CONCUBINA
IMPERIAL
por L. G.
Morgan
I
Una nueva vida, un nuevo nombre,
siempre impuesto por otros. Porque una mujer china no se pertenece a sí misma,
sino a los que tienen poder sobre ella. Ahora es Yang Kwei Fei, concubina
imperial de alto rango, distinguida por su Señor con ese título sobre todas las
demás. Hasta ahí, a ese momento concreto, le han conducido los esfuerzos y
desvelos de los últimos nueve largos años.
Contempla su imagen
en el alto espejo de plata, que se erige en inmutable guardián en una de las
paredes de sus aposentos. Su hermosa piel de nácar, sus ojos rasgados, su
cabello como seda negra, atado en la parte superior de la cabeza y coronado de
colgantes de oro y piedras. Se contempla y cree ver desplegarse ante ella el
nuevo tramo de la historia que piensa escribir sobre sí misma. Sí, por fin ve
perfilarse su Tao con completa claridad. Y siente que está próxima su
culminación.
Yang Kwei Fei sabe mejor
que nadie que la existencia es solo una sucesión de ciclos. Y cada uno de los
suyos se ha inaugurado con un nombre distinto, como las fases de la luna que atraviesa
continuas metamorfosis. Con tan solo veintisiete años Kwei Fei ha vivido ya
muchas vidas, aunque su alma ha recorrido aún miles de estadios más y puede
sentir el peso de las edades como rocas sobre la Tierra. Desde su nacimiento lo
supo, que había sido víctima de los ardides de los dioses, engañada y condenada
a esa mezquina existencia terrenal que no le correspondía. Sí, su alma podía
recordar… Aunque le hubiera sido negado huir.
Su mirada en el
cristal le devuelve una hondura que asusta, una sima oscura, profunda e ignota
que nadie ha visto nunca. Los viejos mundos y viejas épocas que quedaron a su
espalda, las viejas vidas de las que no osa hablar. Nadie le mira nunca a los
ojos con suficiente atención, buscando en su interior hasta dar con su verdadera
esencia. Nadie ha podido entonces descubrirla; esa especia rara e intemporal
que florece en su alma antigua y que hace sangrar todo lo que toca. Ese fruto
amargo que necesita sacar de sí y que le exige venganza. Nadie salvo Lishi.
Pero a él no le asusta, él la ama por lo que es, y aun por lo que no es.
(...)
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