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miércoles, 25 de marzo de 2015

MODERNAS Y VANGUARDISTAS

Mujer y democracia en la II República
Mercedes Gómez Blesa



La II República fue llamada con toda justicia la República de los intelectuales. En primer lugar por ser un régimen que la intelectualidad del momento asumió como creación propia, en su lucha contra la Monarquía y desde su convencimiento de que España necesitaba ser transformada política y socialmente.
         En segundo lugar, porque fueron muchos los intelectuales que desempeñaron tareas en el gobierno.
         Y en tercero, porque esta élite intelectual se consideraba llamada a guiar al pueblo, considerando la educación -la lucha contra el analfabetismo y el atraso cultural secular del pueblo español- algo imprescindible en el proceso de regeneración de la patria.
         Ese proceso de modernización que habría de vivir España en esos primeros treinta años del siglo XX no puede comprenderse plenamente sin la incorporación de las mujeres, una minoría de mujeres, eso sí; a la vida cultural, política y artística del momento. Resulta crucial para entender en toda su magnitud el cambio de mentalidad y de sociedad que se dio entonces, tener en cuenta el nuevo concepto de femineidad creado por ellas, a través de ensayos, artículos periodísticos, narrativa y poesía. Esa "nueva mujer", forjada gracias a la rebeldía y emancipación de todas estas mujeres que Mercedes Gómez Blesa cataloga como modernas y vanguardistas.

Este libro de Mercedes Gómez Blesa, escrito desde una perspectiva femenina o de género, resulta imprescindible a la hora de entender y valorar en toda su extensión el período que va de 1900 hasta el final de la Guerra Civil española. Unos años en los que se forjó una nueva España, renovadora y crítica, que sería destruida, negada y olvidada en los posteriores años del franquismo. Una España donde la mujer tuvo un papel esencial pero poco o nada reconocido. 
         Por un momento cundió la esperanza. Durante unos pocos años pareció posible escapar por fin del atraso cultural, económico y político que nuestro país arrastraba desde siglos atrás. Y se creó una sociedad distinta, que miraba por primera vez hacia el futuro y las posibilidades de renovación. Una etapa fructífera, convulsa y a veces caótica, como todo período de crisis y cambio, que enfrentó encarnizadamente las dos posturas básicas que existían en el seno de nuestra sociedad: los reaccionarios y los renovadores. Un momento histórico que una parte de nuestra sociedad no supo ver, mucho menos apreciar, y que quedó truncado en abril del año 39 para no regresar jamás.
         Entre todas las esperanzas rotas, las de las mujeres, de vuelta a la casa y a la iglesia, convertidas de nuevo en productoras de hijos, criaturas domésticas sin identidad social propia y sin autonomía moral.

EL NUEVO MODELO DE MUJER
la Garçonne o la Flapper



Esa nueva mujer se despojó del corsé y adoptó una vestimenta cómoda, fresca y juvenil, completamente en consonancia con su nuevo estilo de vida: activo, deportista, liberado de las restricciones tradicionales que la obligaban al ámbito de lo doméstico y lo invisible.
         Se cortaron el pelo, y de paso acortaron sus faldas. Salieron a la calle y empezaron a participar de la vida académica, laboral, política y artística del momento. Algo imposible de concebir tan solo pocos años antes.
         Gracias a ellas, a las olvidadas y calumniadas, las que no aparecen en ninguna de las relaciones que existen sobre las sucesivas generaciones de intelectuales que compartieron el espacio artístico en esos años, y que incluyen solo a sus coetáneos masculinos; las mujeres consiguieron importantes mejoras sociales y legislativas. Consiguieron el voto. Consiguieron un espacio donde desarrollar sus aptitudes personales, demostrando con su propio ejemplo que eran falsos todos aquellos infinitos prejuicios que se habían sembrado en su contra durante siglos de premeditado oscurantismo.
         Los años 40 las mandaron de vuelta a casa y a los fogones. Pero el germen que plantaron en nuestra memoria acabaría por dar sus frutos, aunque hubiera que esperar otro medio siglo para ello. No importa, si hay algo que se nos ha enseñado a las mujeres a conciencia es a esperar. Ahora es el momento de demostrarles a ellas, a esas modernas y vanguardistas, que tuvieron razón y que sus obras no se han perdido.
         Para terminar, nada mejor que esta cita de María de Maeztu, que aparece recogida en el libro y que resume bien el pensamiento de su autora respecto a la cuestión del género. Aparece en La mujer moderna (1920): "Soy feminista; me avergonzaría de no serlo, porque creo que toda mujer que piensa debe sentir el deseo de colaborar, como persona, en la obra total de la cultura humana. Y esto es lo que para mí significa, en primer término, el feminismo: es, por un lado, el derecho que la mujer tiene a la demanda de trabajo cultural, y, por otro, el deber en que la sociedad se halla de otogárselo".

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