Rescato en esta entrada otras dos que hice, hace ya tiempo, sobre el síndrome de «La mujer atrapada», mujeres que vivieron su propia versión del cuento LAS ZAPATILLAS ROJAS, para retomar ese mismo tema con nuestra siguiente Poeta suicida: Alfonsina Storni.
Una de ellas, la que da origen a la serie, en el blog de mi colega y amiga Sandra Parente:
LA MUJER ATRAPADA - I. Y la otra, sobre la poeta suicida Sara Teasdale: LA MUJER ATRAPADA - II.
Quedará esta entrada como tablón de anuncios en el que consultar, en orden de nacimiento, todas las autoras cuyas vidas constituyen lo que será el objeto de estudio de la sección. Ellas son...
Nuestras Poetas suicidas:
Virginia Woolf: 1882-1941: murió a los 59 años
Sara Teasdale: 1884-1933: a los 49 años
Alfonsina Storni: 1892-1938: 46 años
Marina Tsvetáyeva: 1894-1941: 46 años
Florbela Espanca: 1894-1930: 36 años
Antonia Pozzi: 1912-1938: 26 años
Anne Sexton: 1928-1974: 46 años
Amelia Rosselli: 1930-1996: 65 años
Sylvia Plath: 1932-1963: 31 años
Alejandra Pizarnik: 1936-1972: 36 años
Miyó Vestrini: 1938-1991: 53 años
María Mercedes Carranza: 1945-2003: 58 años
Verónica Forrest-Thomson: 1947-1975: 27 años
María Emilia Cornejo: 1949-1972: 23 años
Ana Cristina César: 1952-1983: 32 años
Martha Kornblith: 1959-1997: 38 años
No quiero despedirme hoy sin añadir un poema que viene muy a cuento de lo que hablamos, expresa en la propia voz de una mujer el anhelo doloroso de crear, de plasmar en el mundo real y prosaico la carga de un corazón desmesurado, en este caso a través de la poesía, como algo inherente al hecho de ser mujer. Extraídas de la web Poesía de Mujeres, os traigo aquí estas palabras desgarradas de Concha Espina.
Yo soy una mujer: nací poeta,
y por blasón me dieron
la dulcísima carga dolorosa
de un corazón inmenso.
En este corazón, todo llanuras
y bosques y desiertos,
han nacido un amor, interminable,
y un cantar gigantesco;
pasión que se desborda de la tierra
y que invade los cielos…
Ando la vida muerta de cansancio,
inclinándome al peso
de este afán, al que busca mi esperanza
un horizonte nuevo,
un lugar apacible en que repose
y se derrame luego
con la palabra audaz y victoriosa
dueña de mi secreto.
Yo necesito un mundo que no existe,
el mundo que yo sueño,
donde la voz de mis canciones halle
espacios y silencios;
un mundo que me asile y que me escuche;
¡lo busco, y no lo encuentro!…
Concha Espina- España
Poema incluido en la novela La esfinge maragata, 1914.
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