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viernes, 17 de octubre de 2014

La quimera del escritor II

(CONTINUARÁ..........................................)  

Como decíamos ayer... El escritor parece encontrarse en un callejón sin salida.



Y no le queda otra que enfrentarse con el hecho de que resulta una quimera pretender hacer de la escritura su profesión.
         Pero, ¿nos parece eso algo aceptable?
         A ver, ¡que somos escritores!, por definición soñadores, idealistas, ingenuos... ¡Artistas!, en definitiva. ¿Cómo podríamos aceptar algo semejante? Es por eso por lo que algunos, me atrevería a decir que en número creciente, nos arriesgamos a explorar otras vías más directas de acceso a los lectores, evitando los intermediarios. Y recurrimos a la autopublicación. 
         Bien, cualquier editorial dirá que eso constituye un craso error. Que un autor no puede asumir, él solo, el resto de las funciones necesarias para llevar al público literatura de calidad.
         Y en parte tendrán razón. La labor de un buen editor es insustituible, en eso estamos de acuerdo. Él es el encargado de leer atentamente el material recibido, de evaluarlo y detectar sus virtudes literarias y sus carencias. Cosa que un autor, por razones obvias, no puede hacer con igual objetividad. La misión del editor es también la de seleccionar el mejor texto, o al menos el que tiene más "posibilidades" de convertirse en algo bueno. Y una vez hecho esto, tratar con el autor y ayudarle a elaborar el mejor producto final posible, teniendo en cuenta factores que el autor en la mayoría de casos no maneja, como la viabilidad de un proyecto, su proyección comercial, su interés de cara al lector, los pasajes que pueden resultar difíciles. Un editor plantea modificaciones, sugiere vías alternativas...
         Ahora bien, hoy en día, ¿cuántos editores hay que hagan esto? ¿Cuántos que tengan siquiera posibilidades de hacerlo? ¿Uno o ninguno?
         A la hora de seleccionar una novela, la mayoría de editores parecen atender antes que nada a su comercialidad. La calidad literaria queda en un distante segundo plano. El libro es un producto de consumo más, que se vende en grandes cantidades, en grandes superficies, al lado de las maletas o los tornillos. Se vende rápido y se consume igual. Queda obsoleto en cuestión de meses. No precisa de orientación ni asesoramiento cualificado.
         Si han sido en primer lugar las editoriales, las grandes editoriales, que ya he dicho que las pequeñas son como parientes pobres, tan poco tenidas en cuenta como los propios autores; si han sido ellas las primeras que han "disminuido" al libro, dejando que pasara de ser un bien cultural a convertirse en fast food, ¿cómo pueden ahora llevarse las manos a la cabeza y clamar por la crisis del sector?

Está también la labor que hacen las editoriales como tales, como empresa. Poniendo un corrector y un maquetador al servicio del libro. Un portadista y/o un diseñador. Ocupándose de la promoción y organizándole presentaciones a los autores, gestionando la distribución...
         Pero la triste realidad es que las partidas que designan para estos menesteres se han reducido de tal modo, que a veces resultan inexistentes. Así que el autor, que sacrificaba el 90% del P.V.P de su libro con el fin de llegar a más lectores y a más puntos de venta, llega a cuestionarse seriamente el para qué. Si al final esas tareas (o muchas de ellas) recaen igualmente sobre él, cuando no son omitidas directamente (como por ejemplo en el caso de la corrección, que en muchas ediciones brilla por su ausencia), para qué ha cedido el rendimiento de su trabajo y se ha conformado con su 10%.  Que no es cuestión de dinero, no creamos, es cuestión de justicia y hasta de sentido común.

¿Cuál es la conclusión de todo esto? Pues que en un mundo ideal cualquier autor querría contar con un editor y una editorial que le respalden, pero en este nuestro mundo real cada vez parece más claro que todas ellas piden mucho y dan bien poco, y que mejor el yo me lo guiso, yo me lo como, que además te hace dueño total (y responsable, para bien y para mal) del producto último.
         Cauces directos, hemos dicho, eso es lo que buscamos. Contacto directo autor-lector, evitando o minimizando los intermediarios. Igual que se ha hecho en otros sectores. E igual que en muchos de ellos, se contemplan como opción las cooperativas. En mi opinión, otra vía a explorar en cuestión de literatura, aunque aún no esté suficientemente estudiada.
         Cooperativas de autores, correctores, maquetadores, portadistas... Que consigan elaborar por sí mismos las obras literarias y tengan acceso directo a los libreros especializados. Que marquen sus propias reglas del juego y devuelvan el libro al estatus que merece, no de objeto de lujo, por supuesto, sino de vehículo de cultura y entretenimiento. Y que acaben con la tiranía de las distribuidoras.
         Los mundos de Yupi, ¿no?, me diréis. Pero, recordad, todo lo que se ha conseguido alguna vez empezó con un sueño.

6 comentarios:

  1. Hola, Morgan

    En esas estamos. Ya no sabemos ni por dónde tirar. Tampoco sabemos cuál será la formula acertada. Desde luego el fast food, no. Y no invertir un mínimo decente en promocionar a autores con potencial, tampoco. Mal vamos por ahí.

    Yo digo que hay más gente escribiendo que lectores leyendo, pero el problema no se resuelve saturando el mercado y abaratando la calidad por si suena la flauta. El libro, tal y como has apuntado, no es un bien de consumo más, y jamás debería ser tratado como tal. Hay que tratarlo con mimo y mimar a los consumidores, que son los lectores.

    Tendrán que inventar algo porque el goteo incesante de publi en blog y redes (habichuelas mágicas, al parecer) ya nos está pasando factura. Hay una saturación imposible, y no vale de nada. :(

    Mucho ánimo con el camino que vas a tomar. Te deseo lo mejor de corazón.

    Un besazo, guapi.

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    1. Muchas gracias, como siempre. Y también como siempre, muy acertado resumen.
      Yo también creo que hay saturación de oferta, y teóricamente las editoriales estarían para hacer la criba necesaria, publicando y fomentando el material que hubiera pasado una selección. Pero no están cumpliendo, porque los criterios que utilizan para esa supuesta selección han quedado muy a menudo en entredicho. Y no es que no haya que considerar aspectos comerciales, al contrario, yo creo que todo tipo de lector tiene derecho a que le den lo que le gusta. Y si es mayoría la que le gusta leer Sombras de Grey o Nombres del viento, perfecto. Siempre ha sido igual: el Ulises (que yo no he leído, por cierto) es minoritario, va a gustar a un número más reducido de personas. Pero tiene que estar como fondo de armario, como básico sobre el que construir el panorama cultural.
      Porque me parece que esto es igual que los programas de la tele: se justifica la tele-basura diciendo que es lo que demanda el público. Pero, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? Al público también se le educa, igual que se educa el paladar de nuestros niños ofreciéndoles desde pequeños alimentos de distintos tipos, más o menos elaborados.
      Y de momento, que por vender más, hayamos colocado los libros en grandes superficies y ofrezcamos solo best-sellers al peso... Si es que es una guerra por la portada y el título más impactante. O por el género de moda :-(

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  2. A mí lo de la cooperativa me parece que puede ser una vía interesante. Si rentable, ya no me mojo, pero interesante por concepto, y más aún a la vista del panorama. A falta de alternativas, bueno puede ser eso de probar otras fórmulas. Mantennos al corriente de tus movimientos ;)

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    Respuestas
    1. Así lo haré :-) De momento, a ver qué tal se me da esto de la autopublicación.

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  3. Un escritor que aspire a vivir de su arte necesita que alguien convierta en rentable ese arte. Los músicos o los cineastas lo tienen en el productor. El editor es el productor de los escritores.
    La producción creativa de los artistas está en el origen del entrenimiento que se vende al público que la disfruta, pero el proceso completo y complejo que conecta a unos y a otro es una industria y el arte, un producto.
    Para vender entretenimento, el artista necesita un mecenas, un mercader, un productor. Al trabajar en simbiosis, ambos profesionales, cada cual de lo suyo, se complementan. Lo ideal sería que en esa asociación ambos salieran beneficiados (o perjudicados) por igual, y uno de ellos no parasitara al otro.
    En el caso del artista-escritor, la cadena trófica continua al involucrar a los otros profesionales que has mencionado, L.G.: han de hacerse las tareas del corrector, maquetador, portadista y, empezando a salir fuera de la editorial, las de impresión, las de distribución y las de venta. Estas dos últimas se pueden llevar un 50% del precio final del libro, segun el esquema tradicional en estas últimas décadas de libro impreso.
    Un esquema que está siendo alterado por la revolución digital. La introducción de la impresión bajo demanda o el soporte digital en la difusión de las obras puede acercar a los dos extremos del proceso en la literatura del entretenimiento: el autor y su público. Pero aún así, hay una tarea de productor ejecutivo que precisa ser realizada. Con lo que la cuestión, para mí, sigue siendo: ¿Está el artista dispuesto a ejercer de mercader? ¿Está capacitado? ¿Le será rentable?
    Si se considera antes un profesional que un artista, debería intentarlo. Nunca antes ha sido más fácil auto editarse la obra propia.

    ¡Suerte, valiente!

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  4. Gracias, amigo ;-)
    Excelente resumen (como siempre, qué mente tan organizadita tenéis, milord XD). Yo estoy dispuesta a probar a hacer de mercader, sí. Pero no se trata de valor, no me parece (quizá debido a simple ignorancia) un mal camino. Parte de las tareas de "productor" ya las he realizado otras veces, sin haberlo pretendido. Y lo que gano de este modo es el control sobre el producto y el proceso. Hay muchos tipos de escritores y aquel al que yo pertenezco no se siente satisfecho si no logra enganchar con el lector, con "los" lectores, a ser posible. Sé que hay un tipo de artista que se complace y se gratifica con la propia obra, con el solo hecho de crear. Pero yo no. Yo necesito que lo que creo sea interpretado por otro, y que lo entienda de tal modo que se abra ese canal de comunicación, de mente a mente (o de demente a demente XDD), que constituye el objetivo último del hecho de hablar o escribir.
    Según eso, y al menos para este proyecto concreto, casi es una necesidad utilizar este canal, el de la autopublicación.
    Pero esto no significa que vaya a ser siepre mi forma de hacer las cosas. Tengo un par de novelas que he empezado a mover por cauces editoriales "normales". El problema que le veo es que la "industria", que tú mencionabas, no parece asumir que el mundo cambia y el paradigma literario es distinto ahora. Siguen pretendiendo hacer las cosas como antes, por el mismo sistema y en las mismas condiciones que les permitan seguir a flote y por encima de los autores y lectores. Para mantener ventas, han adaptado su "oficio" y han convertido el arte en un producto de consumo más. Y eso, a la larga, solo puede perjudicar a todo el mundo.

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