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domingo, 1 de marzo de 2015

Espectrofilias: La maldición de Hill House

Shirley Jackson



"Ningún organismo vivo puede mantenerse cuerdo durante mucho tiempo en unas condiciones de realidad absoluta; incluso las alondras y las chicharras, suponen algunos, sueñan.
         Hill House, nada cuerda, se alzaba en soledad frente a las colinas, acumulando oscuridad en su interior; llevaba así ochenta años y así podría haber seguido otros ochenta años más.
         En su interior, las paredes mantenían su verticalidad, los ladrillos se entrelazaban limpiamente, los suelos aguantaban firmes y las puertas permanecían cuidadosamente cerradas; el silencio empujaba incansable contra la madera y la piedra de Hill House, y lo que fuera que caminaba allí dentro, caminaba solo".
Shirley Jackson, 1959

Así comienza una de las novelas de casas encantadas más fascinantes que he leído. Principalmente, porque no es una más, porque, pese a ser citada como una de las más emblemáticas del género plantea matices poco usuales, que no veo representados y reproducidos en el resto.
         El tipo de encantamiento que plantea Jackson tiene en mi opinión mucho que ver con el concepto de genius loci, que mencionamos como uno de los presupuestos de la obra de Vernon Lee. Ya sabéis, esa creencia sobre algunos lugares concretos que adquieren vida para nosotros, o que al menos nos afectan como tales criaturas vivientes.
         House Hill tiene vida propia, una vida enferma y malsana, posesiva, que trata de adueñarse de sus habitantes para no dejarlos escapar nunca más. No es, como estamos acostumbrados a esperar, que las criaturas, vivas o muertas, que han pasado por la mansión sean nuestros verdaderos enemigos, los peligros de los que hemos de mantenernos alejados, los que han modelado la esencia de la casa en cuestión transformándola en algo maligno.
         Aquí se nos propone otro juego. Es la propia casa quien se constituye en un peligroso organismo vivo que quiere devorarnos, absorbernos de tal manera que formemos en adelante parte inseparable de él.

Genius Loci

Personalmente, me adscribo a esa idea de que hay lugares especiales que poseen una gran carga energética capaz de influir decisivamente sobre nosotros.
         Pero la energía es algo neutro, no es positiva ni negativa per se. Es solo algo que irradia un poder capaz de afectar a las personas involucradas con él. Y de hallar eco en ellas según su propia naturaleza. Algo así como pasaría con las sustancias adictivas.
         Leí hace mucho tiempo un libro del señor Antonio Escohotado, que dejó tal poso en mí que a día de hoy lo recuerdo perfectamente, al menos la tesis básica que sostiene. Se titula "El libro de los venenos", y parte de la base de que cualquier droga debe ser considerada un veneno, en el sentido de que su efecto será curativo o mortal en función de la cantidad que te administres. También plantea sobre el tema de la adicción una curiosa teoría, ya que sostiene que hay que considerar dicho efecto desde el prisma subjetivo de cada individuo. Una misma sustancia "enganchará" a una persona pero no a otra, según sean las necesidades vitales de cada uno. Siguiendo el ejemplo de la heroína, que él llama droga de paz (es decir, de efectos sedantes y analgésicos): si un individuo la consume en un momento dado para acabar con un dolor puntual, no existe riesgo (o no existe un riesgo muy grande) de adicción; si la consumiera en cambio aquejado por un dolor crónico, el riesgo se multiplicará incalculablemente.
         Volviendo a nuestro tema, la novela de Shirley Jackson y, más concretamente, el efecto de Hill House sobre cada uno de sus "huéspedes"; podemos observar muy claramente cómo resulta este específico en función de las características psicológicas personales de cada uno. Es como si la casa obtuviera eco en unos u otros, golpeando exactamente  las carencias, ahondando en las tragedias de esos cuatro desdichados que, sin saber dónde reside el auténtico peligro, se prestan a indagar en la materia de los fenómenos sobrenaturales que según se cuenta se producen en ella.

Una característica de Shirley Jackson (leída también su fantástica novela Siempre hemos vivido en el castillo) es el mimo que pone en la disección de los personajes. No están especialmente caracterizados desde fuera (no más que en cualquier otra novela, quiero decir), pero están en cambio "radiografiadas" sus psiques hasta el detalle. Son además personajes peculiares, de nuevo no en cuanto a su aspecto externo, sino más bien en cuanto a sus expresiones, sus ocurrencias, los chascarrillos que intercambian, las cosas que les gustan... Los personajes más emblemáticos, casi siempre mujeres, poseen unas características propias que los hacen inolvidables.
         La Eleanor de Haunted Hill, personaje principal sin duda, es una heroína trágica con apariencia de buena chica de pueblo. Ha pasado su vida cuidando de su madre enferma y siente que no hay ningún lugar en el mundo para ella. "Nunca me han querido en ningún sitio", le dice a su compañera Theodora (simplemente Theodora, gusta de presentarse, sin apellidos ni más filiaciones) cuando esta le echa en cara su insistencia para que la acoja en su casa. Ha pasado la vida esperando "que le pase algo", es decir, esperando vivir algo especial, alguna aventura memorable como las que parecen vivir todos los demás a su alrededor.
         Es por todo esto que Eleanor resulta la preferida de esta casa, con la capacidad sensitiva perfecta, con el vacío necesario para que la casa pueda llenarlo a su antojo. Y la vulnerabilidad y la "necesidad" de ser acogida, de pertenecer a algún sitio. La transformación de Eleanor (Nelly) es casi visible. Sin darse cuenta, empieza a tener sentimientos e ideas ajenos que la conducen a un fin inexorable. Como si todo estuviera escrito, concebido por esa maligna inteligencia que tiene cuerpo de piedra y madera, de vigas y cristal.

Naturalmente, hablar de esta novela precisa hablar de su autora, una mujer singular, con ideas propias dentro de una existencia aparentemente corriente que encajaba bien en el molde que le permitían las circunstancias.
         Shirley Jackson, norteamericana, nacida en 1916, criada en Rochester (Nueva York) y muerta en 1965 de un ataque cardíaco sucedido mientras dormía, a la temprana edad de 48 años.

Shirley Jackson

Como ya os contaba en la otra entrada donde mencioné su nombre, el carácter de nuestra dama siniestra debía de ser bastante singular. Pero además de su afición por el misterio y los horrores, su biografía se desarrolla por cauces bastante cotidianos, en absoluto excéntricos. Como si fuera, podríamos decir, extraña y original por dentro y normal y aceptable por fuera.
         Conoció al que luego sería su marido, Stanley Hyman, en la universidad y se casaron enseguida. Él llegaría a ser un prestigioso crítico literario. Los dos tenían en común ser ávidos lectores y se les describe como unos anfitriones cordiales y "coloridos". Tuvieron cuatro hijos, y los primeros libros de Shirley giraban en torno a su vida familiar: relatos "irrespetuosos" de la vida de sus hijos, los llamaba ella, que fueron apareciendo de forma muy exitosa en distintas publicaciones femeninas, para acabar recopilados en los libros "Living among the savages" y "Raising demons". Fue este un género literario muy popular entre las amas de casa norteamericanas que tenían aspiraciones literarias.
         Escribió además otros libros para niños, como "Nine magic whishes" y la obra teatral "The bad children", basada en el cuento Hansel y Gretel.
         Es la autora de varios inquietantes relatos, entre los que destaca la polémica, en su tiempo, "La lotería" (1948), un texto donde, sumergida en la apariencia fantástica, hace una crítica despiadada de algunos aspectos de la sociedad de su tiempo y, concretamente, de la vida cerrada y ajena al mundo de ciertas pequeñas comunidades de la América profunda.
         En cuanto a novelas, la primera que vio la luz fue su obra "The road through the wall", publicada en 1948. Fue entonces cuando a su marido se le ocurrió difundir lo de su afición a la brujería, que os contaba en la entrada que dediqué hace poco al tema. Luego vinieron "Hangsaman" (1951), "The bird's nest" (1954), "The sundial" (1958) y "The haunting of Hill House" (1959), de la que nos ocupamos hoy y que algunos consideran su obra cumbre.
         Su última novela publicada fue "We have always lived in the Castle" (1963); "Siempre hemos vivido en el Castillo"; una obra muy personal donde describe el universo dislocado y enfermo de una familia que arrastra las secuelas de una desgracia pasada. De nuevo, lo maravilloso y mágico (tal vez en un sentido horripilante) de esta obra es la naturaleza de sus personajes, "deformes" psicológicamente si se quiere, pero que sirven de clarificador contraste con los aparentemente "normales". ¿El mal vive en el castillo? Yo no lo creo. Los personajes son, como ya digo, anómalos. Y viven envueltos en un aislamiento enfermizo, defendiéndose a capa y espada del resto del mundo, defendiendo un reducto que albergó el crimen y algún tipo de locura. Pero tal como nos narra los acontecimientos la autora, tal y como "mima" a sus personajes, la percepción que tenemos de ellos nos produce cierta simpatía, hace que nos pongamos "de su parte" y en contra de ese pueblo mezquino y rutinario, voluntariamente instalado en el tedio y la mediocridad, en su propio reducto autoimpuesto donde lo que se aleja de la norma es considerado con el rechazo hacia el intruso.
         No podemos dejar de considerar esta novela concreta, aún más que las otras, en relación a la vida de su autora. En el magnífico artículo que publica Yolanda Espiñeira en El Fantascopio partiendo de este libro, podemos contemplar de cerca esta relación entre la vida cotidiana de Shirley Jackson y el costumbrismo de sus primeras obras, y el horror de sus otras novelas, esa faceta oscura y siniestra que está presente en ellas.
         Shirley padeció ciertas neurosis toda su vida (creía por ejemplo que los vecinos la observaban) y fue víctima de enfermedades psicosomáticas durante mucho tiempo, pero en los últimos años de su vida su situación se volvió trágica. Se agudizó su agorafobia, hasta el punto de pasar meses sin atreverse a salir de su habitación. Su marido tenía una aventura, sus hijos habían crecido y ya no la necesitaban, y ella llevaba diez años enganchada a las anfetaminas y los tranquilizantes, en un inútil intento de acabar con su problema de obesidad, cada vez más acuciante. Desde finales de noviembre del 62 no salía de casa.
         Cuando se decidió a visitar a un psiquiatra era, tal vez, demasiado tarde. Consiguió volver a escribir, pero ya no había tiempo. Llevaba apenas un puñado de páginas cuando la muerte la sorprendió una noche de 1965. Se cree que los medicamentos que recibió durante toda su vida tuvieron una parte importante en ello.
         Claro que también hubo quien sostenía otra hipótesis. Uno de sus amigos, según nos cuenta su hijo, estaba convencido de que la escritora de los misterios y las casas encantadas había caído víctima de una maldición.

*** Hoy justo me he enterado de que mi amiga, la escritora Ana Morán Infiesta, publica también artículo sobre Hill House. Será interesante comparar percepciones: La maldición de Hill House        

6 comentarios:

  1. Que bueno. Habrá que tener en cuenta este libro.
    Reseñón de los buenos Morgan.

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  2. Gracias, amigo. Es un libro especial.

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  3. Estupenda reseña.
    Veo que cuando toque debatir coincidiremos en algunas apreciaciones sobre el misterio que rodea a Hill House. Por cierto, si no te los has leído, merece la pena hincarle el diente a los relatos de Jackson. "La Lotería" es muy especial y desconcertó a muchos lectores en su momento. Yo hoy empiezo a plantearme si no habrá inspirado ciertas obras de ciencia ficción posteriores. Aunque yo me quedo con "Los veraneantes" por encima de este. Es uno de los pocos relatos que me dan mal rollo cada vez que los leo.

    Los personajes de Jackson son siempre muy grandes, como comentas, creo que la razón por la que el lector les coge ese cariño que comentas es porque, dentro de su excentricidad, son gente "normal" .

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    1. Sí, al leer sobre La Lotería (no lo he leído pero lo tengo en mente ;-)) he sacado esa conclusión: que ha inspirado varias obras, tanto literarias como cinematográficas. De hecho, yo recuerdo haber visto algo con argumento parecido hace mucho tiempo.
      Lo que me ha sorprendido agradablemente al leer tu artículo es que creo que, gustándonos aspectos iguales, las dos nos hemos aproximado al libro y a la autora desde distintos sitios, pero coincidiendo en el meollo. Todo eso que cuentas de las casas en que se inspiró y sus lecturas, es algo que también me fascina de esta mujer. Y eso que sería la típica de la que dirían: mira la mosquita muerta XDD

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  4. De mi artículo aún quedan más partes y te sorprenderán más coincidencias. NO había pensado en lo del "mira la mosquita muerta" pero tienes toda la razón. XDXD

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  5. Qué curioso, es uno de los libros sobre los que debatimos hace unos meses en el taller de Lola Robles, "Fantásticas", en el espacio Hermanas Mirabal, en cuatro caminos. Tu aportación ha sido también muy interesante. Gracias. Josefa

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