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jueves, 16 de mayo de 2013

LA CASA DE LOS CEREZOS


Hace algunos años escribí una novela, La casa de los cerezos, que me sirvió como campo de pruebas en esto de las acrobacias literarias. Fue una historia que empezó con vocación de relato, para luego ir creciendo por sí misma sin que yo tuviera demasiada parte en ello. Las historias son así, tú crees que surgen de ti, que te salen de dentro, y aspiras ingenuamente a que, por ese mismo motivo, su control te corresponda. Pero no suele ser así, a menudo se rebelan y acaban haciendo lo que les viene en gana, con bastante poca consideración por los planes que tú te hayas trazado. Nada de “aquí empieza todo, aquí viene el nudo y allí acaba el desenlace”. No, señor, la historia viene a empezar más o menos donde pensaste, pero a partir de ese punto… Nunca sabes en qué, ni dónde ni con quién, acabará.
Un día mi madre vino a mi casa después de haber estado con unas amigas. Traía noticias frescas, desacostumbradamente esotéricas, sobre una casa que estaba a la venta en mi barrio. Según sus amigas, la citada casa estaba encantada, esto es, tenía fantasmas.
¡¡¡Fantasmas!!! Yo adoro a los fantasmas. Esos seres inaprensibles, tan misteriosos y esquivos, tan de otro tiempo, me parecen irresistibles. ¡¡¡Y en mi barrio!!! Tendríais que verlo, uno de esos lugares que puedes encontrar en la periferia de cualquier ciudad grande, anodino y feo, totalmente funcional. ¡Fantasmas aquí, a la puerta de mi casa! (Como quien dice). Que esto no son las Highlands escocesas, con sus vetustos castillos, precisamente.
Bueno, el contraste me hizo mucha gracia, y empecé a darle vueltas a la idea de una historia con tintes sobrenaturales en semejante entorno, insulso de puro realista. Ya estaba enganchada sin remedio.
Así nació Daniel, un chaval de 13 años que surcaba el mundo en una bicicleta. Con un destino vital prefijado de antemano: sería mi héroe, investigador de fantasmas y "desfacedor" de entuertos. Y vendría a lidiar con un misterio como no se había conocido otro en Manoteras.
Hoy quiero presentaros a este viejo amigo mío, para que os cuente su historia durante las próximas semanas. Cada dos o tres días subiré un capítulo (tiene 18) hasta completar la novela. Espero que sea de vuestro agrado.
Salud, y que la disfrutéis (glups, o eso espero).



LA CASA DE LOS CEREZOS

por L. G. Morgan
Suele decirse que todos tenemos algún cadáver enterrado en el jardín. O algún esqueleto escondido en el armario esperando ser descubierto.
       Que si escarbamos tan solo un poco en el pasado de cualquier persona aparecen secretos ocultos e inconfesables. Y hasta los más inofensivos son cuando menos eso: secretos. Datos, objetos o sucesos que alguien camufló celosamente y escondió de manera premeditada del conocimiento de los otros. Aquel otoño extraño en Madrid, que se hallaba en su apogeo, frío y lluvioso como pocos, marcaría un final para mí. Y aquella Navidad rara y especial, distinta de cuantas había conocido hasta el momento, llevaría a mi vida prodigios inescrutables, como ambiguos regalos de los Reyes Magos, y de alguna forma señalaría un comienzo.
       Ambos me iban a proporcionar, a veces a mi pesar, inesperados descubrimientos, certezas y revelaciones que habrían de llevarme a pensar cuánto hay de cierto en tales afirmaciones populares, sobre secretos y misterios. Cuán literales resultan todas esas cosas que se dicen sin pensar; como si repitiésemos algo que no acabamos de creer pero que de tanto oírlo adquiere peso suficiente para formar parte de nuestro bagaje vital.
       Aquel tiempo ha quedado para siempre grabado a fuego en mi memoria y a menudo me sorprendo volviendo una y otra vez a aquellos días, como si hubieran llegado a ser, breve espacio en la totalidad de una vida, el momento esencial que llegaría a determinar mi peso específico como persona. O como si tuviera que remitirme a aquellas experiencias para entender lo que soy. Como si pudiera, en suma, hallar en ellas y en quienes conmigo las compartieron el origen primero, todo lo que es inmutable y permanente: los cimientos básicos sobre los que he construido el resto de mi vida.
MAÑANA EL PRIMER CAPÍTULO
(Si no la edición se hace imposible)


3 comentarios:

  1. Comme je ne parle ni l'anglais, ni l'espagnol je ne puis pas gouter ce roman. Je regrette infiniment !

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    Respuestas
    1. Yo también lo siento, Ángela. No hablo francés. Quizá algún día me la puedan traducir, conozco gente que sí lo habla.

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