EQUINOCCIO
por L. G. Morgan
(Tercera parte)
—Antes de nada –volvió
Múgica a tomar la voz cantante, mirando a Dantés y a las mujeres con expresión
severa y, en cierto modo, suspicaz–, debemos asegurarnos de que el plan
discurre según lo previsto. ¿Podéis estar seguros de no haber levantado
sospechas entre los vecinos? –preguntó solo a Dantés, tal como había hecho
desde su llegada.
—Absolutamente
–respondió este–. La señora Lucila no ha salido de aquí ni se ha dejado ver en
las ventanas. En cuanto a doña Mariana…
—Yo
he ido frecuentemente a mi casa y he fingido que dormía allí –interrumpió
Aslanta, poco conforme con que alguien hablara en su nombre. No le había
gustado el cura desde el primer momento, y a cada minuto que pasaba se
reafirmaba en su impresión–. Además he llevado conmigo a mi criada en cada ida
o venida –otra cosa habría sido extraña–, y la he traído a limpiar y a hacernos
la comida bajo el pretexto de que acabo de adquirir esta casa y he instalado en
ella a mi primo, que regresó hace poco de las Américas. Como veis el buen
Dantés se ha acogido a los nuevos tiempos y viste de la mejor calidad gracias
al sastre de doña Mariana –añadió con ironía–, con lo que mi criada ha quedado
impresionada con la donosura del apuesto personaje.
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Un relato delicioso, Morgan. Sectas ocultas, el conocimiento como el poder supremo de los hombres, viajes en el tiempo... una gozada. Creo que no había tenido ocasión de leerte hasta ahora (quizá en un Teseo?) y ha sido una sorpresa agradable, no exenta de sana envidia.
ResponderEliminarUn saludo, y a seguir escribiendo.
Pero, Hedri, ¿tú por aquí? ¡Qué alegría me has dado! Y el subidón del día, claro. Desde este mismo momento tienes unas birras pagadas en cualquier sitio en que nos veamos. (De momento me las iré tomando yo a tu salud por si tardamos en encontrar ocasión jeje ).
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