Últimamente he sostenido
varias conversaciones con colegas escritores que giraban sobre lo mismo, a
saber, el desánimo ante lo que parece ser un estancamiento de nuestros respectivos
proyectos. Claro que, en esto de escribir, hablar así en general de proyectos puede
sonar arriesgado. Pero no es así, los “desanimados” de marras parecíamos tener
quejas muy similares, y hacíamos un análisis de la situación bien parecido. El
problema es que hemos vivido en ligero sentido ascendente pero en cambio, en estos
momentos, nos parece que la línea se ha vuelto plana cual riachuelo atascado en
la meseta.
Cuando uno empieza a escribir,
en realidad cuando empieza a escribir para otros –es decir, cuando llega a la
fase en que realmente quiere que otros le lean y valoren su trabajo–, suele
empezar animándose a mostrar sus relatos, artículos y novelas, caso de
haberlas, a la familia, los amigos, algún escritor conocido que sea de
confianza, algún club, profesor… A todo aquel al que pueda torturar impunemente
y del que pueda sacar, con alta probabilidad, palabras de ánimo. Al mismo
tiempo que va cosechando esas primeras críticas amables, sus esperanzas y sueños
van afianzándose y tomando forma definida, pues estos entes, los sueños y
esperanzas, tienen la característica universal de crecer y desarrollarse con
prontitud, y gustan de apuntar cada vez más alto. Entonces uno se dice: ¿Qué
tal si ahora probara en la arena más gloriosa de los concursos literarios?
Ganar sería la leche, pero incluso una mención, un accésit, estarían de brutísima
madre y me servirían para ver si aquí hay o no material. ¿Qué tal si colgara mis
escritos en foros, webs o blogs literarios? Sería una forma de mostrar mi
trabajo a otros y de compartir impresiones con gente con las mismas aficiones. ¿Y
si consiguiera “la publicación”, el SUEÑO con mayúsculas? Ahí, sin duda,
empezaría todo.
Bien, es posible que lo
consigas, a eso llegas. De algún modo, normalmente modesto en un principio, tarde
o temprano consigues verte en digital y/o en papel en una publicación “seria”;
maquetada como es debido. Ese momento es glorioso, inolvidable, y te da fuelle
para una temporada. Cuando yo tuve mi primer retoño en papel me pasé varios
días andando a dos o tres palmos del suelo, con una sonrisilla incrédula
tatuada en mi cara.
El siguiente paso es tratar
de repetir el experimento, no sea que la flauta haya sonado por pura
casualidad. Para ello: escribir y escribir. Y aprender y aprender. Tratarse con
otros escritores, medirse con ellos, escuchar y dar opiniones, conversar sobre
temas, estilos y demás cuestiones literarias. Y aprender, y aprender. Y
escribir y escribir. No hay otra. Venciendo las sequías y las perezas.
Obligándote al próximo paso y el próximo reto. Que todo tiene sus frutos, te
dices con la moral por las nubes. Y poco a poco, se van añadiendo al primero exiguo
curriculum, líneas que lo hacen engordar satisfactoriamente: premios o menciones,
publicaciones nuevas, contactos… Y tu horizonte se amplía y parece que se
expande como hacen las galaxias: nuevos medios, nuevas gentes, nuevos métodos.
Otro peldaño, otro paso que, por pequeño que sea, te acerca un milímetro más al
sueño final.
Pero, ¿qué pasa a partir de
ahí? Porque llega un momento, y no hablo solo por mí, sino por varios
compañeros que, como yo, se encuentran en ese mismo punto crítico; llega un
momento, digo, en que no se ve nada claro que se sigan subiendo escalones. Una
publicación más ya no causa el mismo impacto, si es en las mismas condiciones. Y
tampoco parece que a uno le vaya leyendo más gente que antes, ni que obtenga
más comentarios ni que despierte más interés. Lo peor es que no tiene pinta de
que eso vaya a ir a mejor en un futuro.
Así que analiza la situación
y va definiendo los problemas. Hay uno que salta a la vista, como señalaba hace
poco Raelana Dsagan, escritora: hay
pocos lectores.
Es un tema muy sonado en los
últimos tiempos, que se publica mucho y se lee lo mismo o menos. Reconozcámoslo:
es más fácil publicar. No hablamos de en qué condiciones, pero es un hecho que
hoy día es más fácil publicar. Y somos muchos, muchísimos, los escritores, consagrados,
aspirantes y todos los grados intermedios. ¿Y quién no tiene un blog o una web
desde la que escribe artículos, relatos o ensayos? Hasta capítulos de novelas.
Los lectores, que no han
aumentado proporcionalmente, se enfrentan a una maraña de ofertas cuasi
infinita, que para más inri dura muy poco en el escaparate y cambia
constantemente. Que compite con otras mil posibilidades de ocio, muchas más “directas”;
cómodas y fáciles de digerir. Pensemos al respecto en otras épocas, ¿cuántos
autores tenía que conocer una persona para sentirse culta y “leída”?, ¿y ahora?
¿De cuántos países y cuántas lenguas le llegaba la literatura?, ¿en cuántos
formatos?
Un segundo problema, quizá
menos evidente para quien no mira al mundillo desde dentro, es el que señalaba
Luis González Moreiro, Odín: “Nos leemos
entre nosotros”.
¿Qué quiere decir? Que cuando
has logrado ser re-conocido, hasta cierto punto, entre un reducido sector de
público y quieres “exportarte” a otros, te das cuenta de que esa cuota
conquistada la forman otros como tú, que aspiran a lo mismo que tú y que tienen
tus mismas trabas. Lo que es un problema, evidentemente. Porque está genial
relacionarte con otros escritores con quienes tienes tanto en común. De hecho,
yo creo que no hay mejor taller literario que intercambiar textos y opiniones
críticas con otros compañeros. Pero claro, como público lector no te sirve de
nada. Necesitas encontrar otros entornos configurados principalmente por
lectores "puros", no contaminados, gente que disfrute de verdad
leyendo un libro sin preocuparse por su estructura, o la definición de los
personajes, o si el ritmo es el adecuado. A esos lectores puros, una novela les
gusta o no les gusta, y no hay más. Los análisis intelectuales para los
críticos.
Hace un tiempo comentaba con otro
amigo escritor, Juan Ángel Laguna Edroso, que llevaba una temporada en que no
lograba disfrutar tanto leyendo como antes. Me costaba horrores meterme de
lleno en un libro, porque no podía evitar estar pendiente de esas cuestiones
más técnicas de construcción de la novela. Algo así como estar pendiente todo
el tiempo de los hilos o el engranaje que sostiene a las marionetas. Y así
la historia pierde magia lo quieras o no.
Y eso es porque, incluso
cuando ejercemos de lectores, tenemos casi siempre una cierta deformación
escritoril. Lo que viene de lujo cuando se trata de un concurso, un foro de
escritores o una mesa redonda. Pero que nos cambia la visión respecto al lector
que solo es lector, y es a quien te interesa llegar de verdad.
(Continuará…)
Estoy de acuerdo pero debo ser de los pocos privilegiados que conservo la capacidad exclusiva de leer solo para decir me gusta, como lector o para criticar si me lo piden, como escritor.
ResponderEliminarCuando quieras me pasas esa novela que escribisteis por capítulos Viejo Bastardo y tú aquí, que nunca leí porque así como estaba no podía leerlo, no me gusta leer en capítulos semanales.
Estoy completamente de acuerdo con tu artículo. Quiero más.
Como ya te comenté, eso que dices de la dificultad de leer semanalmente, le pasa a más lectores, que igualmente nos lo hicieron saber. Es por eso que estamos tratando de publicar "Destino" como novela.
EliminarMuy buena entrada. Yo, aún no siendo todavía reconocida, por lo de los premios y eso, me he visto reflejada en casi todo lo que comentas. Esa ruleta rusa en el ánimo que sube y baja sin permiso y esa constante ilusión de hacer llegar a los demás aquello que has escrito. Aunque como dice Ricardo, todavía disfruto y espero seguir haciéndolo, de la capacidad de leer sin que ello incluya, per sé, un análisis que vaya más allá del me gusta o no me gusta.
ResponderEliminarFelicidades por tu entrada
Mil gracias, Pepa. Pues no puedo estar más de acuerdo con lo del ánimo. Por eso es bueno cambiar impresiones con otros que bogan en barcos parecidos al de uno. Saludos.
EliminarQué te voy a decir, que es un magnifico resumen de todo lo que hemos comentado estos días xDD Que espero la segunda parte y que me ha encantado eso de la gente que se deja "torturar impunemente" xDDD
ResponderEliminar;-) Gracias.
EliminarUn artículo muy interesante y que puede abrirnos los ojos a más de uno. Sin duda habrá que recapacitar sobre ello.
ResponderEliminarGracias, Frank.
EliminarTotalmente de acuerdo. Pero como al andar se aprende a correr, y al caer a levantarse. esto es error acierto, y vuelvo a errar. A buscar lectores... como cerdos buscando trufas el manjar más exquisito.(el símil es feo, pero son los cerdos los que buscan las trufas, que culpa tengo yo)
ResponderEliminarJajajajaaa, muy buena comparación. Que también son animales nobles, ¿no? No hay más que probar el jamón.
EliminarCreo que de eso se trata, de sacar ánimos y tirar p'alante.
Pues estoy de acuerdo, pero incluso querría plantear un panorama más desalentador: la oferta excesiva no influye a la poca lectura de lo que uno escribe. Porque uno de los géneros en los que personalmente me he destacado es la ciencia ficción, donde hay muy poca oferta, poquísima, y aun así, siguen siendo libros muy poco comprados y leídos también. Vamos, por si sirve de consuelo, que tampoco merece la pena ser el rey del desierto, porque al fin y al cabo, un desierto tiene muy pocos transeúntes.
ResponderEliminarEfectivamente, esa es otra dificultad añadida, la existencia de géneros más minoritarios y menos valorados. El único consuelo es, igual que cuando eliges una profesión o una carrera así, que más vale hacer lo que te guste cuando se trata de cumplir vocaciones. Que luego tendrás que hacer lo que toque para ganarte el pan, pero eso no te lo puede quitar nadie, y a menudo compensa por muchas cosas.
EliminarYo soy el transeúnte del desierto, Magnus y me da la risa cuando dices que los premios de literatura más importantes que has tenido han sido con relatos de terror y no se exigía que fuera ese el tema y que sin embargo a la hora de vender, no hay nadie que pida literatura de terror. Me alegro muchísimo de haber podido gozar de dos de tus excelentes relatos. Cuando quieras lectores me tienes.
ResponderEliminarUn abrazo a todos, chicos y no os desaniméis.