Sinopsis: Cuando Marian Taylor acepta un empleo de institutriz en el castillo de Gaze y llega a ese remoto lugar situado en medio de un paisaje terriblemente hermoso y desolado, no imagina que allí encontrará un mundo en que el misterio y lo sobrenatural parecen precipitar una atmósfera de catástrofe que envuelve la extraña mansión, y nimba con una luz de irrealidad las figuras del drama que en ella se está representando. Hannah, una criatura pura y fascinante, es el personaje principal de ese pequeño círculo de familiares y sirvientes que se mueven en torno a ella como guiados hacia un desenlace imprevisible. Pero Marian no puede saber si ese divino ser es en realidad una víctima inocente o si estará expiando algún antiguo crimen.
Y ahora mi opinión.
Novela raruna donde las haya, de esas que te dejan al acabar perplejo y desconcertado, sin saber a ciencia cierta si lo que acabas de leer te ha gustado realmente o no.
Le tenía yo ganas desde hace tiempo a Iris Murdoch. Después de leer algo así como «la novelista capital de la narrativa inglesa», y de enterarme de que es una de las autoras preferidas de mi amiga Raelana Dsagan (una estupenda escritora, que no tiene nada que envidiarle a la dama inglesa salvo la fama y los ingresos), me pareció que se trataba de una de esas deudas literarias que tengo conmigo misma y que voy saldando poco a poco.
Así que, para empezar, me alegro mucho de haber dado con este libro y haberme adentrado aunque sea por la puerta de atrás (se dice que no es su novela más representativa) en el universo literario de Iris Murdoch. Un microcosmos retorcido y extraño, personal, donde crecen y viven unos personajes con los que no es fácil empatizar. ¿Por qué? Básicamente, porque no parecen del todo de nuestra misma especie.
Claro, diréis, son ingleses, y podríais tener parte de razón. Ya que son todos peculiarmente ingleses. Mantienen entre ellos una especie de etiqueta de comportamiento que a nosotros nos parece poco espontánea. Una contención exterior que pagan luego con variados volcanes interiores, más peligrosos que el Etna. Pero es algo más, tienen reacciones sorprendentes ante las cosas que pasan a su alrededor y, sobre todo, ante las otras personas. El drama se sostiene sobre unos conflictos personales y filosóficos casi incomprensibles (en este sentido uno de los personajes, Effingham, se marca unos desvaríos a veces curiosos, que invitan a la reflexión, y otros que directamente obvias, diciéndote que la vida es demasiado corta para tratar de entender las ocurrencias de un monologuista beodo).
Por otra parte, eso del misterio y lo sobrenatural que yo había leído en la sinopsis no aparece por ningún lado. Ni está ni se lo espera. Sí es en cambio (o puede leerse desde esa óptica) una novela simbólica. El unicornio, representado por la protagonista, Hannah, es una criatura ideal e irreal, que adquiere para los otros características «funcionales», esto es, cada uno le asigna un papel distinto en el drama de su vida. Ella no es, sino que más bien refleja para cada uno lo que quieren y necesitan.
Así, le hacen encarnar el papel de la amada, del ángel, la espiritual sacerdotisa virgen, alejada de todo. La prisionera a la que hay que contener o el premio del amante abnegado.
Y ella... A ella no llegamos a conocerla del todo. Se nos muestra en sus acciones y en los pensamientos y re-acciones de los otros. Y permanece envuelta en el misterio, de manera que no podemos llegar a estar seguros sobre si sufre o disfruta de algún modo retorcido de su penitencia. O si, simplemente, se ríe de todo sabiéndose por encima del mundanal ruido.
Como digo, novela curiosa que merece la pena leer. Aunque el disfrute que produce es tan extraño como lo son la trama y los propios personajes.
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