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viernes, 14 de diciembre de 2018

LA LADRONA DE TOMATES

ÚRSULA VERNON

úrsula vernon


                                Título: La ladrona de tomates
                                Autora: Úrsula Vernon
                                Traductora: Arrate Hidalgo
                                Portada: Mariana Palova
                                Editorial: Cerbero
                                Fecha de lanzamiento en España: noviembre de 2018
                                PVP: 5€


Novela de género fantástico de Úrsula Vernon*** que obtuvo el premio Hugo a la «Mejor Novela Corta» en 2017, y que ahora, traducida del inglés por Arrate Hidalgo**, ha sido publicada por la Editorial Cerbero en formato bolsilibro. La portada es de la artista gráfica Mariana Palova*.

¿Quién es quién?

***Úrsula Vernon: (Pittsboro, Carolina del Norte, Estados Unidos, 1977). Escritora, artista e ilustradora independiente. Es conocida sobre todo por su novela gráfica «Digger», ganadora del Premio Hugo, y por los libros infantiles «Dragonbreath y Nurk: The Strange, Surprising Adventures of a Brave Shrew». Para más cotilleos: Red Wombat Studio

**Arrate Hidalgo: (Bilbao, años 80). Profesional del lenguaje nacida en España y residente en Londres (por lo general). Ha estudiado en Bilbao, Estocolmo y Leeds y ha desarrollado su carrera profesional como traductora, escritora y miembro de diversas editoriales. Si esto te ha sabido a poco: Arrate Hidalgo

*Mariana Palova: (Jalisco, México, 1990). Artista gráfica y escritora, comenzó a escribir con trece años y a crear obras de arte a los diecisiete. Estudió Diseño Gráfico y su trabajo visual ha sido presentado en más de setenta exposiciones en México, EE. UU., Sudamérica, Asia y Europa. En 2016, la Universidad Autónoma de Aguascalientes la reconoció como una de las artistas más representativas de su país. Para echar un vistazo a su obra, aquí tenéis su web: Mariana Palova

******************** 

Y ahora vamos con la novela en sí, que yo he leído con auténtico deleite. Desde el principio me pareció que había magia palpable entre sus páginas. El tipo de lenguaje, los personajes, y hasta el entorno y la atmósfera de huerto y dunas, vergel y cactus, desierto reseco y jugosos tomates maduros. Y es que una novela que da tanto protagonismo a los tomates, y a la hechicera capaz de hacerlos crecer en territorio hostil, tiene por fuerza que estar hecha de magia y amor; del tipo de magia que se recrea en las cosas pequeñas y asiste con asombro a cada minúsculo milagro de la vida. Y del tipo de amor un poco rudo, de escasa alharaca, pero tan hondo como el agua que discurre bajo los desiertos de la Tierra.
         Ya Arrate Hidalgo, su traductora, hablaba en la presentación del peligro seductor de este libro, capaz de llevarte al huerto (nunca mejor empleado) con frases como: «A veces el mejor remedio para la vida es un tomate maduro».


¿A que le alegran el día a cualquiera?
 
Yo, por mi parte, he encontrado otras cuantas para colocar en los altares de las grandes frases:
«...porque no hay límite a la cantidad de corazones que puede romper un muchacho descerebrado de ojos melancólicos».
«Preocuparse no servía de nada, pero, por alguna razón, eso nunca ha detenido a nadie».
«El mundo era duro y feroz, pero también contenía bocadillos de tomate, y si eso no hacía que valiese la pena vivir en él, puede que tu listón estuviese demasiado alto».
«Las máquinas (los trenes) eran dioses caprichosos. (A esto se debía en parte el precio del café».

Decía que la novela estaba hecha de magia y amor, pero también se aprecia en ella un enorme sentido del humor, entre irónico y tierno, que te encandila durante todo el trayecto. Y destila personalidad a cada párrafo. Teje un tipo de fantasía propia, poblada de cambiaformas, dioses-tren y ferrosacerdotes,  mundos que se doblan, gente gastada y liebres y pájaros encantados.
         Y el caso es que la trama en sí no es que sea gran cosa, ni demasiado compleja ni sofisticada —las cosas verdaderas de la vida rara vez lo son—, pero te envuelve, como hacen las grandes historias, con imágenes poderosas y personajes vívidos. La abuela Harken, protagonista indiscutible, es un poco Yaya Ceravieja, ese tipo de bruja sabia y lúcida, conectada por entero a la tierra. Dura como una raíz pero con un compasivo corazón que no puede con la injusticia. El resto, siendo secundarios, logran «existir» de verdad. Para mí, destaca sobre todos ellos la Madre de Trenes, digna compañera de la Abuela.

Otra cosa que me gustaría mencionar: La ladrona de tomates no tiene uno de esos finales sorpresa, tan perseguidos al parecer, principalmente cuando de relatos se trata. Ni siquiera podríamos decir que tiene punch.
        Una vez, cuando mi hermana y yo éramos pequeñas, estábamos viendo una película, que ya anticipaba algo de drama, y le preguntamos a mi madre si acababa bien o mal. Mi madre soltó una de sus frases lapidarias: acaba como tiene que acabar.
         Pues esta novela igual, solo acaba como tiene que acabar. Como un montón de piedrecitas cuando colocas la última y completas la serie. Como una secuencia lógica cuyo último paso cae por su propio peso. Como un río que desemboca en el mar... Mira, eso me ha gustado. A partir de ahora no diré de una de estas novelas que termina, sino que desemboca. El caso es que este libro te toma de la mano desde el principio y vas pasito a pasito hasta llegar a la meta. Y te quedas con la sensación del camino cumplido, deseando tan solo volver otro día junto a la mecedora de la Abuela, esta vez sin objetos punzantes, y dejar que te cuente lo que le ha pasado estos días mientras comparte contigo, si es que hay suerte, uno de sus hermosos tomates.

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