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lunes, 6 de agosto de 2018

LA EPOPEYA DE MORGAN. Segunda parte

Pierre-Narcisse Guérin























Dido y Eneas - Pierre-Narcisse Guérin 
(Yo chateando con el personal de Site123)


Como iba diciendo... Recalo en Wix (plataforma para crear tu propia página web de manera fácil y gratuita. ¿Veis cómo domino ya el tema de la publicidad?) y empiezo a diseñarme una página. Sí que parece fácil, y los diseños son chulos, pero topamos con el «gratis».
         En mi caso, ya que me hago una web quiero que me sirva para vender el libro físico que gestiono yo directamente. Así que necesito instalar un método de pago. Y para ello he de suscribir uno de los planes anuales que ofrece Wix. Pero no uno cualquiera, sino uno que incluya «e-commerce» o «comercio electrónico». ¿Que os suena a chino? Justo como a mí. Pero indago un poco:

«...e-commerce consiste en la distribución, venta, compra, marketing y suministro de productos o servicios a través de Internet.

         Originalmente el término se aplicaba a la realización de transacciones mediante medios electrónicos, como por ejemplo el intercambio electrónico de datos. Sin embargo, con el advenimiento de Internet a mediados de los años 90 comenzó el concepto de venta de servicios por la red, usando como forma de pago medios electrónicos como las tarjetas de crédito. Desde entonces, las empresas han estado preocupadas por mantenerse a la vanguardia y poder ofrecer lo que hoy en día sus clientes están demandando».


Los planes que incluyen e-commerce cuestan a partir de 16€ al mes con un plan anual. Milagrosamente en Wix están de oferta y sale por la mitad. Pero como tampoco es moco de pavo, contemplo más opciones. Primero me aseguro de que no hay forma de tener una tienda on-line, que en definitiva de eso se trata, sin pagar por la opción comercio electrónico. No la hay. Luego sopeso si plan anual, un mes para probar... Y si realmente necesito una web (recordad que todo arranca de mi píxel de fb y la posibilidad de conocer el rendimiento de mis acciones publicitarias) o debo pasar de todo y quedar únicamente en manos de Amazon, cuyas políticas de venta, como es de suponer, tienen como objeto el beneficio de la empresa aunque sea a costa de los autores (una cosa muy simpática es que si el cliente suscribe el plan Amazon unlimited puede leer lo que quiera sin pagar nada. Una especie de tarifa plana que para la empresa es un reclamo y una ganancia fija, y para el autor es cero beneficio). Venga, me decido por Wix y que sea lo que la Diosa quiera.
         ¡Ilusa! Que te creías que ya estaba. Misteriosamente, la oferta ha caducado (en las horas de meditación que he empleado) y lo más barato es ahora 16 eurazos al mes. Y con la web ya diseñada prácticamente por completo.
         Vuelta al caballo y a la lanza en ristre: enfrentemos ese nuevo molino.




Si Wix existe —razono con la clarividencia que me caracteriza— habrá más plataformas similares. Y así es. Recalo esta vez en Site123 y empiezo de cero. Al principio me cuesta un poco, hay que reaprender ciertas cosillas y además ya que estaba hecha a la estética del anterior, este sistema me resulta un poco extraño. Pero enseguida puedo sopesar pros y contras y me instalo a mi gusto. Aquí también hay oferta, más duradera y ligeramente más ventajosa que la anterior. Construyo la web, acuerdo el pago y empiezo la lucha para configurar método de pago, dominio propio (que me ofrecen por un año), cuentas de correo y los distintos gadgets que necesito. Site123 tiene una cosa que mola mil, y es que puedes consultar a su personal siempre que necesites y te constestan ipso facto. Lo cual, para alguien como yo, que está pez en varias cuestiones, resulta una gran ayuda. No sé si llegarán a vetarme por alcanzar el tope de preguntas, pero de momento un@s chic@s muy amables me echan un cable siempre que grito socorro.
         Una vez que está hecho lo básico vuelvo a los anuncios. Por recomendación de una amiga, que lo había usado antes, elijo fb como red donde promocionar mi contenido.

Sexto hito: Lidiando con las reglas de facebook.
          Mi primer anuncio resulta sencillo. ¿Y eso? —diréis, sorprendidos, a estas alturas. Pues porque paso de todo el proceso decisorio del que os hablaba antes, que si conversión, que si alcance, que si... Yo tenía ya diseñados tres anuncios de antes, así que me limito a publicar el primero en mi página «Literatura con Estrógenos» y lo promociono después. Entonces sí que hay que decidir a qué público quieres llegar (país o región, rango de edad, sexo, intereses...), cuánto quieres gastarte y la duración de la campaña. Pero eso es más asequible, vas como dirigido y son cuestiones claras. Como es mi primer anuncio, me centro en España, y sobre todo lo demás limito poco. Una semana después hago lo mismo con el segundo, pero esta vez extiendo mi radio de alcance a otros muchos países, incluyo mismos intereses (lectura, e-book y tal) pero añado una novedad: me dan la posibilidad de excluir sectores de población que no me interesen (cuanto más específico sea tu público objetivo más efectivo será el anuncio, ya que, en teoría llega justo a las personas a las que les puede interesar) y yo decido prescindir de los escritores, porque sé que todos andamos igual con nuestras cosas y no quiero saturar a los colegas. Lo que yo busco esta vez son sobre todo lectores, no compañeros de profesión. Mi sorpresa es mayúscula cuando mi anuncio es rechazado y se me dice lo siguiente:
 

«Parece que en tu anuncio se ofrecen oportunidades de alojamiento, empleo o crédito. Si en tu anuncio se ofrecen oportunidades de alojamiento, empleo o crédito, haz clic en el siguiente botón para certificar que cumples con nuestra política de prohibición de la discriminación y con las leyes al respecto aplicables.
          Si consideras que tu anuncio no está relacionado con oportunidades de alojamiento, empleo o crédito, puedes recurrir esta decisión!

¿Alojamiento? ¿Discriminación? WTF? Pero si yo solo vendo un libro. A todo el mundo. A cuantos más, mejor.
         Os voy a poner los dos anuncios para que flipéis como yo. A ver qué se os ocurre que pueda tener el segundo para infringir cualquier regla, teniendo en cuenta que el primero había sido aceptado.



Después de mucho pensar, la única hipótesis que me surge es que lo de «Visita el castillo de la reina...» pueda sonar como oferta de alojamiento a uno de esos programas creados para detectar términos concretos. Y lo mismo con la «discriminación» de los escritores. Así que recurro, pero tardan tanto en responder (y encima el proceso me pilla de viaje y sin acceso al ordenador) que decido crear otro anuncio sin restricción ninguna y con el target que recuerdo del anterior (otros países y rangos de edad específicos). Esta vez la cosa marcha y tengo mi anuncio en circulación. La sorpresa en esta ocasión es el enorme alcance que obtengo en Instagram (aún no conozco la conexión entre Fb e Instagram, pero haberla hayla, publican simultáneamente los anuncios). Seguido de un misterio que ya había descubierto en este mismo blog: ¿Por qué me lee (o se fija en mis publicaciones) tanta gente de Rusia, Ucrania y otros países del este? ¿Es que está proliferando allí el estudio del español? Y en cambio, ¿dónde están todos esos lectores de USA que logré fidelizar con el tiempo, y que desaparecieron a la vez que el problema con Telefónica? Yo los veo, ambos, enigmas propios de Cuarto Milenio que algún día espero resolver.


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