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lunes, 30 de octubre de 2017

SOLO POR ESTA VEZ

Entrada rescatada, remineralizada y actualizada

El pensamiento circular
Iván Ferreiro

Cuando cantaba con Los Piratas me parecía ñoño, y creía que su voz volvía al grupo más empalagoso de la cuenta, desviando la atención del buen fondo que tenían sus temas. Sin embargo, de vez en cuando me sorprendía tarareando por lo bajini alguna de sus canciones. Promesas que no valen nada, los Años 80... Que no me acababan de gustar, no. O no del todo... O al menos, no en abierto.
         Años después, ya en solitario, el señor Ferreiro me conquistó. Más hecho, más personal, más suyo. Con esa voz que ya no me parecía ñoña, sino melosa, dulce, llena... Con ese tonillo gallego, apenas apreciable, tan encantador.          Tournedo; Cómo conocí a vuestra madre; Ciudadano A...
         Ya no se ha vuelto a alejar por mucho tiempo de la banda sonora de mi vida. Y, de tanto en tanto, me topo con alguna canción suya que me asalta día y noche durante al menos una semana (yo soy obsesiva-circular con la música, y cuando me da con una canción la escucho hasta morir).
         Eso me ha ocurrido, precisamente, con «El pensamiento circular», una canción que forma parte del último trabajo de Iván Ferreiro, un disco que llevará por título «Casa».


Y el caso es que según la oía, mientras caminaba e iba yo pensando en mis cosas, ya me parecía que rozaba peligrosamente el palo, que podía considerarse de lo más tiernuca y emotiva. Pero no podía ser, tenía que tratarse de un error de apreciación. A ver, nenes, que yo no soy ñoña, no nos equivoquemos. Así que, lo que vais a escuchar (lo que yo llevo escuchando ya unos cuantos días) es tan solo una balada pop normal y corriente, que nada tiene de sensible.


(ACTUALIZADO- Videoclip oficial)

¿Qué os parece? ¿No resulta de alguna manera adictiva?
         A mí se me fue metiendo dentro de manera muy sibilina. Como si me hablara al oído, empeñada en contarme sus verdades a media voz. Hablándome de recuerdos de esos que permanecen al acecho, por nuestra propia voluntad, en algún rincón poco visible de nuestra mente y nuestro ánimo. La presencia oscura de un antiguo olor, vago y remoto. La sombra de una persona, una idea o una experiencia que ha desdibujado el tiempo. Que pudo existir de verdad, o acaso no. El retazo de un sueño o de alguna vida pasada. Triste y nostálgico como solo el pasado o los deseos incumplidos pueden serlo.
         Algo a lo que volvemos cada vez que todo falla y nos asalta el terror a la pérdida. O cada vez que el hoy parece más triste, más gris o más vacío que el ayer.
         Algo así como una tabla de salvación o una muleta que nunca lográramos dejar atrás del todo, porque sabemos que será inapreciable en algún momento, quien sabe cuándo.

Es un asco que una simple canción oída en la radio sea capaz de volvernos melancólicos, de removernos por dentro de esa manera, sin previo aviso. Y conecte, seguramente sin querer, con la parte más honda de nosotros mismos.
         Pero la carne es débil, y el espíritu no digamos. Y, claro, nos dejamos llevar. Eso sí, entendámonos bien, será solo por esta vez, solo durante un momento. Y mañana ya nos rearmaremos, si eso.

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