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domingo, 18 de febrero de 2018

LA MADRE ENTRONIZADA - Análisis

Thomas Cooper Gotch - The mother enthroned

Y ahora vamos a ocuparnos de la pintura en cuestión, que como decía, fue el origen de las pesquisas. ¿Por qué me llamó la atención y cómo llegué hasta ella?
         Pues bien, fue en la época de mis «Diosas del Huerto», cuando investigaba sobre el arquetipo de la Diosa Madre, la Gran Madre Tierra y todas las deidades similares —de presencia constante en la Historia, aunque fuera adoptando diferentes ropajes— que han sido asociadas con la fertilidad.
         Buscando imágenes relacionadas fue como di con este cuadro, una gran pintura en todos los sentidos (tiene casi tres metros de ancho, lo que ha hecho que haya sido expuesta en contadas ocasiones) que se titula (un nombre frecuente en la  escultura y pintura religiosa) La madre entronizada. 

Como explican en el blog La Tradición de la Sabiduría, en un artículo dedicado al culto de María Lionza, los múltiples atributos que concentraba el arquetipo primitivo de la Gran Madre: reina y madre; protectora de la naturaleza y símbolo de la fecundidad, tanto de la tierra como de los nacimientos humanos; diosa de la vida y de la muerte, conocedora de los misterios, señora de la curación; se dividieron en distintas representaciones, creándose diosas que se caracterizaban por uno o dos de esos atributos en especial.

El aspecto de «gran madre» de la diosa ha sido representado millones de veces, desde la antigüedad más remota, manteniendo siempre algunas características fijas. Es muy frecuente la figura de la madre con el niño sentado en su regazo, a menudo en un trono. Con la llegada del cristianismo esas imágenes y esculturas se adoptaron e integraron en el culto, dando distinto nombre a lo que ya existía previamente y sin modificar gran cosa en cuanto a su esencia.

Devaki y su hijo Krisna

Devaki y Krisna
Horus
Isis con el niño Horus.

diosas con niñoDiosa solar con niño
Diosa solar

Virgen con el Niño



virgen sentada con niño
la madre entronizada 










Virgen con el Niño


Virgen del Carmen con el Niño





El cuadro del que hoy nos ocupamos representa en esencia el mismo motivo, pero lo hace desde un enfoque muy diferente que me encantó en su momento. En primer lugar, tiene un carácter totalmente profano. Aquí se representa la dignidad de la maternidad pero desligada de su carácter religioso, sin que la madre tenga que ser, además, ninguna figura virginal, etérea y sin tacha. Y también refleja el sentido de la continuidad, mujeres de distintas edades, en diferentes fases de la vida y diversos estados (las niñas a los lados y en primer plano; las doncellas de blanco; las mujeres más adultas de rojo...); juntas todas alrededor de la figura central, rindiéndole tributo pero, sobre todo, acompañándola. Como un aquelarre "sublimado", una reunión de mujeres (ni ángeles, ni obispos ni nada parecido) festejando la femineidad y la maternidad.

Thomas Cooper Gotch, aficionado a convertir en protagonistas de sus cuadros a niñas y mujeres en especial, dota a esta pintura de una gran majestad, que es a la vez terrena y cercana. Logrando convertir un motivo «clásico» en algo personal que contiene su sello indiscutible.

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