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domingo, 15 de junio de 2014

Síndrome Miss Marple


Recuerdo perfectamente la primera vez que planeé un asesinato. Luego, es cierto, uno se acostumbra; pero el primer muerto es algo que no se olvida.
         Tenía un relato entre manos, concretamente "Dulce Trenes", y me encontraba pensando sobre mi protagonista y el futuro que iba a darle, mientras majaba ajos en un mortero. Cosas de esas de escritora, dadas a aprovechar esos peculiares momentos de inspiración que surgen mientras se hacen las albóndigas o se tiende la colada XD
         De pronto supe que iba a matarle. Con la misma decisión con que reducía a pulpa el blanco y verde del ajo y el perejil. Y me sentí completamente Miss Marple, la inofensiva y discreta ancianita de la Christie que ocultaba tantas cosas asombrosas en su interior.
         Desde luego, no iba a ser esa la primera ni la última vez en que me iba a identificar con tan "entrañable" personaje.

Por el tiempo de mis catorce años o así devoré prácticamente la obra completa de Agatha Christie, o al menos un ochenta por ciento largo. Sus novelas eran algo así como un microcosmos íntimo y cordial que uno podía mirar con lupa, desde fuera, asistiendo a las idas y venidas de los personajes, a sus pequeños o grandes dramas como si contemplara una casa de muñecas dotada de vida. Siempre me resultaron extrañamente relajantes. Y cuando, mucho tiempo después, he releído algunas de esas novelas he vuelto a sentir la misma sensación, que a día de hoy sigo sin ser capaz de desentrañar por completo.
De todos sus protagonistas a mí me gustaban sobre todo la señorita Marple, y Tuppence y Tommy, un “matrimonio de sabuesos” que entran a formar parte del servicio secreto inglés a poco de acabar la Primera Guerra Mundial, y protagonizan cinco libros de la autora.
Pensándolo mucho después, es notorio que los escritores de género policíaco, incluida una mujer como Agatha Christie, totalmente independiente y con una vida y unas tendencias que podríamos considerar más bien “feministas”; elegían prácticamente siempre protagonistas masculinos. Algo que resulta, en realidad, plenamente comprensible: un detective hombre tenía más posibilidades de credibilidad y mucha más libertad de movimientos. Así la propia Agatha hizo de Poirot, el belga de los bigotes cuidados, su detective más emblemático.




Sin embargo, no desperdició la oportunidad de crear una peculiar detective femenina, solventando con mucha gracia sus posibles problemas “laborales”. ¿Y qué hizo? Le proporcionó a Miss Marple “un método” (que diría el gran Hércules Poirot) de trabajo distinto, más cercano a lo que sería la cotidianeidad doméstica de semejante personaje, una forma propia de hacer funcionar “las pequeñas células grises” de nuestra heroína en el esclarecimiento de los numerosos crímenes que iban sucediéndose a su alrededor. La perfecta (y tópica) solterona inglesa, provinciana y amante de las flores y de una buena taza de té en compañía de las señoras de St. Mary Mead —que yo imagino tenía que ser un personaje fácil de reconocer, una categoría firmemente instalada en la mentalidad inglesa de la época— basaría sus deducciones en una insaciable curiosidad (que algunas malas lenguas podrían definir como su natural cotilla) y a un exhaustivo conocimiento de la naturaleza humana.
Y es en ese aspecto, precisamente, en el que de nuevo Miss Marple acudiría muchas veces a mi mente a hacerme compañía.
Llega un momento en que todos experimentamos con creciente frecuencia ese síndrome Miss Marple, que consiste en conocer profundamente a las personas casi al primer golpe de vista, asociándolas a otras semejantes que hemos tratado en el pasado.
A menudo me he sorprendido conociendo profundamente a alguien, o comprendiendo de pronto alguna de sus motivaciones, gracias a que esa persona me remite a otra del pasado con la que mi mente la asocia de manera espontánea.
Tampoco es en realidad nada sorprendente. El concepto de insight (percepción o entendimiento que a menudo parece repentino, algo así como el encenderse la bombilla XD) explica que aquellas conclusiones que alcanzamos aparentemente de golpe e inexplicablemente, son el producto de un invisible trabajo mental. Relacionamos con empeño un buen número de indicios que hemos ido recogiendo, hasta que finalmente acaban conectándose en una figura coherente y arrojando la solución definitiva.
Esto, creo, sería algo así. Nuestra mente se sirve de una persona conocida como una categoría en la que englobar al nuevo individuo, no porque reduzcamos a todas las personas a una uniformidad muy poco halagüeña, sino porque percibimos a nivel poco consciente una serie de características que solo se nos hacen presentes de este modo. El síndrome Miss Marple nos serviría entonces para “traducir” eso que hemos percibido sin darnos cuenta a un lenguaje en el que lo hagamos consciente y podamos comprenderlo.
Por otra parte, la señorita Marple se vale, en el desempeño de lo que es un oficio totalmente vocacional, de las etiquetas en las que la sociedad la incluye. Es vieja, soltera y provinciana, hornea bizcochos y cuida de su jardín. Su estatus de mujer de edad le concede más libertad de movimientos de lo que nos imaginaríamos, ya que es percibida como una criatura inofensiva y con poco conocimiento del mundo, que no alcanzaría la solución a un enigma aunque se lo pusieran delante. Y ella juega sus bazas sin ningún remordimiento, adulando a los hombres de su vida y concediéndoles en más de una ocasión un mérito que en realidad le corresponde a ella.
Desde luego en ese último aspecto no le reconozco a mi querida amiga deuda alguna. Afortunadamente, cada vez es menos necesario que una mujer disfrace u oculte sus capacidades para no hacer sombra a ningún hombre y convertirse, de ese modo, en un sujeto potencialmente peligroso.
Pero claro, es que Miss Marple vivía en otros tiempos bien distintos, ¿no es así? ;-)

2 comentarios:

  1. Yo también me leí las obras completas de Agatha practicamente del tirón a los 15 años xD Recuerdo que fue un verano que iba sacando los libros de la bibioteca y no podía parar, aunque a mí me gustaba más Poirot que Miss Marple y a Tuppence y Tommy sí los adoraba.

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  2. Yo me las leí de la colección que tenía mi tía, precisamente en el formato de las dos fotos que he puesto.

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