martes, 1 de abril de 2014
El carisma
Me gusta el baloncesto, sobre todo el patrio. Y desde luego soy Demente, seguidora del Estudiantes (el mejor equipo de baloncesto, para quien no lo sepa XDD). Para quien siga la liga no es ningún secreto que llevamos unos cuantos años malos; hace dos, de hecho, descendimos. Nos salvamos de milagro y por motivos económicos, cosa que no alegró mucho a los aficionados, porque bajar a la LEB era duro, pero no bajar por causas ajenas a nosotros era injusto.
Esta temporada seguimos en la misma tónica, si no algo peor. Cada vez fidelizamos menos jugadores, plantilla y entrenadores rotan, vendemos a cualquiera que parezca descollar y hemos cambiado de cancha con demasiada frecuencia. El resultado es el enorme desencanto que arrastramos muchos de los aficionados, que convierte en un esfuerzo inmerecido el simple hecho de asistir a los partidos, cosa que en cualquier otro caso era una fiesta.
El domingo ganamos, pero lo más importante es que fue un gran partido, entretenido y con muchas buenas jugadas. Y la afición respondió como acostumbra. Si a poco que nos dan...
Fue además el primer partido de la temporada en que yo veía jugar a Lucas Nogueira, y en cuanto salió a pista ya estableció una diferencia. Y entonces yo pensé por primera vez en el carisma. Eso que tienen algunos jugadores, que resulta difícil de explicar pero que uno percibe casi de un solo vistazo. Nogueira tiene carisma.
Luego, y pese a que el base lo estaba haciendo bastante bien, me encontré pensando en otro base legendario: Nacho Azofra, echando en falta ese desparpajo suyo a la hora de jugar, ese disfrute, ese "algo" que sabía despertar en la cancha y esa complicidad con la afición. Azofra también tenía carisma.
Y empecé a preguntarme en qué consistiría aquello, y si realmente, siendo tan difícilmente definible, tan difuso, podía tener alguna relevancia real en el resultado de algo.
No hace falta que se sea el mejor jugador, ni el más simpático, ni el más motivado. No hace falta destacar por un gran atractivo físico y ni siquiera llamar la atención por ser especial o diferente. Pero esa gente de algún modo brilla. Engancha con el personal, despierta atracción, motiva a los demás, los enardece y, en algunos casos, consigue sacar lo mejor de ellos.
Pasar de ahí al tema literario fue para mí cosa de un pequeño salto (de esos a los que soy tan propensa). Así que recordé un artículo que escribió alguien sobre cómo la emoción puede influirnos a la hora de comprar libros. Y cómo otro alguien (en este caso recuerdo el nombre: se trataba de Manuel Mijé, escritor y excelente discutidor, autor de interesantes artículos en torno a temas literarios. Y recuerdo también que era a cuenta de lo sucedido con Lucía Etxevarría); decía que en su percepción de la escritura nunca tendría en cuenta factores extra-literarios.
Pues bien, mi reflexión me llevaba a otro sitio esta vez. Es cierto que veo difícil que yo compre algo porque me caiga bien un autor, si no sé que su estilo va conmigo. Pero tal vez lo lea si cae en mis manos, tal vez le dé al menos esa oportunidad. Lo que es seguro en cambio es que si un escritor me cae mal no voy a comprar nada suyo, ni lo leeré, ni le daré publicidad. Hay escritores a los que directamente no soporto, les oigo hablar, leo entrevistas suyas, etc. y quedan automáticamente anatemizados.
¿Factores emocionales de nuevo? No necesariamente. O mejor, no solo. Porque si contemplas, como yo, que el acto de la escritura consiste en proyectar el mundo interno de uno, se hace lógico, se hace incluso esencial, que encuentres agradable a la persona, y sus valores o creencias, para encontrar agradable o significativo lo que escribe.
Supongo por otra parte que, igual que sucede con lo que transmite el lenguaje no verbal, uno no puede impostar algo así. Porque si no, se nota. Creo que el carisma no se "fabrica", aunque creo que sí puede cultivarse. Quizá sea triste entonces que un autor llegue a ser apreciado en alguna parte, por pequeña que sea, por quien es y no solo por lo que escribe, por esos factores extra-literarios que mencionábamos. Pero eso sería pelearnos con la propia condición humana. Somos lo que somos, en una parte emocionales e irracionales. Y eso está bien. Creo que la verdadera cuestión entonces es hacernos conscientes de ello, llegar a ser capaces de separar lo que tienen nuestras valoraciones de juicio objetivo y lo que implican de factores personales y subjetivos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario