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lunes, 29 de diciembre de 2014

ESPECTROFILIAS: La casa deshabitada

 Charlotte Riddell


Siguiendo con mis fantasmas femeninos, he dado cuenta en poco tiempo de la citada novela: La casa deshabitada.
         Sin llegar a afirmar rotundamente que no me haya gustado, tengo que confesar que me ha resultado más bien decepcionante. Se trata de una novela corta de la que esperaba, si no miedo, sí algo al menos de suspense, de tensión, de esa deliciosa sensación de que la habitación en la que estás se oscurece por momentos y tú te encuentras, confortablemente enterrado en alguna manta, pegado sin remedio a las páginas de ese libro que tiende al escalofrío. ¿Es eso mucho pedir? En cualquier caso, Charlotte Riddell no se decide a proporcionárnoslo en este libro.

Hasta por lo menos la mitad de la novela no se puede decir que haya atrapado realmente mi interés. Empieza siendo contada en un tono casi cómico, y se embarca en el empeño de reflejar las andanzas cotidianas de una serie de personajes (hay que decir que, encima, la señorita Blake, el personaje que sustenta la pretendida comicidad del libro, me ha resultado demasiado esperpéntico y antipático desde el principio como para haber estado dispuesta a entrar en el juego y creerme lo que se me estaba contando). Luego es cierto que se anima un poco, comienza un juicio bastante singular contra un inquilino que no quiere cumplir con su contrato. ¿Qué alega en su defensa? Que la casa está encantada. Y en medio del ambiente "legal" y prosaico de un juzgado vemos desfilar la posibilidad real de que existan los fantasmas y espectros en aquella casa.
         Lo que es ocurrir, ocurre poco. Hay ciertos hechos que despiertan intriga y la novela se va encarrilando con nuestro protagonista, pasante de abogado, metido a detective. Es entonces cuando la Riddell nos regala las mejores descripciones, los ambientes más logrados y un personaje con más entidad propia. La resolución, como en las más clásicas novelas de Agatha Christie, conlleva una minuciosa explicación que arroja luz sobre todo el asunto, contada ciertamente bien, de una manera que pasa por natural sin ningún esfuerzo. Y como colofón, para mantener la estructura clásica de la que hablaba, una especie de epílogo tipo "qué fue de..." para que nos podamos despedir de todos los personajes con completa tranquilidad.
         ¿Pegas? Pues aparte de lo ya dicho: poca "acción" por parte de nuestros queridos fantasmas, la principal crítica que le haría es el estilo en que está contada la historia, malévolamente enmarañado.
         Y no me refiero a que las frases sean largas y abunden las subordinadas, aunque también hay de eso. Ni a que se exceda en las descripciones. Es más bien que la autora se las arregla de alguna forma para que durante párrafos enteros no tengamos muy claro quién habla. Para que confundamos tiempos y escenarios. Para que nos despisten las incongruencias. Hay personajes que se levantan entrada la mañana, y a los pocos minutos se encuentran puertas abiertas a la oscuridad de la noche. Y otros, que se dicen amigos, que unas veces se hablan de tú y otras de usted. Lo que tiene que deberse sin duda a la traducción, ya que en inglés no existe esa diferencia de trato.
         Errorcillos, en fin, que desmerecen la sensación general.
         
John Atkinson Grimshaw (***) - Yew Court, Scalby



Por si todo esto fuera poco, y siguiendo mi costumbres de "investigar" por ahí cuantos temas se me cruzan, he estado buscando más opiniones sobre La casa deshabitada, destacando entre todas ellas las vertidas en el blog BAJO LOS TILOS EN OTOÑO, por el hecho de que su autor señala allí un aspecto que constituye en mi opinión, que no en la suya, el problema principal de la novela.
         Dice Raúl Morón que "...a mitad más o menos, la historia pasa a ser un genuino ghost-story... y creo que a Charlotte le fue difícil pasar de un registro que hemos dicho cómico o alegre a introducirnos en el terror o el miedo de esta parte para acá...".
         Esta es, para mí, la clave del asunto.
         Sé por experiencia lo problemático que resulta, cuando estás escribiendo algo que ha comenzado en determinado tono, intentar desviarlo un ápice de la deriva trazada en las primeras páginas. Muchas veces es más sencillo reescribir el conjunto que tratar de modificar una parte. Porque la sensación creada en el lector difícilmente va a tornarse en otra opuesta pese a que te empeñes en cambiar de registro e incluso de ambientación.
         Y Charlotte Riddell, pese a su evidente esfuerzo, me temo que no consigue salir victoriosa en esta empresa tan complicada.


(***) Pintor que merece en esta serie su propia entrada, ya veréis por qué.

2 comentarios:

  1. Pues tomo nota, porque era un título que me llamaba bastante la atención, pero si es como dices... tendré que pensármelo. Un besazo, guapa.

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  2. Otro :-)
    Quizá sea cuestión de expectativas, pero si buscas una buena historia de fantasmas, como yo... Eso sí, se lee en nada y tiene partes bastante entretenidas ;-)

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