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viernes, 21 de marzo de 2014

La Ilustración en España I

(Las dos Españas)

La verdad, el tiempo y la historia - Francisco de Goya

Bien, ¿y qué estaba pasando en España durante esos años convulsos y de cambios de la Revolución francesa?

         Permitidme lo primero un inciso: responder a esta pregunta me ha llevado mucho trabajo, ya que, en poco más de un siglo se cruzan y entrecruzan en la historia de nuestro país múltiples hechos y personajes que configuran unos tiempos agitados pero en el fondo inmutables, que cuesta desentrañar. Pasan muchas cosas pero da la sensación que en realidad poco o nada evoluciona, o al menos a mejor. Y eso es algo que cuesta sintetizar.
         Para empezar, recordaremos que la Ilustración es el movimiento filosófico y cultural que se dio en Europa desde finales del S. XVII hasta la revolución francesa en el S. XVIII.
         Su nombre viene dado por el que constituía su principal objetivo: disipar las tinieblas de la humanidad gracias a la luz de la razón.
         Sus principales características pueden resumirse así:



El período de la Ilustración se inicia oficialmente en España con la instauración de la dinastía de los Borbones, entre 1700 y 1758. Esto ocurre cuando Carlos II, el último rey de la dinastía de los Austrias, sin tener descendencia y en un uso como poco menoscabado de sus facultades, deja en su testamento como heredero a Felipe V, nieto del monarca francés Luis XIV, en el año 1700.
         Cuatro serán los Reyes que cubrirán este periodo: Felipe V Borbón, sus hijos Fernando VI y Carlos III y su nieto Carlos IV. Con este último el modelo imperante entra en crisis y termina con las “abdicaciones de Bayona”, acaecidas el 5 de mayo de 1808, en las que Carlos IV y su hijo Fernando VII (que le había obligado a abdicar en su persona dos meses antes (Motín de Aranjuez), pero que, debido a las presiones de Napoleón, se vio obligado a “devolver” el poder a su padre), cedieron bajo coacción a Napoleón Bonaparte sus derechos a la Corona, que este a su vez pasó a su hermano José I Bonaparte, lo que dio inicio a la Guerra de Independencia Española.
         Con los Borbones se iniciarán una serie de reformas, encaminadas a modernizar el país, aunque sin transformar las estructuras económicas y sociales del modelo imperante. Su programa de reformas se centrará en:
         Racionalización de la administración
         Centralización del estado, a imitación del estado francés
         Reforzamiento del poder de los reyes
         Modernización de la defensa del estado y sus colonias
         Fomento de la economía en todas sus vertientes
         La reorganización de la hacienda, como paso previo para conseguir este amplio programa de reformas.
La monarquía borbónica (al igual que otras europeas) se sentirá atraída por la faceta reformista de la Ilustración para utilizarla a su servicio, bien dispuestos a impulsar el "progreso" pero sin alterar el orden social y político establecido. Y cuando algunos ilustrados traspasaron ciertos límites acabaron sufriendo en sus carnes el poder coercitivo del Estado.
         Y aquí toca hacer una aclaración. Hasta no hace mucho tiempo se pensaba que los principios de la Ilustración no llegaron a España en el momento en que se producía en Europa, sino después. Y que cuando lo hicieron fue de la mano de los Borbones. Esta exaltación de los méritos de la nueva dinastía fue obra de los propagandistas de la misma y se produjo especialmente durante el reinado de Carlos III. Pero las investigaciones históricas de las últimas décadas han demostrado que se trata de una visión falsa y que las nuevas corrientes culturales europeas ya eran en realidad conocidas en las dos últimas décadas del siglo XVII por los novatores; por lo tanto, antes de la llegada Borbones.
         Pero, ¿quiénes fueron esos “novatores”? Pues un grupo de intelectuales y científicos españoles llamados así por sus detractores, despectivamente, debido a su afán por lo nuevo, por renovar o innovar. Representan algo así como la pre-ilustración.
         Se caracterizaron por su interés por las novedades científicas y su defensa del empirismo y el racionalismo. Buscaban el rigor metodológico y la claridad expositiva y prefirieron usar las lenguas modernas antes que las clásicas, para publicar sus obras.
         Los novatores eran conscientes del atraso científico de España y la marginalidad del ambiente intelectual español respecto a las grandes corrientes de pensamiento europeo, temas en los que se centran. Encontraban una causa principal del anquilosamiento de la Universidad española en el escolasticismo, que actuaba como una rémora. Sacaron el debate de sus ideas fuera de las aulas universitarias, a tertulias y Academias, más ágiles en su funcionamiento.
         Sus ideas cristalizarían en el movimiento ilustrado propiamente dicho.
En España el movimiento ilustrado sólo se difundió entre determinadas élites (entre algunos nobles y clérigos, y entre algunos profesionales, funcionarios y miembros acomodados del "estado llano"), constituyendo siempre una minoría, dinámica e influyente, pero minoría al cabo y al fin. ‹‹Y aunque los principios que defendieron llegaron a impregnar toda su época, el censo de los indiferentes, de los tradicionalistas y de los enemigos de las Luces siempre fue mucho más abultado que el de los partidarios del progreso, la razón y la libertad››. (Antonio Mestre y Pablo Pérez García).
         Para los ilustrados la razón era el instrumento esencial para alcanzar la verdad por lo que debían ser sometidas a crítica todas las "verdades" (o creencias admitidas) heredadas de la "tradición" (del pasado), especialmente aquéllas que se basaban en los prejuicios, en la ignorancia y en la superstición o en los dogmas religiosos.
         Con ellos se produce la llegada de las nuevas teorías económicas, de la fisiocracia y del liberalismo económico. El interés por la educación y el progreso da lugar a nuevas instituciones de enseñanza, tanto secundaria como superior. Se reforman las Universidades y se favorece el desarrollo de las ciencias experimentales, creándose las Academias de ciencias.
         Su afán reformista, cómo no, les llevó a chocar con la Iglesia y la mayor parte de la aristocracia. Pese a los afanes ilustrados, la mayoría del país siguió, como hemos señalado, apegada a los valores tradicionales.
         Y eso que la mayoría de los ilustrados españoles ‹‹eran buenos cristianos y fervientes monárquicos, que no tenían nada de subversivos ni revolucionarios en el sentido actual del término. Eran partidarios de cambios pacíficos y graduales que afectaran a todos los ámbitos de la vida nacional, sin alterar en esencia el orden social y político vigentes››. (Roberto Fernández).
         Así, como ha remarcado el historiador Martínez Shaw, ‹‹la campaña reformista de los ilustrados tuvo que detenerse ante los privilegios de las clases dominantes, ante las estructuras del régimen absolutista y ante los anatemas de las autoridades eclesiásticas››.

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