investigador, mi confianza en el radar de cada uno, ha cristalizado hoy en un hallazgo feliz (advierto que mi umbral de felicidad es más bien bajo, me confieso bien dispuesta a sentirme feliz hasta por los detalles más pequeños). Se trata de un libro (este también valdría para calzar mesas, pero el interior no tiene precio) sobre la historia de la radio en España.

LA RADIO EN ESPAÑA, 1923 - 1995
Lorenzo Díaz

Ya, para empezar, me sedujo del libro la ternura de la dedicatoria, capaz de transportarme de un plumazo más de medio siglo atrás: A mi madre que, aunque estábamos de luto, nos dejaba oír la radio.
         Las estupendas fotografías en blanco y negro, el recuerdo de programas y personajes olvidados (muchos, desconocidos, pero de los que tengo referencias por mi madre, fan fatal de la radio desde aquellos tiempos de su niñez, en los que no había televisión), los datos precisos pero narrados con gran amenidad... En fin, todo él una joya. Más valioso para mí por ser parte de una historia de búsqueda.
         Y es que érase una vez que me encontraba yo andando y desandando entre los vericuetos de una novela a medias.
         Había una información que necesitaba para una escena fundamental. Se trataba de un momento en el que la protagonista, en pleno año 1934, se encuentra sola escuchando la radio... Espera, espera, ¿había radio? Sí, naturalmente... Creo. ¿Y qué programa podía estarse radiando un día entre semana y después de comer? Y, ¿sería posible que cualquier casa tuviera aparato de radio? Mi protagonista era más o menos acomodada, pero vivía en un pueblo gallego. Un pueblo grande, eso sí, casi una pequeña ciudad.
         Entre esta y otras preguntas se me paró el reloj y la imagen quedó congelada en aquella buhardilla donde residía el misterio que me había propuesto desentrañar (el de la radio no, otro aún más misterioso que constituye el quid de la novela). Para poder seguir adelante tenía que contestar aquellas cuestiones. Me puse por tanto a buscar, sin éxito, y finalmente lo único que encontré fue un libro larguísimo que saqué de la biblioteca y que resultó un fiasco. Era también una historia de la radio, pero del género que podríamos denominar "ladrillo". No sé si semejante tostón habría sido capaz de responder por fin a mis preguntas, pero no tuve la paciencia de llegar hasta el final y averiguarlo.
         La escena y la novela quedaron colgadas de momento. Retomé otros capítulos e intenté varios abordajes posibles, pero de nuevo me encontré en otra parte con otro de esos escollos insalvables (aplico esa terminología cuando me siento realmente dramática), con lo que decidí que aquel no era el momento de aquella novela. Y la aparqué en favor de otro de los escritos que me rondaban entonces.

Pero he aquí que hace muy poco, buscando algo sin relación ninguna con esto, en una biblioteca desconocida que no había visitado hasta el momento, cuando menos lo esperaba me saltó a la vista (dramatismo again) un tomo de lomo rojo que resultó ser esta joya de la que os hablo.
         ¿Qué podía hacer?
         ¿Habríais rechazado vosotros a semejante huésped por la insignificante cuestión de que había llegado a destiempo? No, ¿verdad? Yo tampoco. Le dí la bienvenida y me lo traje a casa. Y aquí está, tan a gusto, mirándome desde la estantería y contándome sus cosillas a ratos perdidos, cuando consigue captar mi atención y desviarla del otro sinfín de asuntos que llevo entre manos.

**Aviso de que ahora ando de día y de noche con los Reyes Católicos y el infame Torquemada, a quien pienso dar su merecido. Así que cualquier cosa, en cualquier momento, podría suceder.

2 comentarios:

  1. Como siempre, ameno y bien escrito. O bien escrito y ameno. Y útil. Y espero que el "ladrillo" te esté siendo tan útil como tu post a los que tenemos respuestas y nos faltan preguntas. O al revés.

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  2. XDD Eres un genio, Full. Muchas gracias. Y sí, me está siendo muy útil.

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