Licantropía
Os hablaba de este concurso de la web OcioZero nada menos que en noviembre. Pues bien, aunque fuera casi sobre la campana, he logrado colgar a tiempo un relato y así poder participar en esta edición de uno de los certámentes más emocionantes que existen actualmente.
¿Emocionante por qué? Pues porque todo aquel que lo desee, los miembros de OcioZero o cualquier visitante ocasional, puede leer tu relato, opinar sobre él y concederle el voto que considere adecuado (para esto sí hay que registrarse). El resultado final que obtengas depende de las puntuaciones que hayan otorgado los lectores (un tercio de la nota final) y de los votos de dos jueces fijos.
Esto lo hace muy «democrático», pero no es lo mejor que tiene. Lo más importante es la oportunidad de conocer qué opinan los lectores sobre lo que has escrito. Esto implica un aprendizaje enorme, además, claro, de la satisfacción que da el simple hecho de compartir tu relato con un amplio abanico de gente, cada uno con sus gustos lectores. Y el hecho de ejercer tú mismo también de juez, te da una visión de la técnica y el contenido de los relatos en general que la subjetividad impediría que obtuvieras solo con tus propias obras.
Yo he presentado para la ocasión un relato que se titula «El alma de las Tierras Salvajes», dispuesto a competir amigablemente con otras 57 obras. Tiene ambientación wéstern y un argumento acorde. Y, como no podía ser de otra forma, gira alrededor del lema central del concurso, que es, en esta edición, la Licantropía.
Evgeniya Provotorova
Ha sido un relato complicado, de ese tipo que he dado en llamar relato Frankenstein (véase al respecto el debate que nos trajimos en OZ, en el que acabaron acuñándose términos como relato Vampiro, relato Jeckyll y Hide y hasta relato zombie). Me refiero a esa clase de escrito que se va construyendo a trozos. Tienes una idea, una escena, un diálogo... Partes del relato que vas plasmando poco a poco sobre el papel (pantalla) y que luego hay que coser entre sí para darle sentido al conjunto, de tal manera que la cosa no quede muy deforme y tenga vida propia. Es decir, que constituya un verdadero relato.
Yo tenía clara desde el principio mi premisa de partida, esto es, la forma como quería enfocar la licantropía. Tenía también un escenario en la mente y un par de personajes definidos. Y, por último, una escena construída casi por entero, con diálogos y todo. Pero a partir de ahí...
Necesitaba sentir el pulso del relato, pero no acababa de hacerme con él. A veces me desencantaba del todo y me parecía imposible dar forma a ese caos total.
La limitación de palabras del concurso tampoco ayudaba nada, sobre todo a mí, que me declaro verborreica perdida. Cuando tuve por fin montado un primer esqueleto me pasaba ya unas 800 palabras.
Más problemas. Tenía un final y de repente cambié de idea y lo deseché. Con la nueva idea, sabía a dónde quería llegar pero no cómo y dónde meter las piezas necesarias para llegar ahí. En fin... un tormento.
Hay relatos que se paren con más facilidad, como si se hubieran medio escrito dentro de ti antes de ponerte siquiera ante el ordenador. Y hay otros que se atascan, seguramente porque lo que quieres contar tiene que acabar de atarse y perfilarse en tu mente, y acaban siendo el producto de muchas horas de reflexiones y ajustes; para conseguir que esa primera chispa, esa sensación o ese aroma que lo empezó todo se mantenga fresco y haga de amalgama de las distintas partes. Y que la criatura resultante sea menos monstruosa y más bella. O al menos, lo más armoniosa que se pueda.
No digo más. Si os gusta leer, en el Polidori tenéis 58 fantásticos relatos esperándoos. Cada uno supone una aproximación distinta y a veces novedosa a un tema tan clásico como es el de los hombres-lobo.
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