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viernes, 25 de mayo de 2018

EL CUENTO DE LA MUJER DEL FUEGO


fire goddess gabija


ÉRASE UNA VEZ

Una pequeña aldea india al pie del Himalaya. Allí vivía Gaura Devi, la protagonista de nuestro cuento, una mujer respetada que había llevado una vida muy dura.
         Gaura no había ido nunca a la escuela, pero atesoraba en cambio valiosas enseñanzas recibidas de su madre. «Gaura, mi niña —le había explicado su madre—, los árboles son un regalo de la tierra, nuestra madre. Y, como todo gran don, debemos mostrar agradecimiento cuidando de ellos. ¿Ves todo lo que nos dan? Ramitas para encender el fuego de la cocina, leña para ahuyentar el frío, forraje para los animales y también madera para hacer casas y utensilios. Sus raíces atan la tierra e impiden que se la lleve el viento. Y cuando llega el monzón y las lluvias son tan fuertes, los bosques se beben el agua y la guardan para más adelante. De este modo los ríos no nos inundan, como harían si no existieran».
         Un día llegaron a la aldea unos hombres que llevaban hachas al hombro. Los vieron unas chiquillas, que corrieron a avisar a Gaura de que los madereros venían a talar el bosque. Gaura Devi movilizó a las mujeres. Se fueron prestas al bosque y se abrazaron a los árboles para salvarlos de la muerte. Cuando llegaron los taladores y les ordenaron que se quitaran de en medio, Gaura se enfrentó a ellos gritando: «Estos árboles son nuestra vida. Nos han nutrido, nos han protegido de las adversidades. Ahora es nuestro turno. Si queréis cortarlos, adelante. Pero antes tendréis que cortarnos a todas con vuestras hachas». Durante tres días las mujeres permanecieron abrazadas a los árboles. Al cuarto, los hombres se dieron por vencidos y se marcharon para no volver. Había nacido el movimiento Chipko, palabra que en hindi significa abrazo.
         La victoria de Gaura Devi cundió de ejemplo y extendió sus efectos a otros grupos de mujeres y otros bosques. Y a la vez que las mujeres salvaban a los árboles, podríamos decir que estos las salvaban a ellas. El esfuerzo les demostró lo fuertes que eran y cuánto dependía de ellas. Se unieron y empezaron a reclamar influencia en sus comunidades. Sus voces se oyeron en todas partes, proclamando que la tierra es nuestra madre y debemos protegerla y respetarla. Y que los bosques son uno de sus muchos regalos y hay que cuidarlos para las generaciones venideras.

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