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martes, 25 de enero de 2022

Arte Indie

Me ha vuelto a ocurrir, y ya lo echaba de menos. Una de esas casualidades que yo llamo «causalidades» porque siempre están relacionadas con lo que me ronda la cabeza en ese momento.

         Yo tenía una profe de Taichí (el poco tiempo que hice Taichí) que decía que el Universo siempre responde a tus preguntas. Lo que traducido a casos prácticos quiere decir que cuando estamos concentrados en un tema y abrimos la mente para recibir información relacionada, esta aparece por sí misma (o aparentemente por sí misma, que otro día hablaremos del insight, la inspiración y esas cosas), antes o después.

         Pues bien, el tema que me ocupa en este tiempo es el mismo que el de mi último artículo, el Arte y la Cultura gestionados por los propios agentes que la hacen posible, es decir, por sus mismos protagonistas. Ese tema ya lo desarrollamos otros compañeros y yo en la charla: Gente que hace cosas. Creación de espacios culturales propios.

         Se trata de autogestión cultural, sí, pero, más concretamente en este caso, de escribir y autoeditar, de buscarte la vida a la hora de crear, diseñar y promocionar tu propia obra. Y justo cuando estoy centrada en eso, interiorizando como concepto lo que es «escritura independiente», aparece monsieur Courbet a señalarme el camino y, como una revelación llegada del siglo XIX, me cuenta que ha habido pioneros, él incluído, que ya soñaron con apartarse del río principal para buscar el mar a su manera, optando por parajes poco transitados.

         No sé si Courbet será el único o solo el primero de una lista de «antisistemas» que abanderen el Arte Indie. Pero no podía dejar pasar la ocasión de homenajear su visión y su talento aunque fuera con estas pocas líneas.

Nota: buscad su biografía y sus cuadros. Merece la pena.

domingo, 23 de enero de 2022

De escritura, ISBN y otras hierbas

Cuando el sistema te impide sobrevivir por tus propios medios.



Imaginad que una persona se está ahogando en el mar. Sabe nadar, o sea que podría subir a la superficie fácilmente solo con impulsarse hacia arriba; pero resulta que hay unas leyes que le prohíben usar sus brazos y sus piernas. En vez de eso, debe agitar la mano para que el barco de rescate la «pesque» y la saque del agua.
         Absurdo, ¿no?
         Imaginemos ahora que a esa persona le ocurre esta misma situación varias veces. Llegaría un momento en que, aunque ya no hubiera leyes que se lo impidieran, no sería capaz de reaccionar. Habría perdido la capacidad de usar sus recursos o ni siquiera se plantearía hacerlo. Habría aprendido a sentirse indefensa. Y sus miembros probablemente se habrían anquilosado de no emplearlos, de manera que ya no tendrían el potencial y la capacidad que tenían en origen.
         Bien, eso mismo nos hace el sistema a cada uno de nosotros. Está diseñado de manera que no te salgas del (estrecho) cauce trazado. E incluso cuando el sistema no tiene la capacidad de alimentarte ni cuidarte, impide que lo hagas tú, te recorta las posibilidades, te pone trabas de todo tipo, te limita los movimientos hasta el punto de que, aunque te estés ahogando y tengas los recursos propios para evitarlo renuncies a salir a la superficie.

¿A qué viene esta constatación repentina (que en realidad no es repentina)? Pues viene a tenor de la crisis producida por la pandemia, la post pandemia y lo que quiera que sea lo que vivimos ahora. Viene a causa de lo que he visto a mi alrededor, en gente muy cercana. Y, últimamente, de lo experimentado en mis propias carnes a cuenta de lo que viene siendo el (difícil no, imposible) oficio de escribir.
         Cuando el estado nos prohibía trabajar y salir de casa, cuando se nos limitaba el movimiento (por buenas razones, eso no lo niego) y a la vez no era capaz de proveer a nuestras necesidades, necesidades muuuuy básicas, en muchos casos, pero a la vez no permitía que el ingenio y la creatividad, la capacidad de reacción y de improvisación fueran empleadas en nuestra supervivencia.
         Con las fronteras cerradas, con un SEPE colapsado, con unos servicios sociales menguados y deficientes, desbordados hasta extremos indecibles, se han puesto multas a Bancos improvisados de alimentos y otras entidades de ayuda vecinal, se han derivado casos a asociaciones luego (y antes) tildadas como chiringuitos rojos y cerradas por diversos Ayuntamientos y Comunidades.
         Eso es lo que hace SIEMPRE el sistema, asignar la responsabilidad (y la culpa) de las situaciones generales (mundiales, en este caso) de manera individual, de modo que parezca que son los ciudadanos los que han hecho cosas erróneas o dejado de hacer lo correcto. El autocuidado de ahora, que es en realidad dejación de funciones por parte de las instituciones. Que eso ya de por sí es lo bastante malo, pero que se agrava aún más cuando impide, en paralelo, la iniciativa individual y/o colectiva que surge fuera de sus estrechos límites.
         O sea, si no sobrevives es por tu culpa. Pero si tratas de hacerlo sin contar con el sistema, también hay que penarlo e impedirlo como sea. No fuera que nos diéramos cuenta de lo superfluos que resultan en tantos frentes.
         
Pero aterricemos todo esto, y no por primera vez, en lo que es el oficio de escritora, pues este no existe en ningún limbo desconectado de la realidad, sino que es solo uno más de los fenómenos por los que esta se expresa; regulado por los mismos principios que, por ejemplo, el trabajo fabril o la comercialización de la cosecha de rábanos.
         Estamos viviendo (hace ya muchas décadas) una época de renovación, que es casi sísmica a veces, en el mundo editorial. Puede que se escriba más que nunca, aún no hay datos concluyentes, pero lo que sí está claro es que se publica más que nunca. ¿A qué es debido? Principalmente a la revolución tecnológica que ha supuesto la creación de la Red. Desde que existe Internet han cambiado muchísimas cosas y, en el caso que nos ocupa, se han multiplicado los canales y medios para que un libro vea la luz, tanto en papel como en digital.
         Sigue existiendo la edición tradicional (autor escribe, envía a editorial, esta decide si publica o no y, en el primer caso, corrige el libro, lo mejora y lo comercializa), pero se ha abierto paso con enorme fuerza la opción de autopublicarse, es decir, que sea el propio autor el que lleve a cabo también todas las demás funciones.
         La autoedición y autopublicación no es de ninguna manera una cosa nueva. De hecho, hasta la invención de la imprenta no hubo editoriales como tal y fueron los propios autores los que escribían y copiaban sus textos (o gente cercana o que cobraba por ello), normalmente persiguiendo el único objetivo de divulgar un conocimiento o unas teorías. El grueso de la «literatura» de entretenimiento era más bien de difusión oral. Y los textos elevados (religiosos, filosóficos, etc.) eran copiados por amanuenses, principalmente en bibliotecas o monasterios.
         Una vez comienzan a existir las editoriales coexisten los dos modelos: publicación clásica y autopublicación. Muchos autores reconocidos optaron por mezclar ambos métodos. Como ejemplos, y para que veáis que hablamos de distintas épocas:
         —Virginia Woolf y su marido abrieron una mini imprenta en la sala de estar de su casa y publicaron obras de la propia autora, además de las de un puñado de amigos.
         Jane Austen, que ante el rechazo editorial, triunfó vendiendo su propio libro autopublicado: Sentido y Sensibilidad.
         —Mark Twain, que decidió unirse al mundo de la publicación por suscripción y alejarse de las exquisitas editoriales tradicionales.
         —Charles Dickens, con su novela corta Cuento de navidad.
         —Cristopher Paolini con su novela Eragon
         —James Joyce con su famosísima novela Ulysses
         —E.L. James, con 50 sombras de Grey
         —Margaret Atwood que autoeditó su primera obra, Double Persephone, un poemario
         —Beatrix Potter, que autoeditó su primer libro, El cuento de Pedro el conejo
         —Federico Moccia, autopublicar su primer y más famoso libro hasta la fecha: A tres metros sobre el cielo.

Con todo esto, podemos establecer un panorama actual donde coexisten la edición tradicional (y dentro de esta, editoriales pequeñas y grandes grupos editoriales, cada vez más polarizados, que van absorbiendo a casi todos los otros sellos) y la autoedición, que va cobrando cada vez más auge.
         Podríamos decir también que los autores autoeditores (sobre todo si asumimos la gran mayoría de tareas implicadas) somos también autores independientes, que tratamos de sobrevivir por nuestros propios medios. Es decir, y siguiendo con la primera analogía, nadamos para llegar a la costa en vez de subir a la barca de rescate o a la de pasajeros.
         Y hete aquí que nos encontramos con las mismas trabas, o dificultades añadidas, de costumbre debido a nuestra elección. El último ejemplo de esto lo he tenido yo a cuenta del dichoso ISBN.
         
¿Qué es el ISBN? Son las siglas de la expresión inglesa international standard book number, «número estándar internacional de libro», que sirve para identificar de manera única a cada producto editorial dentro de una base de datos, o catálogo, internacional (explicación detallada en ISBN.org).
         Características:
         —Se trata de un código comercial, no una obligación legal (en España). Es decir, se puede publicar cualquier libro sin ISBN y obtener el correspondiente número de Depósito legal (este sí es obligatorio).
         —Está formado por un número de 13 cifras (a veces también una letra) que se traduce en un código de barras que debe colocarse en el exterior del producto editorial (libro, etc.). Es costumbre referirlo también en la página de créditos de la obra, pero no obligatorio.
         —Dicho código de barras remite a los datos que identifican, lo más completamente posible, dicha obra.
         —Cada número de ISBN solo vale para un formato concreto de una obra concreta. Es decir, si tengo una novela y la saco en rústica y también en formato bolsillo debo solicitar dos números, no me vale con uno.
         Todo esto nos lleva a preguntarnos (al menos me lleva a preguntarme a mí), ¿para qué, exactamente, me sirve que mis libros lleven ISBN?
         Como es una especie de DNI del libro, (leo por ahí y cito:) sirve sobre todo para identificar y localizar cada obra de forma individual en referencia a la edición a la que pertenecen. Esto quiere decir que la misma obra del mismo autor, publicada en dos editoriales o ediciones diferentes tendrá por tanto dos ISBN distintos.
         

Así que, tal como me temía, no es a la obra en sí a la que beneficia este número-código, sino al libro como producto que, eso sí, es de esta manera más fácil de catalogar, almacenar y CONTROLAR. En resumen, el ISBN:


Que es precisamente lo que he aprendido yo a mi costa en una época tan bonita para las sorpresas de mierda como es la Navidad.




Sobre todo, en ese primer momento de shock y dramatismo, cuando me di cuenta de las puertas que puede cerrarme el tema. Ya os adelanto (spoiler) que luego todo ha sido más leve de lo que había temido y he descubierto que sí hay algunas librerías que trabajan con libros sin papeles (no exageremos, solo sin el dichoso ISBN). El caso es que lo primero que hice tras el (horroroso y trágico) descubrimiento fue ponerme a investigar. Paso a compartir mis pesquisas más prácticas:

         En la agencia del ISBN dice así:
         «Las personas que deseen editar un libro por sus propios medios, sin el concurso de una editorial profesional, así como las instituciones públicas o privadas que, ocasionalmente, deseen llevar a cabo una publicación pueden solicitar un código ISBN como autor/editor.

         El propósito del sistema internacional del ISBN es facilitar la comercialización de las publicaciones a través de los canales de venta. No tiene sentido solicitar a la Agencia un ISBN si la publicación no va a ser puesta a la venta».

Y luego detallan los trámites, donde encontraremos la primera curiosidad:

Procedimiento para la solicitud de un número de ISBN

1. Solicitud y pago. El interesado solicita un número de ISBN cumplimentando el formulario de datos personales y de facturación. A continuación, efectúa el pago por el importe correspondiente y recibe la factura de la operación.

2. Confirmación. El autor/editor recibirá por correo electrónico la confirmación para acceder a la plataforma ISBN y cumplimentar el formulario de datos bibliográficos de la obra que va a publicar.

3. Registro. Si los datos bibliográficos están correctamente cumplimentados, en el plazo comprometido, el autor/editor recibirá en su correo electrónico un aviso sobre la disponibilidad del registro PDF. Si hay errores en los datos, el proceso puede demorarse para su corrección.

4. Catalogación. Posteriormente el libro será catalogado por la Agencia y su ficha aparecerá en la Base de datos de libros editados en España, MECD y TodosTusLibros.com. En su correo electrónico recibirá la confirmación de que la obra ya está catalogada.


A mí me resultó chocante tener que hacer el pago antes de poder acceder al formulario y rellenar los datos del libro. Vamos, que pago sin saber aún los datos que me van a pedir y, por tanto, si dispongo de toda la información que luego me va a ser precisa.

Pero pasemos ya a «los dineros», que fue mi sorpresa verdadera y la causa principal de que os esté torturando con toda esta copiosa interesante información.

Tarifas

Las tarifas de la Agencia del ISBN están calculadas para cubrir los gastos de funcionamiento de la propia Agencia***.

Servicios
Normal

4-5 DÍAS

Urgente

1 DÍA 1

Editoriales registradas
Prefijo para 10 códigos95 €+50 €
Prefijo para 100 códigos549 €
Prefijo para 1.000 códigos23.500 €
Prefijo para 10.000 códigos226.000 €
Primera asignación
Prefijo para 10 códigos140 €+50 €
Prefijo para 100 códigos594 €
Prefijo para 1.000 códigos23.545 €
Prefijo para 10.000 códigos226.045 €
Autor/Editor
1 ISBN45 €+50 €
Gestión de datos ricos DILVE35 €

Precios IVA incluido

***Atención a esto. Que las tarifas están calculadas para «solo» cubrir los gastos de la propia agencia. O sea, no buscan ningún lucro. Y a mí me parecen un poco desproporcionadas como cobro por archivar y mantener un fichero que, por grande que sea, se nutre de los formularios que rellenan los propios usuarios.

         Bien, olvidaos de los precios de «urgente», ya que yo veo lógico que, como en cualquier otro sitio, si exiges rapidez tengas que pagar un extra. ¿Hay algo que os llame la atención? ¿No parece un poco abusivo que el «pez pequeño», que depende de sus propios medios y normalmente hace tiradas menores y publica menos títulos pague tanto más que el «pez grande»?

         Porque además se da la circunstancia (que yo he descubierto buceando en la Red) de que si un autor se da de alta en el epígrafe de «Editor» ya puede acogerse a las tarifas de editorial. Pero si no es así, si es un autor que simplemente edita y publica sus propias obras, tiene que pagar por cada obra 45€. Para poner esto en perspectiva, os diré que yo tengo obras a 5 y a 4€ de P.V.P. y que, como la mayoría de autores en mi situación, hacemos tiradas muy pequeñas, de 100 o 150 ejemplares. En estas circunstancias el ISBN es sencillamente una ruina.

         Pero no solo nos perjudica a nosotros, también lo hace con las editoriales pequeñas, que ya sobreviven a duras penas en medio del mercado de tiburones en que se ha convertido el mundo editorial. Los grandes grupos, que publican diez o cien veces más que las pequeñas editoriales pueden estar gastando por obra 3,5€ (no ve voy siquiera a los de 10.000 títulos) frente a los 9,5€ que tiene que afrontar una de las editoriales independientes, que no se atreverá a comprar en la mayoría de casos más de 10 títulos cada vez. Por no hablar de las diferencias entre editorial consolidada o las nuevas, que tienen que contar con los precios de primera asignación. Encima que estás empezando, con todo lo que eso conlleva, paga más porque tienen que «apuntar» tu ficha con los datos generales.

En resumen, que el mundo es un asco porque en todos los frentes impera la Ley del más fuerte. Y porque los grandes tienen blindado su hueco, asegurándose de ponernos muy difícil cualquier iniciativa que se salga mínimamente de los cauces que nos han dejado para movernos.

         Yo tengo ya un plan respecto al ISBN. De momento me sigue resultando innecesario. Y, más adelante, si me meto en esa senda, lo haré como editora, me lleve el tiempo y los trámites que me lleve.

sábado, 15 de enero de 2022

Comenzando el 2022

 

A ver cómo se da este 2022 que viene por estrenar (aunque con su carga viral arrastrada de los últimos dos años, qué se le va a hacer). De momento estoy en pleno fragor de la batalla, peleándome con una novela corta que me he propuesto acabar en este primer trimestre, justo para la llegada de la primavera.

Está compuesta por capítulos cortos y me está resultando un poco como un rompecabezas, porque la mayor dificultad que plantea es cómo encajar las piezas entre sí para que el resultado sea coherente y armonioso. Pero, vamos, que es buena manera de empezar el 2022, con un proyecto tan definido y en pleno avance. Seguiremos informando.