LA CASA DE LOS
CEREZOS
por L. G. Morgan
5. Un socio inesperado
Con el ánimo fortalecido por una firme resolución a mitad de la semana siguiente volví a la carga.
Tras sopesar cuidadosamente las posibles opciones elegí el momento más prometedor: las 8.30 de la mañana, cuando se suponía que yo debía dirigirme al colegio.
La casa estaba en una calle tranquila que no era de paso. La mayoría de los vecinos, como había deducido por la edad que aparentaban los que había tenido ocasión de ver, eran jubilados, y ya que no tenían obligación de madrugar yo esperaba que durmieran hasta más tarde y me dejaran el campo libre.
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Muy atractivo e intrigante. En el penúltimo párrafo: " podía evitar mirar con nerviosismo a todas pares, a los rincones oscuros y a la escalera que iba quedando atrás, sin poder" ya sabes, falta una letrilla y dos podías.
ResponderEliminarMuy bueno.
Gracias, Ricardo. Paso a corregirlo ;-)
ResponderEliminarMe gusta la forma en que está expresada la sensación de angustia, la historia en sí es muy atrapante.
ResponderEliminarContinuamos!