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viernes, 19 de febrero de 2016

Aprendiendo a escribir guiones

Paso a paso, y escribiendo, que es como se aprende a escribir. (Al menos según la "escuela" a la que siempre he pertenecido). Así es como voy cogiéndole el pulso a este tipo de escritura, que tiene sus propias características difenciadoras.
         Como tampoco desdeño consejos externos, también voy echándole un ojo a artículos sobre el tema, aunque, he de decir que la mayoría de lo que encuentro referido a la radio es acerca de asuntos relacionados con la publicidad. Cosas del tipo de cómo hacer spots publicitarios y similares. Curioso, ¿no?


Siempre he defendido que si uno se dice escritor debería ser capaz de escribir de todo. No digo, claro, que eso sea dogma de fe, es solo mi opinión. Y pienso igualmente que, al menos como experiencia o aprendizaje, es necesario tocar todos los palos posibles, en forma y fondo.
         Naturalmente, tú mismo elegirás al final lo que quieres hacer, que para eso eres tu jefe en este oficio, muchas veces tan ingrato. Habrá un tipo de literatura que te llene más, normalmente; algo que se te dé mejor, algo que te interese más. Pero sería deseable poder hacer, al menos con dignidad, desde el acta de una reunión hasta el guión de algo en lo que te apetezca embarcarte. Como un programa de radio, por poner un ejemplo, je, je.

En mi caso, siempre quise hacer algo como La Vieja Sirena. De hecho, hace años que tenía el nombre y el escenario, y ya soñaba con una sintonía de piratas y travesías.
         Así que, cuando por fin he tenido la posibilidad (y el valor) de hacer algo parecido, tenía claro que a mí no me valía un guión al uso (lo siento, la tilde del guión es para mí imprescindible, por más que a nuestra RAE no se lo parezca. Lo consideraremos, así entre nosotros, una pequeña rebeldía ortográfica), donde un locutor o varios condujeran las secciones y se limitaran a dar paso a la música o los artículos. ¡Que para eso soy escritora! supongo que estaba en el fondo de tan clara determinación. Y lo mío son las historias.
         Necesitaba un marco, un escenario donde cobraran vida los personajes. Y las cosas que fueran ocurriendo tendrían que ser coherentes con él. Así, en un barco pirata, o más bien en "mi" barco pirata, tenían que surgir por fuerza unas cuantas mujeres piratas reales e históricas, cuyas biografías me parecen literarias de verdad. Y mi rol de Capitán Morgan era también imprescindible, aunque adaptado a mis gustos y aficiones de aquella manera. Por fin, había de ser un barco literario, que se moviera impulsado por las letras, poemas, relatos e incluso novelas que definieran su rumbo y los sucesos a bordo.
         Con todos esos ingredientes, y los preciados aportes de mis compañeros de correrías, La Vieja Sirena zarpó un buen día y puso rumbo al desconocido horizonte. Porque gran parte de la gracia de la aventura, al menos para mí, está en dejarse llevar (hasta extremos razonables) dispuesto a descubrir cuantos países y regiones mentales estén dispuestos a mostrarse en el camino.

Es evidente que la práctica mejora el desempeño. Y confío en conseguir que cada programa sea un poquito mejor que el anterior, más satisfactorio, más radiofónico. Si esto es así, si triunfamos en el empeño, dónde nos lleve la aventura será cosa sin demasiada importancia.


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