Hace algunos años escribí una novela, La casa
de los cerezos, que me sirvió como campo de pruebas en esto de las acrobacias
literarias. Fue una historia que empezó con vocación de relato, para luego ir
creciendo por sí misma sin que yo tuviera demasiada parte en ello. Las
historias son así, tú crees que surgen de ti, que te salen de dentro, y aspiras
ingenuamente a que, por ese mismo motivo, su control te corresponda. Pero no
suele ser así, a menudo se rebelan y acaban haciendo lo que les viene en gana,
con bastante poca consideración por los planes que tú te hayas trazado. Nada de
“aquí empieza todo, aquí viene el nudo y allí acaba el desenlace”. No, señor,
la historia viene a empezar más o menos donde pensaste, pero a partir de ese
punto… Nunca sabes en qué, ni dónde ni con quién, acabará.
Un día mi madre vino a mi casa después de
haber estado con unas amigas. Traía noticias frescas, desacostumbradamente esotéricas,
sobre una casa que estaba a la venta en mi barrio. Según sus amigas, la citada
casa estaba encantada, esto es, tenía fantasmas.
¡¡¡Fantasmas!!! Yo adoro a los fantasmas. Esos
seres inaprensibles, tan misteriosos y esquivos, tan de otro tiempo, me parecen
irresistibles. ¡¡¡Y en mi barrio!!! Tendríais que verlo, uno de esos lugares que puedes
encontrar en la periferia de cualquier ciudad grande, anodino y feo, totalmente
funcional. ¡Fantasmas aquí, a la puerta de mi casa! (Como quien dice). Que esto no
son las Highlands escocesas, con sus vetustos castillos, precisamente.
Bueno, el contraste me hizo mucha gracia, y
empecé a darle vueltas a la idea de una historia con tintes sobrenaturales en
semejante entorno, insulso de puro realista. Ya estaba enganchada sin remedio.
Así nació Daniel, un chaval de 13 años que
surcaba el mundo en una bicicleta. Con un destino vital prefijado de antemano:
sería mi héroe, investigador de fantasmas y "desfacedor" de entuertos. Y vendría a
lidiar con un misterio como no se había conocido otro en Manoteras.
Hoy quiero presentaros a este viejo amigo mío,
para que os cuente su historia durante las próximas semanas. Cada dos o tres
días subiré un capítulo (tiene 18) hasta completar la novela. Espero que sea de
vuestro agrado.
Salud, y que la disfrutéis (glups, o eso espero).
LA CASA DE LOS CEREZOS
por L. G. Morgan
Suele decirse que todos
tenemos algún cadáver enterrado en el jardín. O algún esqueleto escondido en el
armario esperando ser descubierto.
Que si escarbamos tan solo un poco en el pasado de
cualquier persona aparecen secretos ocultos e inconfesables. Y hasta los más
inofensivos son cuando menos eso: secretos. Datos, objetos o sucesos que
alguien camufló celosamente y escondió de manera premeditada del conocimiento
de los otros. Aquel otoño extraño en Madrid, que se hallaba en su apogeo, frío
y lluvioso como pocos, marcaría un final para mí. Y aquella Navidad rara y
especial, distinta de cuantas había conocido hasta el momento, llevaría a mi
vida prodigios inescrutables, como ambiguos regalos de los Reyes Magos, y de alguna
forma señalaría un comienzo.
Ambos me iban a proporcionar, a veces a mi pesar,
inesperados descubrimientos, certezas y revelaciones que habrían de llevarme a
pensar cuánto hay de cierto en tales afirmaciones populares, sobre secretos y
misterios. Cuán literales resultan todas esas cosas que se dicen sin pensar;
como si repitiésemos algo que no acabamos de creer pero que de tanto oírlo
adquiere peso suficiente para formar parte de nuestro bagaje vital.
Aquel tiempo ha quedado para siempre grabado a fuego
en mi memoria y a menudo me sorprendo volviendo una y otra vez a aquellos días,
como si hubieran llegado a ser, breve espacio en la totalidad de una vida, el
momento esencial que llegaría a determinar mi peso específico como persona. O como
si tuviera que remitirme a aquellas experiencias para entender lo que soy. Como
si pudiera, en suma, hallar en ellas y en quienes conmigo las compartieron el
origen primero, todo lo que es inmutable y permanente: los cimientos
básicos sobre los que he construido el resto de mi vida.
MAÑANA EL PRIMER CAPÍTULO
(Si no la edición se hace imposible)
Empecemos entonces con la hitoria! :)
ResponderEliminarComme je ne parle ni l'anglais, ni l'espagnol je ne puis pas gouter ce roman. Je regrette infiniment !
ResponderEliminarYo también lo siento, Ángela. No hablo francés. Quizá algún día me la puedan traducir, conozco gente que sí lo habla.
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