Con esta entrada (que hoy actualizo y que publiqué por primera vez en junio de 2015), y estas tres fantásticas mujeres: Josephine Baker, Helen Kane y Doris Eaton Travis; finalicé la serie dedicada a la New Woman, la nueva mujer que surgió durante los primeros años del siglo XX.
Hay muchos más nombres dignos de mención de los que yo he podido recoger, pero me conformo con que esta escueta lista sirva como ejemplo de ese nuevo modelo de mujer que algunas visionarias se atrevieron a soñar, y que marcó un desafío histórico gracias al cuál hemos logrado alcanzar importantes conquistas el resto de nosotras.
Como habréis comprobado, el destino de la mayoría de ellas fue bastante cruel, como corresponde a cualquier femme fatale que se precie; que para eso eran unas perdidas, empeñadas en subvertir el orden «natural» de las cosas, y se merecían el pertinente castigo divino. Claro que, si esto no era así, ya se encargaba la sociedad de que no se fueran de vacío.
Hay que decir también que, entre la chica moderna e independiente que se rebelaba contra las convenciones impuestas, y la sofisticada "hembra" que seducía a los hombres para dejarlos tirados después, con el corazón destrozado; la mayoría de la gente no hacía más distinción que la que imponía el número de conquistas de cada una.
La mujer fuerte e independiente causaba estragos en el personal, pero al mismo tiempo (o tal vez por eso mismo) merecía la censura de los mismos que habían pecado con ella. Curioso, ¿no? La conclusión más inmediata parece ser la de que el pecado tiene un innegable efecto seductor, aunque haya luego que expiarlo con penitencia. Y claro, puestos a escoger, mejor que la penitencia la haga el otro (o sea, ella, la pérfida mujer) y no uno mismo.
Josephine Baker
Nació en 1906, fruto de las relaciones entre Carrie McDonald, una mujer negra que trabajaba de lavandera pero que tenía aspiraciones artísticas, y Eddie Carson, un batería blanco de vodevil, que las abandonó al poco. Tuvo una infancia infeliz, en medio de una de las zonas más peligrosas de St. Louis, Missouri y fue víctima de conductas racistas. Trabajó de criada, hasta que descubrió el teatro.
Se casó por primera vez a los 13, ganó su primer concurso de baile a los 14 y a los 19, sola e independiente, divorciada de un segundo marido, debutó en París.
Primero fue el escándalo, y luego la adoración. Con 21 años haría su primera película, convirtiéndose en la primera actriz afroamericana en protagonizar una, e inició también su carrera musical. Se convirtió en la artista mejor pagada de Europa, rivalizando con otras grandes del momento como Gloria Swanson y Mary Pickford por ser la mujer más fotografiada del mundo. Se dice que a ella se debe la introducción del charleston en Europa.
A la primera película le seguirían otras dos igualmente exitosas: Zou-Zou (1934) y La princesa Tam-Tam (1935).
A los 30 años realizó una gira por los Estados Unidos, donde no obtuvo el éxito esperado. Los norteamericanos consideraban sus espectáculos demasiado promiscuos y reprochaban a la artista que hablara francés y que pareciera "una extranjera".
A su regreso a París volvió a casarse, obteniendo con ello la ciudadanía francesa. Llegaría a coleccionar 4 maridos y medio (su quinta boda solo fue en realidad una ceremonia simbólica, en la que ella y su gran amigo Robert Brady, un artista homosexual, se prometieron amor hasta la muerte) y contaría entre sus amantes a algunas mujeres notables. Josephine era claramente bisexual, pero mantuvo esa parte de su vida fuera del alcance del público general.
Durante la II Guerra Mundial se unió a la Resistencia y actuó para las tropas aliadas, instando a los soldados de todas las razas a acudir juntos a verla. Colaboró con la Cruz Roja y condujo ambulancias. Recibió la Medalla de la Resistencia y la Legión de Honor.
Volvió a casarse con el director de orquesta blanco Jo Bouillon. Regresó al espectáculo y estuvo en Cuba y USA, donde apoyó activamente el Movimiento por los Derechos Civiles.
De vuelta en Francia y retirada de los escenarios, compró el Castillo de Milandes, en el sur, y allí se instaló con los 12 niños que había adoptado, de distintas razas, a los que llamó la tribu del arco iris.
Tuvo que volver de vez en cuando al espectáculo por necesidades económicas, aunque también recibió ayuda de gente que la admiraba, como la princesa Gracia Patricia de Mónaco. Murió en 1975 de un derrame cerebral, recibiendo honores como pocos personajes públicos.
Helen Kane
Ya desde el colegio Helen destacó por sus dotes y aficiones artísticas, y a los 15 años trabajaba como parte integrante de la obra de los Hermanos Marx «On the balcony», con la que recorrieron el Orpheum Circuit (una cadena de salas de vodevil y cines que estuvo en vigor hasta 1927).
Durante la década de los 20 actuó como cantante y bailarina dentro del género del Vodevil, alcanzando una gran popularidad en los teatros de Broadway. En 1929 comenzó a hacer películas, participando en varias películas sonoras con la Paramount, pero su fama se desvaneció pronto.
A Helen Kane se la conoce por ser la inspiración del personaje de animación Betty Boop. Era el prototipo perfecto de chica flapper, con su carita redonda enmarcada en unos rizos negros, sus grandes ojos y sus labios de pitiminí, junto a su corta estatura (1.55 m.) y sus formas voluptuosas. Representaba el ideal de belleza femenina de esa nueva mujer, moderna y liberada.
Betty Boop nació en 1930. El animador Grim Natwick, que trabajaba para los Fleischer Studios, presentó una caricatura de Helen Kane como una perrita caniche con largas orejas y una voz chillona, como parte de una serie de dibujos ya existente. Betty Boop, como se llamó el personaje, se hizo enseguida muy popular y obtuvo su propia serie. En 1932 se convirtió en un ser humano, y las orejas fueron transformadas en los famosos pendientes de aro.
Pero Betty Boop, lejos de favorecer a Helen Kane, no hizo sino perjudicarla. Los estudios Paramount, empleadores de Helen y distribuidores de los Fleischer, dejaron de apoyar la carrera de la cantante para volcarse en la del dibujo animado. Así, según subía Betty, bajaba Helen.
En mayo de 1932 Helen Kane presentó una demanda contra la Paramount y Max Fleischer, por competencia desleal y apropiación indebida de su imagen. Se basaba en el evidente parecido que había entre su estilo y el del dibujo, e incidía en que el personaje imitaba su forma de cantar, aniñada y con acento de Brooklyn, y que la había hecho conocida como la Boop-Oop-Doop Girl, en alusión a ese encadenado de sílabas y sonidos que introducía en sus canciones.
El juicio duró dos años y se falló en contra de Helen, pues el juez estimó que su forma de cantar no era algo único y que, por tanto, no podía decirse que Betty Boop la hubiera copiado a ella y solo a ella. (Resulta curioso constatar que uno de los testigos importantes de la defensa fue Mae Questel, una cantante que se había dado a conocer precisamente en un concurso de imitadoras de Helen Kane, y que en esos momentos prestaba su voz a Betty Boop, cuya imagen había adoptado).
A partir de 1931 su estrella declinó lentamente. El cine dejó de ofrecerle papeles y Helen volvió a los teatros y a las actuaciones en diversos clubes nocturnos. En la década de los 50, tras un homenaje en su honor, volvió a adquirir cierta notoriedad, trabajando en varios programas televisivos en los que cantaba, y fichando por una compañía discográfica.
Murió en 1966 víctima de un cáncer de mama con el que había batallado durante diez años. Tenía 62 años.
Aquí Mae Questel
Murió en 1966 víctima de un cáncer de mama con el que había batallado durante diez años. Tenía 62 años.
Doris Eaton Travis
(14 de marzo de 1904 - 11 de mayo de 2010)
Me encanta acabar con esta mujer, una absoluta triunfadora en todo aquello que se propuso. Muchas de sus coetáneas, como hemos visto, sobre todo si se trataba de mujeres independientes que se movían fuera de los cauces marcados, fueron derrotadas por sus destinos. Se enfrentaron en una lucha sin cuartel contra los mandatos de género imperantes, y pagaron el precio.
Pero con Doris Eaton Travis no fue así. Quizá la diferencia la marcó su familia, ya diferente de por sí. En su casa se daban cita distintas celebridades de la época, se tocaba el piano, se tomaban copas, se ensayaban espectáculos y se bailaba. Así, no era de extrañar que todos los hermanos salieran artistas (las cinco chicas y los dos chicos).
A los 14 años, mediante un engaño, Doris consiguió un contrato como corista y bailarina con los dueños del Ziegfeld Follies, la versión americana de la revista musical parisina Folies Bergère. Pronto empezó a hacer las sustituciones de la estrella principal. Después de un año ya tenía sus propios números como protagonista.
Fue por aquel entonces cuando quiso conocer cómo era el cine. Participó en varias películas mudas y luego, parece ser que con la curiosidad ya saciada, regresó a los musicales.
Por unos años se instaló en la costa Oeste, y fue allí donde conoció al primer gran amor de su vida: Nacio Herb Brown, uno de los compositores de Cantando bajo la lluvia, pieza que Doris interpretaría por primera vez, en 1929. Su relación con Nacio se prolongaría, intermitentemente, durante ocho años.
De vuelta en Broadway, en plena depresión y cuando las oportunidades escaseaban, tuvo la suerte de encontrar a Arthur Murray, un conocido profesor de baile, que la contrató como profesora de claqué.
Durante más de treinta años se desempeñaría en el sector, pasando de profesora a directora del estudio. Y luego, abriendo diferentes sucursales por todo el país. Sería entonces cuando conocería a su futuro marido, Paul Travis, que la cortejaría durante once años pero al que finalmente daría el sí quiero y prometería convencida un «hasta que la muerte nos separe». Su matrimonio duró cincuenta años, hasta el fallecimiento de Paul.
Por la misma época fue también la autora de una columna periodística dedicada al baile y publicada en el Detroit News y presentó un programa televisivo local durante siete años.
Después de retirarse como profesora de danza en 1968, su marido y ella
compraron un rancho en Oklahoma. Bajo su administración la finca
cuadruplicó su tamaño y los caballos que criaron obtuvieron excelentes
resultados en las carreras, lo que contribuyó sin duda a su prosperidad.
Doris continuó dirigiéndolo hasta 2008.
En 1992, ya con 88 años, Doris
se graduó Cum laude en la Universidad de Oklahoma, y en 1998 volvió a
Broadway para bailar en un acto benéfico, en el mismo teatro donde
debutara. En 1999 tuvo un pequeño papel en una película de Jim Carrey.
Falleció en 2010, a los 106 años, siendo la última de las Chicas Ziegfeld en desaparecer.
(14 de marzo de 1904 - 11 de mayo de 2010)
Me encanta acabar con esta mujer, una absoluta triunfadora en todo aquello que se propuso. Muchas de sus coetáneas, como hemos visto, sobre todo si se trataba de mujeres independientes que se movían fuera de los cauces marcados, fueron derrotadas por sus destinos. Se enfrentaron en una lucha sin cuartel contra los mandatos de género imperantes, y pagaron el precio.
Pero con Doris Eaton Travis no fue así. Quizá la diferencia la marcó su familia, ya diferente de por sí. En su casa se daban cita distintas celebridades de la época, se tocaba el piano, se tomaban copas, se ensayaban espectáculos y se bailaba. Así, no era de extrañar que todos los hermanos salieran artistas (las cinco chicas y los dos chicos).
A los 14 años, mediante un engaño, Doris consiguió un contrato como corista y bailarina con los dueños del Ziegfeld Follies, la versión americana de la revista musical parisina Folies Bergère. Pronto empezó a hacer las sustituciones de la estrella principal. Después de un año ya tenía sus propios números como protagonista.
Fue por aquel entonces cuando quiso conocer cómo era el cine. Participó en varias películas mudas y luego, parece ser que con la curiosidad ya saciada, regresó a los musicales.
Por unos años se instaló en la costa Oeste, y fue allí donde conoció al primer gran amor de su vida: Nacio Herb Brown, uno de los compositores de Cantando bajo la lluvia, pieza que Doris interpretaría por primera vez, en 1929. Su relación con Nacio se prolongaría, intermitentemente, durante ocho años.
De vuelta en Broadway, en plena depresión y cuando las oportunidades escaseaban, tuvo la suerte de encontrar a Arthur Murray, un conocido profesor de baile, que la contrató como profesora de claqué.
Durante más de treinta años se desempeñaría en el sector, pasando de profesora a directora del estudio. Y luego, abriendo diferentes sucursales por todo el país. Sería entonces cuando conocería a su futuro marido, Paul Travis, que la cortejaría durante once años pero al que finalmente daría el sí quiero y prometería convencida un «hasta que la muerte nos separe». Su matrimonio duró cincuenta años, hasta el fallecimiento de Paul.
Por la misma época fue también la autora de una columna periodística dedicada al baile y publicada en el Detroit News y presentó un programa televisivo local durante siete años.
Después de retirarse como profesora de danza en 1968, su marido y ella compraron un rancho en Oklahoma. Bajo su administración la finca cuadruplicó su tamaño y los caballos que criaron obtuvieron excelentes resultados en las carreras, lo que contribuyó sin duda a su prosperidad. Doris continuó dirigiéndolo hasta 2008.
En 1992, ya con 88 años, Doris se graduó Cum laude en la Universidad de Oklahoma, y en 1998 volvió a Broadway para bailar en un acto benéfico, en el mismo teatro donde debutara. En 1999 tuvo un pequeño papel en una película de Jim Carrey.
De vuelta en Broadway, en plena depresión y cuando las oportunidades escaseaban, tuvo la suerte de encontrar a Arthur Murray, un conocido profesor de baile, que la contrató como profesora de claqué.
Durante más de treinta años se desempeñaría en el sector, pasando de profesora a directora del estudio. Y luego, abriendo diferentes sucursales por todo el país. Sería entonces cuando conocería a su futuro marido, Paul Travis, que la cortejaría durante once años pero al que finalmente daría el sí quiero y prometería convencida un «hasta que la muerte nos separe». Su matrimonio duró cincuenta años, hasta el fallecimiento de Paul.
Por la misma época fue también la autora de una columna periodística dedicada al baile y publicada en el Detroit News y presentó un programa televisivo local durante siete años.
Después de retirarse como profesora de danza en 1968, su marido y ella compraron un rancho en Oklahoma. Bajo su administración la finca cuadruplicó su tamaño y los caballos que criaron obtuvieron excelentes resultados en las carreras, lo que contribuyó sin duda a su prosperidad. Doris continuó dirigiéndolo hasta 2008.
En 1992, ya con 88 años, Doris se graduó Cum laude en la Universidad de Oklahoma, y en 1998 volvió a Broadway para bailar en un acto benéfico, en el mismo teatro donde debutara. En 1999 tuvo un pequeño papel en una película de Jim Carrey.
Falleció en 2010, a los 106 años, siendo la última de las Chicas Ziegfeld en desaparecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario