jueves, 31 de enero de 2019
EL VUELO DEL DRAGÓN - Anne McCaffrey
Novela de ciencia ficción —con grandes dosis de fantasía, tal como dice Sergio Mars en su reseña***— y aventura, escrita por Anne McCaffrey y publicada por Ballantine Books en 1968. Fue publicada por primera vez en español en 1977 por la editorial Acervo. Es el primer libro de la premiada saga «Los jinetes de dragones de Pern», en concreto, el primer tomo de la trilogía original.
***Rescepto indablog-El vuelo del dragón
Pues bien, una combinación de dos afortunadas circunstancias: encontrar esa reseña de manera fortuita y tener en casa la susodicha novela —lo que me permite dar cumplimiento a mi propósito lector de Año Nuevo— me ha hecho empezarla... y devorarla en tres días.
Desde luego, no ha sido un descubrimiento tan asombroso como el de la novela de Kameron Hurley. Por un lado, ya sabía algo sobre Los jinetes de dragones de Pern y su autora (ambas recomendadas por mi amiga Ángeles Pavía), su estilo y su argumento. Y por otro, el hecho de ser anterior en el tiempo (1968) hace que ya nos resulten familiares muchos de sus presupuestos, aunque en su día, según dicen los expertos, resultaron novedosos e incluso transgresores.
La novela de McCaffrey se lee también con enorme interés (lo predecible de la trama, que señala Mars, para mí no ha supuesto ningún problema; me ha permitido disfrutar y recrearme en lo que pasa en cada capítulo sin esa cierta ansia que te producen algunas obras por conocer su desenlace, obligándote a leer casi de corrido), a lo largo de una historia que no decae en ningún momento. Y, algo muy importante, ahora que he leido por fin sobre ese mundo de dragones que inventó McCaffrey he podido constatar cuánto le deben el resto de novelas del género. Eragon, por ejemplo, ahora me parece una mera (y pálida) copia de los weyr concebidos por Anne Mccaffrey.
La relación jinete-dragón, por ejemplo, esa comunicación única y telepática que se da entre ellos, esa elección mutua que será de por vida; que es, por cierto, uno de los mayores atractivos de la historia de Paolini, fue dibujada y definida por esta madre de dragones que es McCaffrey.
Otra de las novedades que introdujo fue el hecho de hacer de los dragones coprotagonistas amables de sus novelas, con su personalidad propia y definida, en vez de los acostumbrados villanos. Y utilizar los viajes en el tiempo (y elementos de auténtica ciencia ficción, según parece, sobre todo a partir de la tercera entrega de la trilogía original: El dragón blanco) en el seno de trepidantes aventuras más al uso.
Además hay que concederle a Mccaffrey haber sido una de las pioneras en eso de convertir a las mujeres en protagonistas con carácter, haciéndolas bastar por sí solas para sustentar una trama y, de paso, el interés de los lectores. Las pequeñas pegas que le puedo poner hoy en día derivan, estoy segura, de su época y contexto cultural, lo que, por otra parte, es una razón para sentirnos razonablemente optimistas en cuanto a la evolución que el feminismo ha impulsado en nuestra sociedad.
Anne McCaffrey no debió de poder substraerse del todo a ciertos tópicos machistas de su tiempo. (Tuve esta misma sensación, aún más acusada, cuando leí su novela «La Rowan», inferior a esta, en mi opinión); y eso se nota en comportamientos y «arrepentimientos» que hace vivir a sus protagonistas. Lessa, dama de dragones, por ejemplo, mujer impulsiva con mucha personalidad y unos dones asombrosos, vive con la debida contricción cada momento en el que se adelanta a los planes que su descubridor-mentor-amante-compañero ha decidido trazar. No importa que no se los haya comunicado (y que los haya elaborado, eso sí, con su hombre de confianza). Ella debería haber tenido fe absoluta en su pericia, capacidad, arrojo y todas esas cosas que ornan a un buen jefe guerrero y haber aguardado sus acciones. Tendría que haber sabido que él sí tenía todos los elementos de juicio y que ya los compartiría con ella cuando fuera oportuno. Porque, claro, el prota hombre es mayor que la chica, tiene más experiencia, más mesura, más sabiduría y comedimiento... Y es guapo. Y que ella lo sea es una parte importante (muy importante) de sus dones.
Pero esto no es, no os creáis, una crítica a su autora, que bastante se aventuró en sus obras por senderos no trillados, además de lograr conquistar y revalidar para todas el título de mujer escritora y hacerlo en un género que parecía fuera de nuestro alcance (ella fue la primera mujer en ganar un Hugo y un Nébula. Y su libro El dragón blanco, que cierra la trilogía principal de Los jinetes de dragón de Pern, fue una de las primeras novelas de ciencia ficción en entrar en la lista de best-sellers del New York Times.) Anne McCaffrey tuvo que enfrentar y vencer muchos tópicos sexistas, tanto en sus obras como fuera de ellas. Y creo que lo hizo realmente bien. Dejándonos novelas de esas que perduran. Porque ya os avanzo que mi historia con ella no acaba en este primer volumen (me temo que no tengo remedio), pues gracias a un soplo muy oportuno me he hecho con la trilogía completa a un precio irresistible. Ya sé, ya sé que mi propósito es leer todos los libros que YA tengo, pero como lo cumplo con el primero, creo que bien puedo ceder a la tentación con el resto, ¿no?
No miréis el de Moorcock, no seais crueles. Estoy segura de que podéis hacer como que no está. Porfaaaa...
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