siguenos en facebook siguenos en Google+ siguenos en Twitter Sígueme en Pinterest sígueme en Blogger sígueme en Blogger sígueme en Blogger sígueme en Instagram

viernes, 15 de enero de 2016

La paleta del escritor


Una amiga mía, que es pintora, me habló hace tiempo de lo que era la paleta de los pintores en cuanto a  sello personal de cada uno, tan característico y definitorio de su obra como puedan serlo los temas elegidos o el tipo de pincelada, técnica, etc.
         La verdad es que hasta entonces yo nunca me lo había planteado en ese sentido, ni le había concedido la importancia que ahora sé que tiene el asunto. Pero, como pasa con todos los conceptos que de pronto entiendes en su significado profundo, el tema me encandiló. Y, pensando, pensando, me he dado cuenta de que es aplicable igualmente a la escritura.
         Sí, los escritores tenemos también nuestra propia "paleta", que utilizamos incluso sin darnos cuenta. Está constituida por una parte, una parte muy importante, por el vocabulario específico que más utilizamos.
         Recuerdo, por ejemplo, que hace tiempo una sobrina mía me decía que reconocía a la legua un libro de Laura Gallego García por las veces que empleaba la palabra "enésimo/a". Yo misma descubrí en Carlos Ruiz Zafón una querencia manifiesta por el término "evanescente" y, en una novela concreta, me dediqué a contar las veces que aparecía "mansarda", un vocablo que aún no está reconocida por la RAE pero que es, sin embargo, el término preciso que se utiliza en arquitectura para denominar esos saledizos en forma de ventanas que hay en muchas buhardillas.
         Un amigo mío, editor, es capaz de reconocer mis relatos aunque vayan sin firmar (hasta ahora el 100% de las veces), en cierto modo debido a que -esto según él, que yo ni confirmo ni desmiento- repito expresiones como "queridos míos" (diré en mi descargo que se trataba de relatos históricos, donde no sonaba tan raro como parece ahora) y utilizo siempre un vocabulario amplio y variado (rico, diría yo, que practico eso de quererse a uno mismo).

Pero además del tipo específico de palabras que usamos, hay otros parámetros también característicos y definitorios que podemos asimilar fácilmente a los colores de la paleta de pintor. La construcción de las frases, la mayor o menor "densidad" de lo que se cuenta, la atmósfera, la elaboración...
         En el cónclave literario al que asistí en Zaragoza, un amigo mío improvisó un relato corto de terror. Él no terminó muy convencido del resultado, pero sin embargo a mí me gustó mucho el relato y me pareció muy logrado en su conjunto. Y me di cuenta, y así lo comenté con él, que era en cierta medida por la "forma" que había tenido de contarlo, por el estilo de lenguaje, muy suyo, con que lo había modelado.
         Fuera cual fuera la historia que había elaborado para la ocasión, él tenía una caja bien surtida de herramientas para darle forma. Su propio registro, su manera de hacer las cosas, su sello característico.
         Como nos pasa a todos, al menos a partir de ese momento misterioso en el que te conviertes en escritor por derecho propio, cuando dejas de ejercitarte y probar (aunque nunca se deja de aprender y mejorar, o no se debería), y sigues por fin tu propio instinto, el camino singular que has elegido al margen de modas y/o recomendaciones literarias.

6 comentarios:

  1. Hola, Morgan.
    Me ha parecido muy interesante lo que dices de la “paleta del escritor”. Es cierto que puede reconocerse quién es el autor de algunos textos gracias a su forma característica de utilizar las palabras, incluso también ciertos “vicios” al repetirlas.
    Una palabra que repite mucho cierta autora de una trilogía estupenda (no voy a nombrarla) es “denudado” (la usa en relación a un gesto del rostro). Curiosamente, también la repite otra autora publicada en la misma editorial. He llegado a pensar si no será cosa de la persona encargada de la corrección. XD
    A colación de la palabra “mansarda”, yo he tenido que echar mano de ella en la novela que estoy escribiendo. No he encontrado otra para definir ese tipo de ventana, tan característica de los tejados abuhardillados (estilo francés). Y mira, ahí se va a quedar aunque sea en cursiva. ;)Eso sí, espero no repetirla demasiado. XD
    Un beso, guapa!

    ResponderEliminar
  2. A mí mansarda me encanta, y no me explico cómo no ha sido recogida aún por la RAE. Pero ya se sabe, sus caminos son inescrutables XDD

    ResponderEliminar
  3. En cambio denudado me suena fatal aplicado a gestos. Creo que debería ser demudado, alterado, desfigurado; no "desnudado". A no ser que quieran decir denodado, atrevido, arrojado. Pero aplicado al rostro... Si se repite como dices en la misma editorial, yo también considero probable que sea la "firma" del corrector. Hace poco una amiga mía, correctora profesional, se quejaba de los que se llaman así en algunas editoriales y necesitan ser corregidos ellos XD

    ResponderEliminar
  4. En el caso que te comento, la palabra “denudar” la usan para definir un cambio radical en el gesto. O sea, alguien está riéndose y de repente ve algo que le deja helado. Su gesto se transforma en segundos.
    A mí no me gusta, pero en fin.
    Y sí, tu amiga tiene razón. Hay correctores de estilo que en vez de ayudar a mejorar el texto, lo lapidan. XD

    ResponderEliminar
  5. Chicas, "demudar" siempre ha sido (cito):
    Cambiarse repentinamente el color o la expresión de la cara.
    Como por ejemplo en "Su gesto se demudó por el espanto".

    Término muy socorrido para ser empleado en relatos terroríficos ;)

    ResponderEliminar